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ABC MADRID 08-03-1998 página 19
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ABC MADRID 08-03-1998 página 19

  • EdiciónABC, MADRID
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rs ulfl- s. PALABRAS TRISTES Es fácil perder la dignidad por encima de los ochenta años y serán siempre pocos todos los esfuerzos que se hagan para que no se desmorone con demasiado estrépito; el ruido de las catástrofes del alma hace chirriar los cimientos que pudieran parecer más sólidos y elegantes y, aimque las leyes no sirvan para nada, reléase a Ganivet, conviene guardar las formas y contemporizar con los verdugos regalándoles sandgüiches de mortadela de chino, raciones dobles de verigüetos a la marinera, gafas de sol y sombreros de jipijapa. Encierra no pocas dificultades el mantener el equilibrio y la perspectiva porque las cosas se revuelven en la cabeza, se pierde la memoria y en mayor o menor grado también el entendimiento y la voluntad, y se debilita el carácter, se revuelven los enojos y se atascan las flexibilidades de los criterios. Sí; es malo llegar a viejo y no acertar a comportarse adecuada y resignadamente. Lo primero que el hombre necesita para envejecer con decoro, esto es, sin frivolidad ni concesiones a las fintas políticas y sindicales, siempre engañosas y confundidoras, es verlas venir y acertar a darle una larga cambiada al morlaco del reglamento para no cumplirlo, claro es, que para eso y para bajarse los pantalones antes que nadie se lo pida, ya están los mansos de la baraja del chándal y el cencerro. A los ochenta años- decía- Recordadlo siempre- le decía Pedro Abelardo a su amada Marujita Uhlman, decana de las Sóror Heloisa, la sobrina del hetairas del club de alterne La canónigo Fulberto, quien Catarsis- se deben saber medumandó caparlo a unos sicarios las distancias y no pedir lo hábiles y bien amaestrados- la imposible y ni aun lo que se dialéctica me ha hecho odioso el desea porque la vejez, según Trotsky, es lo más inesperado mundo. Quien no sabe retirarse a que le pasa al hombre. (Ahora tiempo y antes de hacer almone- quizá hable Timotei el da del decoro, debe morirse y es Verderol, que según dicen está caritativo ayudarle con la malas habitado por el demonio súcuartes de la eutanasia. Claudius bo Vladirniro el Cerdo, de tan Atabalejo el Breve, deán de confusa y triste noticia. Dice Agripeno y compañero senti- Timotei lo siguiente: mental de Florinda Tucídides, -En medio de la tormenta y la partera de Piémigas, dice en alumbrándose con la luz de los su Tratado de leyendas tuertas relámpagos, el mormón Boque los enemigos del viejo son el niato tatuaba anclas y corazoestado y la familia, quizá por nes y flechas en el timpanizado este orden: el estado con (por) vientre de las indias que iban a su humillante patemaUsiño y la morir de parto, ellas no lo fanülia con (por) su voracidad y sabían. sus torpes deseos de arrincoEn él Vademécum de consenarlo a uno en un asüo de ancia- jos para una muerte vulgar o al nos desamparados (ahora se les menos cómoda, el mormón llama residencia para la tercera Boniato explica que a los edad, lo cual, al menos, es ima ochenta años no se debe vender ordinariez) El deán, cuando ya la bibhoteca para que el cónyutenía suficiente cerveza a bordo, ge, que es entre ludópata y solía decir que el Estado del cursi, siga perdiendo los cuarBienestar, con iniciales mayús- tos en el bingo, porque eso es la culas, era un híbrido de caridad prostitución rebajada con agüiy folclore y dedicaba su pensa- ta de poleo. Su interlocutor miento a doña Matüde por eso Guillermo, como quien no quiede que ni el heroísmo ni la san- re la cosa, dijo a los comensatidad son exigibles. El escudero les, cada uno de ellos sentado Marcos de Obregón solía decir en su orinalito: al menos una vez al mes: hago el- El arte de tragar luciérnabien que puedo con lo poco que tengo, que es siete veces más de gas enteras y vivas con sifón lo que yo merezco; después se conduce al deleitoso alumbrado quedaba dormido hasta que lo intestinal que suele premiarse despertaban las descaradas con un asiento de preferencia en el purgatorio. Tampoco, chinches. cuando se dobla el cabo de Hornos de los ochenta años, se debe aspirar a una embajada porque lo probable es que le digan a uno que no, por eso de que a nadie gusta que le presente las credenciales un jubüado. A los ochenta años tan sólo se puede aspirar (aunque, claro es, sin decirlo) a un amor que ayude a bien morir, a una condecoración de cierta importancia, a un reconocimiento inteligente, a un premio prestigioso o a un título nobiliario, lo que es muy difícil lograr y puede ser muy imprudente pedir. El dinero, ese esclavizador déspota amaestrado, y el poder, aquel otro tirano caprichoso y mal pagador, deben dejarse para los más jóvenes e inexpertos cadetes. Un hombre sin dinero y sin poder es la imagen de la muerte, se decía en la Edad Media, pero un hombre cuyo valor sólo puede medirse con dinero o cuya silueta sólo puede trazarse al contraluz de la autoridad, es la muerte misma cebando buitres, hienas y cuervos, o alimentando gusanos, chacales y cucarachas ciegas, pandas y sin brillo. Con esos últimos o penúltimos viáticos que se dicen se pueden cobrar fuerzas bastantes para esperar con serenidad la hora de ser tirado a los tiburones. Por encima de los ochenta años, decía el mísero barbero Martínez, al hombre le reconforta decir palabras tristes, una detrás de otra, sin sentido, sin norte, sin clemencia. Camilo José CELA DOMINGO 8- 3- 98 ABC 1 9

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