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ABC MADRID 26-06-2000 página 72
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  • EdiciónABC, MADRID
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72 TRIBUNA LUNES 26- 6- 2000 ABC AGUSTÍN CEREZALES ESCRITOR JOSÉ MARÍA GARCÍA ESCUDERO ESCRITOR Derretidos ACE unos meses, recordarán ustedes, hubo una serie, una epidemia de bloques de hielo que caían en medio de los patios de vecinos, sobre los capós de los coches, en España y en Italia, donde les venía en gana. Hubo controversia meteorológica, se habló de bromistas y de extraterrestres, de aviones y de fenómenos atmosféricos. Que yo sepa, el asunto no quedó resuelto. O no han vuelto a caer bloques de hielo, o si han caído nos hemos acostumbrado a ellos, y ya no les damos importancia. A mí, con todo, me gustaría saber algo más al respecto. ¿Qué pasó con las investigaciones en curso? ¿En qué pararon? ¿Será que el despistado fui yo, que todo quedó resuelto y se me pasó la crónica pertinente? Me pregunto si no lo habré soñado... En cualquier caso, soña da o no, la pedrea surrealista viene a ilustrar una preocupación que me persigue desde hace tiempo. No se trata de cómo podría equilibrarse la gran máquina de la información, qué podrían hacer los medios para atender el flujo de noticias incesantes sin proyectar sombras repentinas ni luces exageradas. Lo que me preocupa, o intriga, es cómo encaja nuestra mente una percepción de la realidad que no sólo es extenuante, invasora de por sí, sino que se fragmenta y distorsiona constantemente, se pierde y se recupera. A veces, temo que tanta radiación indiscriminada esté derritiéndome los sesos. Luego descubro, como Don Quijote al quitarse el yelmo, que no había tal, que eran los req uesones que ahí había puesto el bueno de Sancho, y que estoy tan cuerdo y tan sano como siempre. Ahora bien, el yelmo puede ser, pero el susto ya no me lo quita nadie... Y siempre queda, claro está, la dichosa pregunta: ¿qué fue de aquellos hielos voladores? ¿De aquel prodigio, qué se hizo? ¿Sima o cima? EDICADO al magisterio de Julián Marías publiqué en ABC un comentario en el que procuré Uamar la atención sobre el servicio de pedagogía social que el mencionado pensador viene prestando con sus artículos a la que podríamos llamar España profunda y él llama intrahistoria que es la que los españoles corrientes y molientes hacen y reciben cotidianamente, con sus modos de pensar y de sentir y sus maneras de reaccionar ante los cambios del mundo que los rodea. Sobre todo ello Marías reflexiona e incluso adoctrina, pero siempre con buenas maneras, respetuosamente, sin empaque, con sencilla y acogedora naturalidad. A esa serie de artículos pertenece el que ha dedicado a un fenómeno contemporáneo como es la prolongación de la vida y de lo que se conoce como calidad de vida, hasta edades que hace poco tiempo eran ya la muerte o por lo menos la incapacidad sin remisión. Y Marías reflexiona sobre lo que con razón denomina privilegio y sobre la mejor manera de aprovecharlo. Su artículo me ha recordado otro que escribí hace tiempo, motivado por la pregunta de una nietecita que, para un ejercicio escolar, tenía que escribir sobre la vejez y, naturalmente, optó por preguntar al viejo que tenía más a mano; o sea, yo. La desconcerté un poco al contestarle que no hay vejez, sino viejos y viejos: los que contemplan la vejez como una sima pavorosa en la que han caído y se revuelven malhimiorados contra sus forzosas limitaciones, y maldicen, y se avinagran; y los que (como todos los vinos, cuando se los deja reposar, mejoran) aceptan su vejez como la altura a la que es natural que lleguemos fatigados y con todas las flaquezas, achaques y goteras que se H D Que no olvide el tema de la muerte, era más propia e intensa, quizá la más interesante de esperar en quien ha escrito tan El fenómeno expuesto tiene una importante proyección colectiva en una profundas páginas religiosas sociedad a la que puede llegar a lastrar el exceso de ancianos, a no ser que éstos tengan laflexibilidadnecesaria para no anquilosarse, con lo cual facilitarían que, en cambio, los jóvenes puedan beneficiarse de lo que hoy suelen despreciar: la aportación de los que tradicionalmente eran considerados como mayores en edad, saber y gobierno Pero Marías no se ocupa en su artículo de esta dimensión social del alargamiento de la vida, sino exclusivamente de su repercusión en cada individuo. Que no olvide el tema de la muerte, era de esperar en quien ha escrito tan profundas páginas religiosas. Porque, guste o no guste (actualmente disgusta hasta mentarla siquiera) la muerte es la inevitable protagonista de una edad en la que, día a día, se acerca a nosotros. La cuestión es pertrecharse debidamente para ese encuentro. Lo cual es obvio para el creyente, pero, incluso quiera, pero desde la que se puede con- desde un punto de vista estrictamente templar todo con la serenidad y la tole- humano, tiene un valor para el que, rancia que dan los años; lo cual es con- desde el privilegiado observatorio de la que he llamado cima puede considerar la vejez como una cima. Lo que en su artículo hace Marías es templar lo que ha sido su vida, lo que recoger el tema de la prolongación de ha sido él mismo y hasta qué punto ha la vida, fijar sus límites (él habla de los sido ñel al proyecto de lo que quiso ser setenta años, que hasta hace poco eran y aún puede llegar a. ser hasta en el el final y hoy son el principio de una último momento de su existencia. etapa que puede Uegar fácilmente hasSi es que los humanos somos capata la quincena... y más, digo yo, con ces de concebir ese último momento relativa frecuencia) dar a esa etapa un o sea, que se pueda llegar a la completa nombre (él habla de edad final y de aniquilación, propia o de los demás: edad nueva y señsdarle como objeti- algo mucho más difícil de comprender vo la recapitulación de la vida propia, racionalmente que nuestra perdurala posibilidad de considerarla como un ción, observa Marías; observación que conjunto, con su argumento y su senti- ha sido para mí lo más sobresaliente do, lo cual puede hacer de esa etapa la de su extraordinario artículo. L ajedrez, al que dedica gran parte del tiempo en su exUio romano el último Rey de Afghanistán, Mohammed Zahir Shah, juego hoy prohibido en su tierra por los narcopeluqueros del Talibán y en el cual cimentara la Unión Soviética gran parte de su prestigio foráneo, consagró el agudo ensayista musulmán Titus Burckhardt un texto fundamental incluido en el volumen Símbolos editado en España por Olañeta. Nació en India, y, si el simbolismo guerrero de sus piezas indica que está dirigido a los kshatriya su diagrama de 8 x 8 cuadrados, de carácter eminentemente sacerdotal, prueba su origen brahmánico. El kshatriya nos dice Burckhardt, encuentra en el juego del ajedrez un soporte especulativo, una vía que conduce de la acción a la contemplación Creemos de interés resumir algunas de sus explicaciones. La forma del tablero es el tipo clásico de Vástu- mandala trazado fundamental de un templo o una ciudad. No en vano Ayodhya la capital de los dioses, es, según el Rámayána una ciudad de planta cuadrada con ocho compartimentos por lado. Y el budismo describe el universo como una tabla de sesenta y cuatro (8 x 8) cuadrados. Los cuatro centrales figuran el Brahmásthana la estación de Brahmá Cada uno de los doce de alrededor de ella, está asignado a A JOAQUÍN ALBAICIN ESCRITOR Simbolismo y orígenes del ajedrez una divinidad solar. La alternancia del blanco y el negro respondería a dos aspectos opuestos y complementarios: por una parte, el tablero es un purusha- mandala un símbolo del Espíritu universal; por otra, lo es también de la existencia como soporte pasivo de las manifestaciones divinas. La cualidad geométrica- -la forma- -expresa el Espíritu; su extensión puramente cuantitativa, la existencia. El tablero es la existencia bruta, la materia secunda tenebrosa y caótica, raíz del dualismo, im asura vencido sobre el que los devas han establecido su morada. La materia, sin el sello del Espíritu, no tendría forma inteligible; la inexistencia de materia que lacrar, haría imposible toda manifestación. En los comienzos del ciclo cós- mico, los devas se lanzaron sobre una cosa indefinible e ininteligible que obstruía cielo y tierra estableciéndose sobre ella. Porque el combate de los ajedrecistas es el de los devas contra los asuras disputándose el tablero del mundo. El ejército blanco es el de la luz; el negro, el de las tinieblas. La batalla del tablero representa la de dos ejércitos- -cada uno en nombre de un principio- -o bien la del hombre contra las tinieblas de su interior (la Gran Guerra Santa del Islam) El ajedrez es asimismo susceptible de comprenderse como una manifestación del poder de la inteligencia frente al del azar. El tablero de ajedrez es, pues, el campo de acción de las fuerzas divinas, y todos los significados del juego proceden de éste: la batalla entre devas y asuras entre dioses y titanes, entre ángeles y demonios. Los tanques de los asuras aún yacen destripados por los desfiladeros y laderas montañosas del Valle del Pandjshir donde el general Ahmed Shah Massud, uno de los grandes hombres del fin de siglo, les inflingiera el jaque mate que precipitó la caída de su imperio. Tarde pero a tiempo, se cumplió el vaticinio de aquella aristócrata rusa que, en el exilio en París, advirtiera: No se puede dejar que un país lo gobiernen los criados

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