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ABC MADRID 23-02-1998 página 3
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ABC MADRID 23-02-1998 página 3

  • EdiciónABC, MADRID
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EDITADO POR PRENSA ESPAÑOLA SOCIEDAD ANÓNIMA 23 DE FEBRERO DE 1998 FUNDADO EN 1905 POR DON TORCUATO LUCA DE TENA OSE María Areilza ha sido uno de los españoles más inteligentes y activos entre los de la derecha, en la segunda mitad del siglo XX. Su paso por el paisaje político español dejará una huella más profunda y un rastro más prolongado de lo que a primera vista pudiera pensarse. Ha muerto ayer, pero había muerto dos años antes, sobreviviendo físicamente a esa enfermedad de nombre alemán. Las brumas terribles, las angustiosas nieblas no le privaron- a él, hombre ordenado- de dos soportes: el primero, un toque de dignidad, una cierta arrogancia, una apostura amable hacia el visitante pero desafiante en la mirada, a lo que pudimos ver una tarde, irreversiblemente enfermo, en su casa de las afueras de Madrid. En segundo lugar, puesto que nadie es capaz de conocer lo que hay en el fondo del alma humana, no es imposible que conservara esa duda positiva que siempre alentó en él, sobre una vida, una cierta clase de vida después de la muerte. Estamos hechos, como recordaba Frangois Jacob, de una extraña mezcla de ácidos nucleicos y de recuerdos, de sueños y proteínas, de células y palabras. Una tarde, paseando a la orilla del Atlántico, en tierra vascofrancesa, ágil pero muy entrado en años, nos disparó esta frase después de un largo silencio: No conozco la historia de China ni la de Japón. Pero sí conozco la de India, Persia, Medio Oriente y el mundo occidental. El hecho más relevante de los ocurridos en estos dos mil años en este lado del mundo ha sido protagonizado por un hombre del que no conservamos ningún retrato real: el proceso que más ha marcado nuestra civilización, aún más que el maquinismo o el fuego nuclear, es la revolución ideológica desencadenada, a partir de Asia menor, por el hombre de Nazaret Haber sido embajador y ministro ¿es lo más iniportante en un personaje de esta especie? Quizá no: lo más significativo en su larga carrera fue quizá la tarea de persuasión y enseñanza, desordenadamente hecha, al cabo de horas, meses, años de interminable conversación. No se trata de que Areilza fuera un gran conversador, que lo era, se trata de que sus palabras se desarrollaron- insistamos: a lo largo de las horas, pero también de los años- con un plan didáctico que acertó a transmitir a catorce o quince amigos, no más pero tampoco menos. Quizá la civilización no pueda darse sin esta clase de conversaciones, que resultan indispensables, desde hace cuatro mil años, para la transmisión del saber. En su particular plan de enseñanza entraban los orígenes de Europa, la transformación del pensamiento en los siglos XVII y XVín, la Revolución Industrial, la fuerza de la irrupción del marxismo ideológico, para terminar en los riesgos y esperanzas que abrían, ante el siglo XXI, la era tecnológica y la emergencia, a su juicio imparable, del modelo acuñado por los Estados Unidos. Una parte de esa labor dialéctica se recoge en varios libros Memorias exteriores A lo largo del si- ABC glo y, sobre todo, en los excepcionales estudios cortos agrupados en Figuras y pareceres Al contrario de lo que otros escriban parece necesario dejar este recuerdo personal de Areilza, como maestro de la palabra, no frivolo sino serio, no superficial sino riguroso, en un hombre que sabía descender y permanecer cuanto fuera preciso en la frivolidad. No conviene sin embargo confundir aquella frivolidad amable y culta con el torpe, obsceno, nauseabundo espectáculo ofrecido estos días por las maquinaciones publicadas. A él le hubiera parecido un insulto al pensamiento que, en vísperas quizá del bombardeo de Bagdad, en la antesala del Euro, mientras América prepara su respuesta a los mercados asiáticos, se pierda el tiempo en esta deplorable chapuza. Hay otra aportación, mejor conocida, de José María Areilza a los difíciles años de la segunda mitad del siglo, que conocemos como años de la transición. Como es sabido Areilza- nacido en 1909 en Portugaleteformó parte activa de la España vencedora en 1939. En 1941 escribió un libro digno y desafortunado con Fernando María Castiella, Reivindicaciones de España reclamando una gran parte del África occidental, desde Oran hasta Mauritania, desde Nigeria hasta Gabón. Pasamos sobre su carrera diplomática, con logros más que notables en Buenos Aires, Washington y París. En 1964, Areilza rompe abiertamente con el general Franco: un gesto que no cabe atribuir al oportunismo cuando el régimen personal habría de prolongarse aún once años. En 1965, el Conde de Barcelona nombra a Areilza responsable de su Secretariado político. Se nos pefmitirá decir que la evolución de la Monarquía española hubiera sido quizá distinta sin la presión fortísima que Areilza imprimió a aquella máquina en los años 196569. En nombre de Don Juan de Borbón, Areilza negoció con la mayoría de las fuerzas políticas, entonces clandestinas, desde DOMICILIO SOCIAL J. L LUCA DE TENA, 7 28027 MADRID DL: M- 13- 58. PAGS. 144 AREILZA Y LA DERECHA CIVILIZADA LOS REFUGIADOS SAHARAUIS siguen en el Desierto y NECESITAN AYUDA URGENTE. Más claro, AGUA. NECESITAN AGUA POTABLE, URGENTE, la que ahora tienen está muy contaminada. ACNUR ha iniciado un programa de potabiliíación en los campamentos t AT T- T de refugiados saharauis, y necesita i V v l H J i V tu colaboración: Banco Central Hispano (suc. I cta. 7000) ó Caja WMICKÜUMIBASWillt Postal (suc. 9104 cta. 20485680) LOS REFUGIADOS la derecha de Gil Robles hasta Comisiones Obreras y el Partido Comunista. Logró que se admitiera una prudente transición hacia la democracia, sin restricciones de partidos ni sindicatos, presidida por una Monarquía arbitral, capaz de representar la historia de los últimos diez siglos pero capaz también de hablar, en aquel momento difícil, excepcionalmente, en nombre de la mayoría de los españoles. Enfrente formaban los hombres del Movimiento, en orden cada vez más cerrado, salvo las excepciones que conocemos. La presión del Secretariado no fue ajena a la designación del Príncipe Juan Carlos como sucesor. Una vez convertido en Rey, Don Juan Carlos tardó horas en abrir aquello que no se podía ni siquiera mencionar en tiempos del almirante Carrero: el período constituyente. Todo esto empieza a ser fielmente establecido: en los textos de Hugh Thomas y Paul Presten del lado no español y en obras que por fin empiezan a surgir, solventes, documentalmente fundadas, como la admirable de Juan Pablo Fusi. Pero volvamos al comienzo: el origen, la selección natural, la vertebración de las especies políticas y otros fenómenos habían colocado, por su nacimiento, a José María Areilza en la derecha española. Él logró transformar a una parte de esa derecha arcaica, militarista y antieuropea en una serie de grupos de pensamiento en los que pensar no constituyera un delito. Introdujo el método especulativo y racional en el irracional y dogmático credo. Y logró por fin que- la vieja máquina saltara por los aires, en pedazos. Con lo cual rendía un enorme servicio a los intereses de la nueva derecha. Con todo, es su persuasiva y paciente labor propedéutica lo que posiblemente quedará. En 1969, con la España de Carrero en pleno vigor, Areilza escribía en este periódico un artículo, Los caminos de la verdad que concluía así: Piensan los tecnócratas que existe, en efecto, una verdad absoluta en el orden temporal y que un grupo o clase determinada puede poseer esa verdad y, en su nombre, imponerla a los demás. Tal fue la esencia de los fascismos, teocracia nacionalista de cuya vigencia y resultados la Europa occidental recogió trágica y sustanciosa experiencia en la segunda guerra mundial... En la ecuación de poder que rige a los Estados modernos democráticos funciona la fuerza de la opinión, los intereses, la presión de los grupos, la tensión de las clases y la dinámica cambiante de la sociedad. También funcionan los partidos o asociaciones ideológicas. Lo único que no rige en ellos es el concepto de la verdad, la búsqueda de la verdad El hombre de nuestro tiempo es demasiado avisado, demasiado experto para caer en ese trasnochado dogmatismo que diga: Nosotros y sólo nosotros somos los poseedores de la verdad Darío VALCÁRCEL

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