Archivo ABC
ArchivoHemeroteca
ABC MADRID 22-05-1998 página 26
ABC MADRID 22-05-1998 página 26
Ir a detalle de periódico

ABC MADRID 22-05-1998 página 26

  • EdiciónABC, MADRID
  • Página26
Más información

Descripción

26 ABC OPINIÓN Postales M SSÍSSS SÍSÍSJB VIERNES 22- 5- 98 El Jardín de las Delicias MC? ss r 3 íss: wsí s! ffl a féiai AMARGA VICTORIA no hay más remedio qué SIhablar del partido, ¿deque hablamos, de la victoria en Amsterdam o de la derrota en Cibeles? ¿Del gran espectáculo deportivo o del triste espectáculo cívico? ¿Del júbilo de los aficionados o de la violencia de los hooligans Pues de ambas cosas, ya que van unidas. La final ha consagrado el fútbol como el gran espectáculo de nuestros días. Un aglutinante de edades, clases sociales e ideologías políticas que trasciende fronteras y continentes. No importa que cada jugador haya llegado de un lugar distinto. En cuanto se pone la camiseta, se convierte en símbolo áurico de un colectivo que se ve reflejado en él, vibra con sus victorias y llora sus derrotas. Los europeos, que nos hemos pasado la historia luchando entre nosotros, lo hacemos ahora en los campos de fútbol. Eso hemos ganado. La lid tiene incluso algo de aquellos torneos medievales, en los que los señores combatían, mientras sus subditos miraban. Sólo que en vez de enfrentarse dos señores feudales, se enfrentan veintidós mocetones que, eso sí, ganan tanto o más que aquéllos. Pero estarán de acuerdo conmigo en que vale más así. Porque parece que no podemos vivir sin lucha, sin pendencias ni rivales. El problema es ¿quiénes, cuáles? En tiempos de internacionalización acelerada, de ocaso de las ideologías, de desaparición de las naciones- pues las naciones desaparecen, pese a los esfuerzos de unos cuantos lunáticos- nos agarramos a cualquier cosa, para conservar la personalidad, para no perdernos en la masa anónima. ¿Pero a qué, si la religión va perdiendo su contorno, la familia se fragmenta y los partidos políticos están en manos de unos cuantos aprovechados? Pues a la tribu. A la tribu urbana, futbolística. El fútbol ofrece a millones la oportunidad de pertenecer a algo, de sentir con alguien. Los equipos, los colores, las copas, los triunfos y las derrotas pasan a ser cemento de unión, historia convivida. El resto lo pone el entorno de nuestro tiempo: la masificación, el desarraigo, el aburrimiento, el desempleo. Hace treinta años, una victoria como la de Amsterdam se hubiera celebrado con aplausos, jolgorio y algún que otro exceso etílico. Hoy se celebra con asaltos al mobiliario urbano, cargas policiales, centenares de detenidos y decenas de heridos. Es verdad que lo inicia una minoría, que busca cada oportunidad para dar rienda suelta a sus afanes destructivos. Pero no es menos cierto que la mayoría se une pronto con auténticas ganas. Lo que demuestra que la frustración, la rabia, la alienación y quién sabe si la locura anidan en el fondo de la vida moderna. Tampoco hay que olvidar que, hace también treinta años, los jóvenes se echaron a la calle a destruir cuanto encontraban por delante, siendo jaleados por esa misma intelectuaUdad que hoy se hace cruces ante los excesos de los holligans ¿Qué no es lo mismo? Pues no sé qué decirles. La furia, desde luego, lo es. Los afanes de destruir las presentes estructuras, también. Unas estructuras que, en el mejor de los casos, ofrecen un empleo altamanete tecnificado, pero sin apenas conexión con los demás, mientras la mayoría tiene que contentarse con empleos en el sector servicios. Y eso si tiene suerte, pues muchos se van directamente al paro, mientras muchos puestos de trabajo emigran a países con salarios más bajos. Los políticos no ofrecen ilusión, sino desilusión, y los sindicalistas se limitan a repetir fórmulas inservibles que el único puesto que conservan es el suyo, por cierto muy bien retribuido. ¿Tiene algo de extraño que el fútbol, en vez de perder interés, cobre cada día más auge, que surjan esas sobrecogedoras tribus urbanas, que los jóvenes traten de aprovechar una victoria del Madrid- o de cualquier otro equipo- para montarse una fiesta a su manera, es decir, arrasándolo todo? Sobre todo cuando la Policía no actúa con contundencia cuando debiera, ahogando el alboroto en sus inicios, y se lía a palos cuando ya está armada, quiero decir que está tan desorientada como los alborotadores. En cualquier caso, enhorabuena, Madrid. José María CARRASCAL E refugio, veces, en luminosa oscuridad MLutecia, enabusca deldellabar del misterio que sólo se encuentra, en nuestro tiempo, en el anonimato de algunos grandes hoteles. En el Lutecia fueron recibidos muchos deportados que regresaban con vida de los campos de la muerte. Almas torturadas ante la contemplación del Mal. Cuando no estaba en El Cairo o Jerusalén, Louis Massignon vivía a tres calles de ese hotel, muy cerca de la última casa de Feliciano, y ayunaba, en solitario, creyendo que su disciplina espiritual trabajaba por el diálogo entre cristianos, musulmanes y judíos, temiendo el sacrificio fatal de un Apocalipsis sin Resurrección. El joven Ramón Gómez de la Serna comenzó a escribir las primeras páginas de su Libro Mudo, donde cambian de rumbo una parte de la prosa y la novela española, del otro lado de los jardines del Luxemburgo. Pero cruzaba muy cerca del Lutecia, camino del restaurante donde solía cenar con Corpus Barga, ANGELES EN temiendo la aparición intempestiva de don Pío Baroja, que podía darles la noche con funestas profecías. Don Pío contemplaba las nubes de suicidas que anidaban en los hoteles del barrio, preludiando un invierno atroz. Ramón creía, como Massignon, que las fuerzas del espíritu y la lengua terminarían venciendo a las hordas endemoniadas cuyo bramido ambos combatían con muy distintas armas. Massignon escuchaba las voces de Abraham y María, y creía posible e imprescindible dialogar con ellas, para devolver a los hombres una tierra donde morar en paz. Ramón estaba construyendo un continente de palabras, con las que deseaba descubrir e iluminar un mundo nuevo. El joven Massignon entró en Jerusalén junto a Lawrence, auroleados, juntos, con la glor i a debida a los héroes que h a b í a n combatido por la Revuelta Árabe, muy pronto conde, -rtí i r ou wta Zigzag Ricardo Franco Excelente profesional y hombre bueno, el director de cine Ricardo Franco deja una gran obra truncada abruptamente por la muerte. Murió como los grandes, a pie de obra, en un descanso del rodaje de Lágrixnas negras y sólo unos meses después de recibir el reconocimiento general a su película La buena estrella que arrasó en los últimos Goya Su obra recorrió el largo camino que va de la comedia al drama, de la risa al llanto. Al cabo, el cine es el más fiel espejo puesto en nuestro tiempo junto al camino de la vida. La muerte nos lo ha arrebatado en su mejor momento. El cine español derrama hoy, mala estrella, ríos de lágrimas negras. Mal pasado, peor futuro No hay nada peor que tener un pasado, según qué pasados. Por ejemplo el de José Borrell, quien, por si no tuviera ya suficiente con un presente político más que incierto- y todo por anticipar un futuro electoral todavía lejano- vio ayer cómo el Congreso aprobaba un informe del Tribunal de Cuentas que, entre otras cosas, habla, justamente, de su pasado. Durante su etapa como ministro de Obras Públicas y Transportes, Borrell gastó, en 1995, 182.000 millones de pesetas más de lo presupuestado. Todo un ejercicio de ligereza política y contable, que no le habilita precisamente para clamar contra la supuesta quiebra del Estado de Bienestar. VENDA SU COCHE SOBRE U MARCHA ANUNCIOS POR PALABRAS ABC

Te puede interesar

Copyright (c) DIARIO ABC S.L, Madrid, 2009. Queda prohibida la reproducción, distribución, puesta a disposición, comunicación pública y utilización, total o parcial, de los contenidos de esta web, en cualquier forma o modalidad, sin previa, expresa y escrita autorización, incluyendo, en particular, su mera reproducción y/o puesta a disposición como resúmenes, reseñas o revistas de prensa con fines comerciales o directa o indirectamente lucrativos, a la que se manifiesta oposición expresa, a salvo del uso de los productos que se contrate de acuerdo con las condiciones existentes.