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ABC MADRID 12-08-1998 página 42
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ABC MADRID 12-08-1998 página 42

  • EdiciónABC, MADRID
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42 ABC NTRE las calimas del verano, parece dilatarse el recuerdo de aquellas estampas francesas de los Mundiales de Fútbol. Javier Clemente experimentaba en frío con las posibilidades y las conveniencias- tácticas y estratégicas- de la multinacional para la que se había contratado, mientras en las gradas los franceses cantaban la MarseUesa como descosidos, una y otra vez, en cada ocasión que parecía exigirlo la marcha del encuentro, al hilo de las sucesivas fases de la eliminatoria. Así un día y otro día, en los turnos victoriosos de Francia. No era casual que los espectadores franceses entonaran con insistencia su himno. Ni casual ni ritual solamente. Era la expresión de una fuerza que culminaría, el día de la victoria definitiva, frente a la selección de Brasil, con un millón de personas celebrando el triunfo por los espacios urbanos más emblemáticos de París: entusiastas, enfebrecidos e hipnotizados. Igual que si no tuvieran otro motivo colectivo para la alegría nacional que el triunfo deportivo de su selección. Lo mismo que si fueran los propios brasileños a quienes habían derrotado. Se manifestaban los franceses con los júbilos elementales de las masas populares del Tercer Mundo. Lo hacían con el contento de ésa limpia ingenuidad patriótica y empedrada de carencias, contra la que siempre se estrelló el internacionalismo proletario. Aunque sepamos que nuestros vecinos se pasan en esto del patriotismo y que dan en el chauvinismo- igual el aldeano, engolfado en su tópica ignorancia de la Geografía, que en el global, como conciencia política y estética del Universo- aunque además de saberlo nos moleste la calidad eructante de la autocomplacencia con que el francés común suele traducir el sentimiento de sus riquezas colectivas... pese a todo, eso reconozco que me produjo admiración y que he sentido envidia ante ese magnífico espectáculo de los aficionados galos, animando a sus futbolistas, y de los franceses en general, colmando los Campos Elíseos de nuevo, igual que lo hicieron cuando caminaban detrás de los ministros de De Gaulle, para repudiar la hectoplásmica revolución del 68. Parece ocasión de preguntarse si no es posible otro sentimiento patriótico genuino que el de nuestros vecinos transpirenaicos, más emparentado con la cepa jacobina de 1789 que con los arrastres humanísticos de la Ilustración. Aunque el concepto político de nación arranque primordialmente de aquel evento revolucionario, es cierto también que afloró en el discurso romántico de los pueblos, nutriendo, al cabo, los patriotismos marginales de la escisión. No puede ser la alternativa buscada a la expresión francesa de lo colectivo la respuesta disgregante de los nacionalismos de última hora: mitificadores del pasado, manipuladores del presente, desestabilizadores, en fin, del juego democrático de las mayorías, y resueltos como cánceres que corroen las costuras de las viejas patrias de Europa. Por eso es preocupante la cuestión de qué cosa podemos cantar los españoles desde las gradas para animar a nuestras representaciones deportivas. Carecemos, en este sentido, de disponibilidades expresivas, palabras adecuadas, versos, capaces de concertarnos anímicamente en el canto, manifestando una misma emoción nacionalmente compartida ante el fútbol o para cualquier otra cosa. Esta carencia, anómala- acaso re- TRIBUNA ABIERTA MIÉRCOLES 12- 8- 98 E para ser tan altos como ellos, los nacionalistas de la periferia le talan a la nación española su basamento histórico de Por José JAVALOYES vieja patria- para unos, sultante de la fractura histórica de nuestra desde Séneca; para otros, desde las lágrimas alma nacional, al no haber sido capaces de nazaries de Boabdil- y así poderse parangopactar la modernidad, ni tampoco de impo- nar con eUa, pues ni siquiera le reconocen la nerla- significa algo más que una simple condición de primus Ínter pares La totalización de su particularismo les lleva a endisfunción. Aunque esta limitación no permita afir- tender, además, que eso que ellos llaman nacionalismo español es algo ilegímar que estemos nacionalmente timo, puesto que legítimo, afirinarticulados, o que para lo coman, es solamente el suyo. Impulectivo seamos mudos o tartatan la ilegitimidad del nacionalismudos, abre un hueco y supone mo español al hecho de que les tuun vacío que también intentan viera sometidos a ellos: a las naciollenar los nacionalismos. Éstos nes y a los nacionalistas de la periobjetan la patria comiín, excluferia. yen toda canción y cualquier símbolo compartidos y rematan El catálogo de las manipulaciopor exigir el reconocimiento de nes nacionalistas es inacabable: la la realidad plurinacional de Esfalsificación de la Historia, con la paña a la que niegan la entisustitución de los hechos ciertos dad de nación, trasmutándola por las leyendas; la instrumentaen imperio de cercanías, miención de las culturas y de los idiotras pretenden halagar a la Comas, convertidos en armas arrojarona ofreciéndole la refundadizas contra el común denominación de la unidad nacional coldor con los otros pueblos de EsJosé Javaloyes gada sobre él abismo de una repaña; la usurpación lingüística en Periodista púbhca sin plazo. algunos casos, como la del valenTodavía en fecha reciente, antes de reu- ciano y el mallorquín por la voracidad olinirse en la Ciudad Condal para constituir, gárquica del catalanismo, y cuando no la en régimen de sardana, el internacionalismo instrumentación escandalosa, por los seguiintestino contra la unidad de España, el pre- dores del penúltimo Arana, de la hazañosa sidente del PNV denostaba el jacobinismo y prótesis realizada por don Resurrección Mala concepción francesa de nación que, apos- ría de Azcue con el vascuence, habilitándolo tilló, tienen los nacionalistas españoles... para el pensamiento pospaleolítico... Esta expresión de nacionalistas españoles La demencia particularista del nacionase echó a rodar desde el aranismo y, sin pro- lismo vasco alcanza a negar las deudas del testa aparente de nadie, se acepta ya como actualizado vascuence con el latín- asmoneda de cambio. Los progresos de la pro- cuence le llaman no pocos de quienes conopalada confusión son evidentes. Amigos vas- cen la filigrana restauradora del sabio jecos y amigos catalanes ajenos al naciona- suíta- y a ocultar el entronque genético de lismo, y aun otras gentes, cordialmente pró- las viejas poblaciones iberas con los berebeximas, de la España exenta de la fiebre re- res norteafricanos, entre los que el grupo gional nacionalista; gentes muy distantes de sanguíneo 0 Rh- acota el núcleo de su espelos miniuniversos mentales del particula- cificidad étnica. rismo admiten sin más lo de nacionalismo Pues bien, quienes con tan precarios maespañol teriales y discutibles comportamientos consLa cizaña se sembró y la confusión de truyen su mensaje y disponen su abusiva fondo ha echado raíces. EUo es tan evidente instalación en la España de las libertades como la circunstancia de que no hubo hasta irrestrictas, rebajan el sentimiento y la conahora, por una u otra razón, interés en los ciencia comunes de la mayoría inmensa de partidos nacionales para que se escardara los españoles- especialmente de los catalatanto campo de arteros y perturbadores de- nes y de los vascos- a ese reflejo identitario que les caracteriza a ellos: sin otro asidero sencuentros. Esa buscada confusión, naturalmente, es en la reaüdad que la realidad misma de sus un objetivo instrumental. Lo mismo que en inconsistentes fantasmagorías. No hay un la región africana de los Grandes Lagos nacionalismo español como el definidor de hacían durante un tiempo los Hutus, que les las familias aranistas, las puras y las empacortaban las piernas a sus enemigos Tutsis rentadas con el bolchevismo- tan exculpablemente jacobinas- o como el expresado en Cataluña por logias y parroquias. Sí existe un patriotismo español que hunde sus raíces en la realidad de la Historia- en que nos sentimos y se nos reconoce- y se articula institucionalmente en los principios constitucionales. No tendremos una Marsellesa que cantar Nunca tan pocas palabras pudieron hacer en los estadios de fútbol, aunque hayamos tanto por usted. Así son los anuncios por palabras de ABC. Todo lo que necesita tenido que pagar tantos o más costes que los en muy pocas palabras. Léalos, verá franceses por la secularización de la política; que ABC cumple con sus pero disponemos de un río silencioso e inpalabras. menso de consenso nacional que consiente en fluir sin desbordarse, atenido a los diques formidables de la libertad y la democracia. ANUNCIOS Lo que no es poco, especialmente cuando POR PALABRAS tanto fascismo de fondo, en ciertos nacionalismos, exhibe credenciales demócratas e incluso cristianas. Pidamos a Dios que ese río no se deborde jamás. SIN MARSELLESA ABC CUMPLE CON SUS PALABRAS

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