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ABC MADRID 06-08-2000 página 71
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ABC MADRID 06-08-2000 página 71

  • EdiciónABC, MADRID
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ABC DOMINGO 6- 8- 2000 71 gente de verano Relato de Lorenzo Silva Operación Termopilas (VI) El protagonista de esta historia le sigue contando al juez el plan que ideó al recibir unas críticas demasiado elogiosas de su exposición. Para llevarlo acabo necesitaba contar con la ayuda de dos viejos amigos de, la Universidad, ahora aburguesados, a los que consigue devolver por unas horas su espíritu contestatario. Vestidos de manera informal y con solo 5.000 pesetas en el bolsillo pasean por la Facultad de Derecho de la Complutense. pulmón. Bernabé nos Uevó hasta la esquina de Raimundo FemándezVillaverde con Orense. Luego subimos casi toda esta última caUe. En ras una breve deliberación, los tres estuvimos de acuerdo en qjie una perpendicular estaba el sitio. -A mí me quedan mil pelas- advertí, al ver la zona. lo siguiente era coger el autobús e ir a buscar algiuio de los bares- Y a mí ochocientas- contó Alfonso. de Cuatro Caminos donde solíamos acabcir las tardes. Y eso fue lo- Venga, adentro, maricas- ordenó impasible Bernabé, mientras emque hicimos. No dimos exactamente con lo que estábamos buscando, pero im bar en Madrid Siempre se encuentra. Allí segui- pujaba la puerta y atravesaba el umbral. Fuimos tras él, qué otro remedio nos. quedaba. Se acomodó en seguimos bebiendo cerveza y pedimos de comer algo que estuviera al alcance del menguado poder adquisitivo al que habíamos acordado limitar- da en ima mesa, como un viejo conocedor. Nos unimos a él, con desconnos aquella noche. Comimos patatas bravas; ali- oli, oreja a la plancha, fianza por mi parte, porque acababa de darme cuenta de la clase de li ar en el que estábamos. No me lo caUé: luios chorizos infames y grasicntos. ¿Y éste es tu lugar müagroso? Joder, Bernabé, son putas. -Está divertido, esto de salir con poca pasta- apreció Alfonso, qué por- Pues claró- admitió. fin. estaba borracho- Pero si seguimos así vamos a romper la barrera- Muy bien- dije- Pero así no de los cuatrocientos de colestetiene chiste. Y quién las paga. rol. -No te amontones, Roberto- se- ¿Tanto te importa? -le pregundefendió- Claro qué tieije chisté. te. Son putas especiales. No pue- En realidad, no mucho- confedes escogerlas tú. Tienen un só Alfonso, risueño. arreglo con el dueño, le dan un -Oye, Roberto- dijo Bernabé, coporcentaje por usar el local, pemo si bajara de pronto de las nuro no son sus empleadas. Por eso bes- Hay algo que siempre me ha no se van con quien las quiera, intrigado de ti. Y que siempre me sino con los qué ellas seleccioha tocado las pelotas, te lo reconan. Hay que seducirlas, tío, y si nozco. ¿De dónde cono sacas el no te molestas te diré que tu pretiempo para escribir todos esos sencia no nos ayuda mucho. libros, y para hacer tantas exposi- Suponiendo que me apetezca ciones y tantas paridas artísticas? gime que tienes esclavos. Diseducir putas- objeté- te olvidas me que no tengo que sentirme code lo otro. ¿Quién las va a pagar? mo un tarugo. -Esto es ima aventiura, ¿no? -se No me interesaba hablar de mofó- No las pagamos. aquello, pero ya que me obligaba, Le observé fijamente. -MalihA- i- -t; 1 no quise inventar nada. Le solté terpretó mi gesto: la verdad: ¿Qué pasa, te asusta? -Cada día trabajo menos en lo -No- repuse- Pero no me la otro, compañero. Cada día les hago menos falta a todas las cosas que he das. Como todas, cobrarán antes. ido aciunulando. Andan solas, y creo que andarían incluso aunque yo- Está bien- se rindió- Llevo doscientos talegos en el bolsUlo. no quisiera. ¿Y el pacto? -le reñí- Para eso, me habría quedado eñ casa. -Ya me explicarás el truco- se admiró Bernabé- Yo sigo cmrando- Vamos, Roberto, que no eres mi jefe. No te debo obediencia. Me como ima puta muía. Catorce horas al día. Y tú, Alfonso, ¿en qué pareció que tendría mucho más color con unas cuantas tías, y no podía ocupas el tiempo libre? Porque tú sí que debes de vivir como Dios, con estar seguro de nuestro sex appeal. No pasa nada por hacer una pequetodos los luis que tienes para llevarte el despacho. ña trampa. Oye, y si te disgusta, te vas. Alfonso le observó con una mirada bovina y respondió: Sopesé la situación. En el fondo, no tenía más alternativa que plegar- Salgo a correr con la moto. Tengo una moto de la hostia. me ante su ordago. Se había reído de mí, había adulterado mi minucio- Muy bien, colega- aprobó Bernabé- Como un chaval, di que sí. Por sa reconstrucción, pero habría una manera de aprovecharlo y llevarlo cierto, ¿tú crees que habría en el mercado una moto que pudiera llevar otra vez a mi terreno. Por eso capitulé: encima a nuestro gran hombre? -Vale, no la jodamos al final. Me señaló, y los dos estallaron en carcajadas. Debía aguantarlo, Bernabé había dicho la verdad. Allí, eran ellas las que elegían. EUas porque así funcionaba el juego. Simplemente alegué: eran mujeres entre los veinte y los treinta y pocos, muchas con aspecto- A mí las motos míe la sudan. Y ya no tenemos edad. de sudamericanas, bastante potables en términos generales. Paseaban- Bueno, una moto siempre te hace correr la sangre- dijo Bernabé- Y entre las mesas examinando a los hombres, y esquivando a los que les eso sí, sirve como nada para ligar, ¿eh, Alfonso? desagradaban. Supuse que a medida que avanzara la noche bajaría su nivel de exigencia. Pedimos las bebidas, ya sin reparar en gastos, y a los- Se liga más con el talonario- opinó Alfonso, sombrío. Eran las once y habíamos bebido mucho. En- las dos horas que dos o tres minutos Bernabé tenía a una sensual venezolana sentada en llevábamos en el bar habíamos hablado de las antiguas novias, de las las rodillas. Otras dos merodeaban por los alrededores. Era un habiviejas correrías alcohólicas, literarias y políticas, y de todo lo que daba tual, la partida estaba amañada. Pero no elevé la más mínima protesta. -Seis mesesitos más y me hago con el apartamento en Caracas- le de sí nuestra añoranza. Era el momento en que, si no hacíamos nada para impedirlo, tendríamos que empezar a hablar de nuestros fraca- explicaba la chica a Bernabé, que la escuchaba con amable atención- Y me vuelvo aUá. ¿Has venido a darme un empujonsitol sos. Bernabé ofreció ima solución: Bernabé le seguía la conversación con soltura de experto. Una de las- Os propongo algo. PUlemos unas tías. -Una idea cojonuda- dije- Pero no tenemos moto ni talonario. Sólo amigas de ella se enredó con Alfonso, que la acogió con el azoramiento que siempre le habían producido las mujeres. Pero le tiró un par de vuestro vacUe y siglo y medio entre los tres. tragos a su whisky y pronto estuvo jugando también. A mí terminó por- Conozco un sitio donde hay posibilidades- dijo Bernabé. acercárseme ima chica al borde de la treintena, no tan bonita como las. ¿Quedan en alguna parte tías tan fácües? -me burlé. de mis compañeros. Ni siquiera respondí a su saludo. Toda mi aten- Vamos- insistió. ción estaba puesta en alguien a quien acababa de divisar, escondida en- Cerca del metro de dónde- saqué el plano. ún rincón oscuro. Era una chica de dieciocho- o diecinueve años, un- Podemos ir a pata. No nos Uevará más de media hora. ángel caído del cielo a aquella gruta infecta. En sus ojos de cierva Alfonso y yo le. seguimos. Ésa era otra de las convenciones de los brillaba un pánico pertiu- bador. Ño había tiempo para dudar, y no viejos tiempos. Seguir al que tuviera más gas. Bernabé estaba en plena dudé! Me levanté y me fui hacia donde estaba eUa. Creo que fue en ese forma, o m ucho más en forma que nosotros. A mí, al menos, me vino momento y no antes. Señoría, cuando decidí todo lo que iba a pasar. bien salir al aire libre, y caminar por las calles respirando a pleno 6. PILLEMOS UNAS T Í A S T

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