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ABC MADRID 01-08-2000 página 69
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ABC MADRID 01-08-2000 página 69

  • EdiciónABC, MADRID
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ABC MARTES 1- 8- 2000 69 gente de verano Cuaderno de estío La gente se detiene ante la entrada del La costumbre del horror Guggenheim. Abajo, grupo ucraniano Vesnianka en el casco viejo de Bilbao -i BILBAO a fotógrafa estadounidense Corinne Qufka lo recordó una mañana de malamuerte en Monrovia, la capital de Liberia, arrasada por la guerra civil. Llevaba meses fotografiando el espanto en Sarajevo. Con una patrulla de la Alianza Atlántica entró en una casa de campo quemada. Abrieron una trampilla en el suelo. Los rostros de tres mujeres, con la expresión congelada por él terror instantes antes de la muerte, y en plena descomposición, les salieron al encuentro. Corinne empezó a disparar su cámara de forma automática. Y no sintió nada, ninguna fibra de compasión se movió dentro de ella. Se limitó a hacer su trabajo, a asegurarse de que el encuadre, la luz y el enfoque eran los adecuados. Como una buena profesional. Y entonces se dio cuenta de que tenía que dejarlo. Los verdaderos fotógrafos de guerra, como los verdaderos médicos, saben que hay m sendero que se recorre a solas y en el que hay que mantener un delicado equilibrio: que la emoción no te haga llorar y te nuble la vista y que el corazón no se te vuelva de piedra. Que el contacto permanente con el dolor y la muerte no se conviertan en un hábito que encallezca el alma. Corinne volvió a su casa y no regresó a los campos de batalla hasta que no recuperó la capacidad de sentir, de volver a compadecerse ante el sufrimiento. Para poder volver a disparar su cámara. L El día es luminoso, como si presintiera la inminencia de agosto, cuando la luz se adueña del último resquicio. CabrUlea el mar como una promesa y se vuelven traslúcidas las hojas de los árboles. Pero vamos hacia Bübao y no podemos evitar cierta desazón. El primer indicador que anuncia Euzkadi letras blancas sobre fondo verde, está perforado por decenas de orificios: la lógica dice que es para que el rótula no ofrezca resistencia al viento. Pero parece como si hubiera sido acribillado. El cadáver del último muerto se enfría a la vista de todos mientras se desgranan los detalles que hacen más concreto e irrespirable el horror. Los asesinos entraron en la cafetería El Frontón a cara descubierta, se tomeiron una copa en la bóirra, se aseguraron de que su víctima no tenía protección y le dispararon dos tiros en la cabeza. Juan María Jáuregui, de 49 años, ex gobernador civü de Guipúzcoa con el Gobierno socialista y figura clave del esclarecimiento del caso de la desaparición de dos supuestos miembros de ETA que fueron enterrados en cal viva, murió poco después en el hospital de Tolosa. A la misma hora, al día siguiente, miles de automóviles salían de Bil- bao en dirección al mar. A la misma hora, los hombres de bien y los hombres de mal contemplaban el cielo luminoso y comentaban las buenas perspectivas de agosto. A pesar del horror. A la misma hora, la orquesta ucraniana Vesnianka ya había instalado sus reales en la esquina de la calle del Correo, en pleno casco viejo bilbaíno, e interpretaba sus melancólicas melodías. A la misma hora, el museo Guggenheim empezaba a fagocitar su ración diaria de visitantes locales, nacionales y extranjeros. La conversación se suscita en una sidrería del casco viejo de Bübao, junto a la ría que baja caudalosa de aguas pútridas, como una metáfora demasiado fácil del mal. Los muros exteriores del local están decorados con pintadas que hablan de los presos etarras y de dianas con el nombre de Garzón en el centro. Dentro, la gente bebe, come y conversa a media voz. No en nuestra mesa. Como si los comensales, vascos y no vascos, hubieran perdido el miedo. La pregunta es única: ¿Cómo. convivir cada día con la muerte alrededor? Las respuestas se ramifican, pero hay algunas coincidencias. Como la certeza de que esa costumbre envilece todo lo que toca y te envilece a ti, el hartazgo de tanta sangre y la sospecha de que el fervor por las fiestas, la comida y la bebida, forman parte de la anestesia para poder soportar tanta desolación. EUos están organizados y la sociedad está fragmentada y atemorizada. A veces no puedes evitar caer en un fatalismo insoportable, como si no hubiera nada que hacer. Y un temor compartido: al enfrentamiento social, a llegar a las manos, que es lo que el terror desea. Y una insistencia: que los partidos políticos vuelvan a estar a la altiira de las circunstancias y se unan frente a esta nueva fornia de fascismo. La no- che se espesa sobre Bilbao. La ría baja silenciosa. Voces en los bares. Madrugada de la costumbre. El horror como ima segunda naturaleza, como el miedo. Como el aire que se respira. ¿Cómo vivir? Alfonso ARMADA TÍ p

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