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ABC MADRID 22-07-1997 página 3
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ABC MADRID 22-07-1997 página 3

  • EdiciónABC, MADRID
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EDITADO POR PRENSA ESPAÑOLA SOCIEDAD ANÓNIMA 22 DE JULIO DE 1997 FUNDADO EN 1905 POR DON TORCUATO LUCA DÉ TENA L deporte de competición domina hoy todo el mundo en torno nuestro, más que nunca. Ronaldo, Raúl, Arancha y los demás son los verdaderos héroes de nuestro tiempo: en fama, en fervores y en dinero, que es como se miden estas cosas. Muchos se indignan y todos caemos a veces en esa tentación: hasta sospechamos si no estaremos ante una moda que se favorece desde las alturas para que el personal no piense en otras cosas. Recuerdo que, cuando el simposio sobre Las Humanidades Clásicas y el mundo actual que celebramos el pasado febrero, TV española nos hizo una entrevista a Muñoz Molina y a mí. Nos pusieron, cortadísimos, en la 2, en el programa local, mientras el lugar de honor en la 1 era para no sé qué entrenador de fútbol no muy elocuente. Otra vez, sobre Humanidades, me pusieron a las nueve de la mañana; ahora, sobre mi Historia de la democracia a la una de la madrugada. Son las horas culturales, parece. En la Antigüedad ya ocurría lo mismo: pensadores como Jenófanes o Eurípides bramaban contra los atletas, que se llevaban todos los honores. Conio los griegos no eran modestos, el primero decía aquello de no siendo digno como yo de un atleta vencedor en los Juegos y premiado por su ciudad. Pero nada sucede sin causa y quizá sea más inteligente tratar de buscar esa causa. El thaumázein el admirarse, es según Aristóteles el origen de toda reflexión y toda ciencia. Prescindiendo de la explotación interesada del fenómeno por negociantes y políticos, tiene que haber una raíz profunda. Yo la resumiría así: el hombre de hoy, más aún que el de otros tiempos, necesita héroes. Para admirar en eHos 10 que él no puede ser, para sentirse envuelto y protegido en su culto para vivir la gloria de la acción y del riesgo, aunque sea como espectador. Y puesto que ya no hay héroes guerreros salvo en los libros de historia y las películas americanas, se agarra a su más claro sucesor: el héroe deportivo. Los héroes guerreros griegos, tales los de la llíada eran al tiempo héroes deportivos (en ese poema se nos narran los primeros Juegos de la historia) y héroes cazadores. Y a lo largo de la historia de Grecia el héroe deportivo ocupó, en los Juegos, un lugar de eminente prestigio: aristócratas y reyes se lo disputaban. Estaba casi a la altura del héroe guerrero. La esencia era la misma: era el hombre que osaba donde otros no osaban, que aceptaba la acción con sus riesgos. Su lema era el de ser siempre el primero y superior a los demás del Aquiles homérico. El gran riesgo no admite al cobarde. Si se es mortal, ¿a qué consumir en la oscuridad una vejez sin gloria, ajena a todo lo que es bello? hace decir Píndaro a Pélope, que se enfrenta a un riesgo de muerte en la carrera de carros con Enómao. El héroe deportivo, como el guerrero, bus- ABC caba el kléos la fama, incluso al riesgo de la muerte. Y su enfrenfamiento era civilizado, con reglas. Y daba honor a sus seguidores y a su ciudad y su estirpe. Las gentes se asimilaban a él en el triunfo, le lloraban en la derrota. Frente a la vida trivial y monótona, conformista, de todos los días, era como una luz, una guía, -un estímulo, un orgullo, un escape, una compensación. Y esto no sólo en Grecia. En países como Inglaterra y España los reyes y los nobles hacían la guerra y hacían deporte y caza. Ahora que no hacen ya la guerra, siguen, practicando la caza. Y el deporte, desde el de los caballos al tenis, el golf, el esquí, la náutica y los demás. Nada ha cambiado en lo fundamental. Ha cartibiado la jerarquía de los deportes (el de la pelota no era muy considerado, un día hablaré de eso) hay otros nuevos: pero la esencia es la misma. Para que un deportista o un equipo nos arrastre necesitamos una previa compenetración con él, unos nombres señeros, que algo importante esté en juego. Un encuentro anónimo nos aburre. Y después de todo, que la recompensa sea una ramita de laurel u olivo (hasta de perejil) o sea millonaria, es secundario. El dinero lo que hace, fundamentalmente, es simbolizar y aun cuantiñcar la gloria. El hombre necesita acción: si no la propia, la de otros, a la que se asimila. Por eso disfruta contemplando las competiciones deportivas, leyendo o viendo novelas o películas de sexo y violencia. Pero todas las filosofías, todas las religiones sustituyen el idealde la acción, que es peUgrosa por necesaria que sea y está expuesta al error y elfracaso, al azar, por el de la virtud o la moderación, el acuerdo. Y la vida humana está trabada por una DOMICILIO SOCIAL J. I. LUCA DE TENA, 7 28027- MADRID DL: M- 13- 58. PAGS. 120 E EL HÉROE DEPORTIVO 11 Promoción especial daño incluida) IVA Incluido. Información: 856 11 00 Casino Gran Madrid verano 97 Cena Bufé: 2.675 Ptas. Se requiere D. ISI. I. Carné de. Conducir o Pasaporte. Casino Gran Madrid Autovía A 6 (Madrid- A Coruña) Km 29- Torrelodones cuadrícula de reglas, de compromisos, de mediocridad, a la que hay que ajustarse si no se quiere acabar mal. Se vive, en buena medida, de no hacer, de no darla cara. Y el deportista la da. Por eso arrastra. Claro que queda el amplio conflicto de la vida humana, de la lucha en la política o en los negocios o en varios ideales. Hay dramatismo en ello: pasión, adhesiones, rechazos. Podría decirse, invirtiendo aquello de Clausewitz de que la guerra es continuación de la política con otros medios, que la política es continuación de la guerra con otros medios, más civilizados se supone. La democracia intenta hacerla menos peligrosa. Pero toda vida humana es un entramado entre dramático (trágico o cómico) y mediocre. También los grandes negocios, el libro de lacocca es como un drama. Entre mil guerras grandes y pequeñas nos debatimos, guerras de resultado incierto y cambiante. Hace falta un historiador o un dramaturgo o un novelista para darles significado, extrayendo la almendra de la cascara. Y ello, cuando todo ha acabado y es demasiado tarde. Sí, hay el héroe en el que puede soñarse. Pero ya no es tiempo de héroes. El hombre común prefiere algo más próximo, más simple y claro, algo que no ponga en riesgo la vida humana, algo a lo- que pueda asimilarse, algo aparte de la vida común, sin sus arrastres a veces miserables. Algo limpio y tajante: goles o tantos bien tangibles y contables. Esto es el deporte o lo que se ve en el deporte. Hay en él drama, pero sólo el necesario: si el ídolo o el equipo caen (y caen sus seguidores) pueden levantarse en el próximo torneo, en el próximo partido del siglo Y hay fáciles consuelos: la suerte, el presidente, el entrenador, el arbitro... El deporte está, en teoría al menos (se entremezcla a veces lo humano) en otro plano que la vida común, que por un rato olvidamos: el de la acción caballeresca, sin trabas opresivas. El del triunfo, el de la gloria. Y tantos y tantos se sienten incorporados a ese plano por ésa vía mediática, por esa asimilación. De ahí su alegría y su dolor, según las ocasiones. Pero siempre quedan ocasiones. Claro que el intelectual y el político siempre sentirán celos: siempre no, a veces se transforman en seguidores del deporte. Ellos representan mundos distintos, sin duda más trascendentales. Pero el hombre común, y aun el que no es común, prefiere sumergirse de cuando en cuando en ese otro mundo de la acción idealizada y simple, sin palabras. Asimilarse a ese- héroe joven, bello, potente, arriesgado que él quisiera ser. Hasta se casa con la princesa, como Teseo o Jasón. Al menos, quisiera serlo algún rato, para tomarse un descanso de su vida. Francisco RODRÍGUEZ ADRADOS de la Real Academia Española

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