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ABC MADRID 09-11-1996 página 62
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  • EdiciónABC, MADRID
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62 ABC XVI PREMIOS PRINCIPE DE ASTURIAS SÁBADO 9- 11 96 Marías: El abandono de las Humanidades en la educación nos puede hacer retroceder a un primitivismo inquietante E L gran honor de haber recibido el Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades me ha movido a reflexionar sobre el puesto que han ocupado en mi vida y, más aún, acerca de la significación que tienen en el mundo actual. No sólo mi obra intelectual entera se mueve en ese ámbito, sino que en 1948 fui cofundador, con mi gran maestro Ortega, del Instituto de Humanidades; y después de su muerte, entre 1960 y 1969, dirigí un Seminario de Estudios de Humanidades, con la colaboración inmediata de Pedro Laín Entralgo, Enrique Lafuente Ferrari, Rafael Lapesa, José Luis Aranguren y Melchor Fernández Almagro. Entre sus miembros más jóvenes se contaban figuras que hoy son relevantes, como Gonzalo Anes, Helio Carpintero, Miguel Martínez Cuadrado, Eduardo Martínez de Pisón, Carmen Martín Gaite, Francisco Aguilar Piñal, José María López Pinero y otros que merecerían igualmente ser recordados. ERO lo más interesante es el puesto excepcional que las Humanidades representan. en la cultura española de todos los tiempos, y muy en especial en el siglo XX. Se ha hablado del medio Siglo de Oro y creo que si se hacen bien las cuentas resultará un siglo entero; y dentro de él las Humanidades aventajan con gran diferencia a todas las demás disciplinas. Lo cual tiene un interés cuyo alcance rebasa los límities de nuestro país y tiene una significación univiersal, que con frecuencia se pasa por alto. Humanidades quiere decir disciplinas de lo humano Nuestra época ha descubierto y explorado esa realidad que es la vida humana y el método adecuado para comprenderla. La indagación sobre la vida humana y la persona requiere categorías y conceptos que corresponden a su forma de realidad, que es radicalmente distinta de la de las cosas. Los conceptos que han permitido la formación de las ciencias de la naturaleza, que tan formidable éxito han tenido en la Edad Moderna y han hecho posible la maravillosa técnica de nuestro tiempo, no sirven para entender esa otra forma de realidad que es la humana, y en esto radica el relativo fracaso de las disciplinas de lo humano, que casi siempre han sido plantea- La ciencia y la filosofía llevan más de dos mil años preguntando ¿qué es el hombre? cuando las preguntas radicales y necesarias son ¿quién soy yo? y ¿qué va a ser de mi? das desde una perspectiva errónea, porque ha desconocido la forma de realidad que les pertenece, y que difiere radicalmente de la de las cosas La lengua distingue admirablemente entre qué y quién algo y alguien nada y nadie He señalado la finura de la lengua española, que construye con la preposición a el acusativo de persona (he visto a Juan, amo a Isabel, frente a he comprado un libró, he roto un vaso) sin embargo, la ciencia y la filosofía llevan más de dos mil años preguntando ¿qué es el hombre? cuando las preguntas radicales y necesarias son: quién soy yo? y ¿qué va a ser de mí? Y no se puede encontrar respuesta si se ve al hombre como cosa, meramente real y presente, aunque se añada una condición específica. Hay que descubrir y conceptuar esa realidad extrañísima que es la persona yo o tú real e irreal a la vez, proyectiva, imaginativa, argumental, que incluye el futuro inseguro. El reduccionismo dominante, que cosifica al hombre, lo ve como una cosa muy particular, como un mero organismo, si es posible como una realidad inorgánica, impide comprender lo humano y conduce a una vía muerta del conocimiento. que se reaccione pronto y se restablezca la perspectiva adecuada. En casi todos los países, y desde luego en España, la educación ha abandonado casi enteramente los estudios de Humanidades, con peligro de que se retroceda a un primitivismo inquietante, a lo que he llamado una invitación a la prehistoria ratura, gran instrumento de conocimiento de la vida humana, de interpretación de la condición propia del hombre, es decir, del varón y la mujer, de su mutua referencia esencial, de sus posibilidades y sus esperanzas, artífice capital de su perfeccionamiento. T P L E L predominio de esta tendencia es la causa de la decadencia que nos amenaza, que mi inveterado optimismo me lleva a calificar de evitable con la condición de A presión milenaria de los conceptos aptos para entender las cosas ha obturado la capacidad de pensar esa otra realidad, absolutamente original e irreductible, que es la persona humana. Es menester un gran esfuerzo intelectual para cambiar de perspectiva, para crear todo un sistema de categorías y conceptos que sean fieles a la forma de realidad que somos nosotros los humanos, lo que, por cierto, nos permitiría ser dueños del conocimiento de la naturaleza y de su fabulosa consecuencia, la técnica científica, honor de nuestro tiempo, con la condición de estar por encima de ella, de usarla para la vida humana y plegarla a sus exigencias, en lugar de dejarse dominar y arrastrar por ella. Ese campo que llamamos Humanidades o disciplinas de lo humano no se reduce a las lenguas clásicas, aunque en ellas se encuentren las raíces de la cultura occidental, sino que comprende la filosofía, la historia, el hecho inmenso del decir humano, del lenguaje y las diversas lenguas, de las estructuras sociales; y no menos la lite- ODO eso son las Humanidades, y es un acierto de los Premios Príncipe de Asturias el haberles reservado un lugar propio en sus programas. El abandono u olvido de ellas significaría una infidelidad a lo que ha sido más creador en España, no sólo en el conjunto de su historia, sino en el siglo que va pronto a terminar, y que será recordado en el futuro por sus aportaciones creadoras a los diversos campos que he mencionado. Hace poco tiempo, el Colegio Libre de Eméritos estudió el legado cultural de España al siglo XXI; la porción predominante de ese legado correspondía a las Humanidades. Ha sido frecuente entre nosotros la vocación para ellas; la vocación es la condición de la capacidad creadora; sin ella puede cultivarse una disciplina, conocer sus resultados, acaso prolongar en alguna medida los existentes; no cabe esperar la renovación de sus principios, el descubrimiento de nuevos horizontes, lo que en la medida de las posibilidades humanas puede llamarse, con evidente exageración, creación O empecé mis estudios con viva afición a las ciencias de la naturaleza y con su estudio empecé en la Universidad; pero al mismo tiempo sentí una oscura llamada hacia las Humanidades, y concretamente hacia la filosofía. Descubrí que ésta era mi verdadera e irrenunciable vocación; a ella y a lo que es inseparable de sus exigencias he dedicado mi vida. Prefiero no hacer la cuenta de sus modestos resultados, de los hallazgos que hayan podido recompensar mi esfuerzo. Acepto, sí, que la Fundación Príncipe de Asturias haya querido, generosamente, premiar lo único que puedo presentar; una larga y constante vocación, mantenida, como ello requiere, en circunstancias frecuentemente difíciles, que no autorizaban ni justifican el desaliento. Y Juüán MARÍAS de la Rea! Academia Española

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