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ABC MADRID 19-04-1996 página 3
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ABC MADRID 19-04-1996 página 3

  • EdiciónABC, MADRID
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EDITADO POR PRENSA ESPAÑOLA SOCIEDAD ANÓNIMA 19 DE ABRIL DE 1996 ABC Veía lo negativo y le dolía- no, como tantos, que se complacen malignamente en ello y desearían que fuese más, quizá todo le dolía desde el amor y el apego, le dedicaba su atención, su tiempo, su talento, sus emociones. A eso llamo generosidad que derramaba sobre todo lo que alcanzaba, incluso sobre las cosas inanimadas. Y no digamos cuando se trataba de personas, desde los autores de los innumerables libros que había leído- hasta sus noventa y cuatro años, sin gafas y con emoción- pasando por los que nos hacía descubrir y amar, pero también las viejas de pueblo, los hambrientos y doloridos de Lebrija, los labrantines o pastores de todas las regiones españolas y de todos los tiempos. Se podría temer- sería tan humano- que su generosidad se limitara a los que no tienen nombre conocido, o acaso a los muertos, que no hacen sombra porque están bajo tierra. Pero no era así. Con la misma generosidad escribía sobre el Poema del Cid o Gonzalo de Berceo o el Arcipreste de Hita, o Cervantes, Quevedo, Lope de Vega, Calderón, Tirso de Mohna; sobre el Lazarillo de Tormes o Saavedra Fajardo, sobre Jovéllanos o el Duque de Rivas, o Larra, o Valera, o Castelar. Pero también sobre los más próximos, sus compañeros de generación- se ha recopilado un volumen entero dedicado a Baroja- y sobre los muy jóvenes, que representaban el futuro, los que lo iban a suceder y acaso desplazar! En 1929 escribió largamente, con asombrosa perspicacia, con elogio incontenible, con entusiasmo, sobre los poetas que esta- DOMICILIO SOCIAL J. I. LUCA DE TENA, 7 28027 MADRID DL: M- 13- 58. PAGS. 192 FUNDADO EN 1905 POR DON TORCUATO LUCA DE TENA REO que cada persona tiene un rasgo capital en torno al cual se ordena el conjunto de su personalidad. Es algo de lo que esa persona se siente más próxima, aquello en lo que se apoya en los momentos decisivos de su vida, con lo que tiene mayor intimidad. En cierto modo es la clave de cada uno de nosotros; y digo clave porque no refleja ni resume la inagotable realidad de aquello en que consistimos, sino que es precisamente la llave que permite la entrada en ella, la puerta de acceso al arcano que es toda persona. ¿De cuántas conocemos ese rasgo decisivo? Por falta de curiosidad, porque nuestra atención resbala, por dificultad de conceptuación, es improbable que poseamos la secreta entrada en la última realidad de hombres o mujeres que nos son muy próximos. Cuando se trata de figuras públicas- escritores, artistas, políticos- cuyas acciones y obras son accesibles, el mejor método de conocimiento sería el descubrimiento de esa dimensión característica y reveladora. Empecé a leer a Azorín apenas salido de la niñez. Lo he leído siempre, y lo sigo leyendo y releyendo, cada vez más. Tuve la fortuna de tener su amistad durante veinticinco años. Ahora se dice que se le lee poco- en parte por la dificultad de encontrar sus libros, todavía más por el empeño que algunos ponen en que no se le lea- No estoy lejos de pensar que sea el autor más rico y enriquecedor de los geniales escritores de la generación del 98. Lo cual significaría que la deficiencia de la posesión de su obra es una extraordinaria pérdida. ¿Para los españoles? Por supuesto: ningún escritor de nuestro tiempo ha estado tan íntegramente vuelto sobre la realidad de España, la ha recreado e interpretado como él. Pero no sólo para los españoles, sino para todos los que hablan nuestra lengua, que en Azorín alcanzó una de sus cimas; todos llevan dentro ese origen, fondo de su realidad propia y vínculo entre sus diversas modalidades, que les hace participar en un mundo coherente de excepcional riqueza, sobre todo en lo decisivo: en posibilidades. Pues bien, si no me engaño, el rasgo capital de Azorín, el que pone de manifiesto quién era, es la generosidad Desde su modestia, rayana en la humildad, volvía sus ojos con amor hacia todo lo que encontraba. Nada le parecía desdeñable. No sólo los paisajes, sin excepción, aun los menos famosos, los más desatendidos, que supo percibir y mostrar como nadie; igualmente las ciudades, los pueblos, cada detalle de eUos, las formas de la vida, los oficios, los testimonios del pasado, los inventos; la historia entera, con sus altibajos, sus glorias y sus errores, sus culpas, sus deficiencias. c LA GENEROSIDAD DE AZORIN i- Símbolo de distinción AUTOMÓVILES iSdnme ¿perrero P San Francisco de Sales, 12 Madrid- Tel. 442 83 99 ban empezando: Pedro Salinas, que acababa de publicar Seguro azar Jorge Guillen, recién aparecido con Cántico en 1928; y Rafael Alberti, no ya en sus primeros hbros de poesía, sino en Sobre los ángeles el más maduro y perfecto, publicado en ese mismo año 1929. Escribía para los lectores españoles y para los hispanoamericanos en La Prensa de Buenos Aires, y con el mismo ánimo seguía lo que se escribía al otro lado del Atlántico. Y su actitud abierta se extendía a las literaturas que conocía bien, sobre todo la francesa, de la que era lector incansable, desde los poetas medievales hasta sus predilectos Montaigne y Racine, y los más recientes. No sé si se tiene idea en Francia de la generosidad que con ella usó Azorín. Un profesor americano de Oklahoma, mi amigo James H. Abbott, lo estudió muy bien hace bastantes años. Y eso que se llama el conformismo de Azorín, y que tanto se le reprocha- principalmente por los que lo han ejercido o lo ejercen sin medida- tenía su raíz en la generosidad. Azorín miraba todo con deseo, a veces con vehemente afán, de encontrar lo valioso. Y casi siempre lo encontraba, porque la realidad tiene esa condición, aún en los casos en que está aliada con elementos negativos y dignos de repulsa. Hay personas que, ante la más excelsa perfección, tienen la irreprimible necesidad de encontrarle el defecto, lo negativo, el gusano escondido. Azorín pecaba de la tendencia contraria, y buscaba lo que pudiera estimar, aunque tampoco cerraba los ojos ante lo que se resistía a ello. Esto es lo que no se le ha perdonado a Azorín. Los rencorosos y los resentidos- variedades de una deformidad humana muy compleja e increíblemente dañina- no han podido soportar la actitud generosa de Azorín. Su amor a la realidad- hasta donde ella lo permite- era su gran pecado. ¿Cómo se atrevía a buscar lo bueno, a potenciarlo, a mostrarlo, para que los demás pudieran compartirlo con él? Cuando leo y releo a Azorín, siento, por supuesto, admiración; reverdece en mí el recuerdo de tantas conversaciones, de las que siempre salía animado, enriquecido, con algo nuevo que no poseía antes, con una visión más certera de algo en lo que no había reparado suficientemente. Pero predomina en mí algo todavía más importante y más hondo, quizá lo más noble que es dado al hombre, que merece compasión por los que carecen de ello: gratitud. Acaso es el reverso de la generosidad. Julián MARÍAS de a Rea Academia Española

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