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ABC MADRID 07-03-1996 página 3
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ABC MADRID 07-03-1996 página 3

  • EdiciónABC, MADRID
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EDITADO POR PRENSA ESPAÑOLA SOCIEDAD ANÓNIMA 7 DE MARZO DE 1996 FUNDADO EN 1905 POR DON TORCUATO LUCA DE TENA CABA de morir José López Rubio. Precisamente en un momento de tensión política en España, en el que se siente una imperiosa, casi angustiosa necesidad de civilización, tal vez lo más urgente. Y he pensado que López Rubio era un ejemplo eminente de esa condición, que me atrevería a llamar virtud. Era im escritor, y parece que la civilización debe ser un ingrediente obligado de esa profesión, pero por desgracia no se puede contar automáticamente con eUo. José López Rubio había nacido en 1903; había cumplido ya los noventa y dos años. Su salud flaqueaba hace tiempo, vivía muy retraído, ni siquiera deseaba recibir visitas, acaso por consideración a sus amigos, por un refinamiento de esa cortesía que era im rasgo primordial de su persona. Tuve muy larga amistad con López Rubio, desde cuando yo era bastante joven y él estaba aún lejos dé la vejez. Era buen lector suyo, y ocasional espectador de su teatro. Tengo la primera edición, casi inencontrable, de su vieja novela Roque Six que data de 1928. Su interés por el cine, su conocimiento de él, su participación en la actividad de Hollywood cuando era un nombre fulgurante, son bien conocidos. Hace ya muchos años, le pedí que interviniera en una mesa redonda, y allí explicó, con singular gracia y talento, lo que fue en ese mundo la terrible depresión de 1929, cómo se salvó a fuerza de generosidad y fraternidad, que permitía ir al cine sin pagar la entrada, firmando para hacerlo cuando fuera posible, o comer en im restaurante pagando con un cheque sin fondos, a reserva de que un día los hubiera. Era conmovedor ver cómo López Rubio se alegraba al evocar aquellas conductas, en que la bondad se unía a la inteligencia, en que la buena voluntad coincidía con el acierto. Tuve el mayor interés en hacer que se conocieran José López Rubio y mi gran amigo Eduardo M ea, el gran escritor argentino que tem a tantas afinidades personales con él. Era otro modelo de cortesía, finura, delicadeza, caballerosidad; en suma, de civilización. Ambos coincidían en no ser enteramente de este mundo -según la admirable expresión que me comunicó una vez el hispanista Edmimd y que desde entonces adopté- No eran ambiciosos, esa actitud tan fatigosa; eran escritores de vocación, no agentes de nada; incapaces de dar codazos, de pedir ni buscar puestos ni fama, estaban expuestos a ser relegados u olvidados, como sucedió a Mallea incluso antes de su muerte. BC DOMICILIO SOCIAL J. I. LUCA DE TENA, 7 28027- MADRID DL: M- 13- 58. PÁGS. 200 A UN EJEMPLO DE CIVILIZACIÓN Cuando López Rubio fue elegido miembro de la Real Academia Española en J 982 e ingresó el año siguiente, tuve gran alegría y ese alivio que produce la justicia, compensación de las impresiones penosas que no faltan en la vida. José López Rubio no era un gran escritor, y nunca pretendió pasar por tal. Era un excelente escritor, con adnnirable sentido teatral, dueño de una prosa limpia, esmerada, ingeniosa, elegante. ¿A cuántos escritores pue den aplicarse estos cuatro adjetivos? Creo que no son desdeñables; sobre todo si van juntos, si componen un estilo. En el caso de José López Rubio no se trataba solamente de estilo literario, sino ante todo personal. Esos adjetivos convenían rigurosamente al hombre que ha sido hasta hace unos días. Por él y por su obra era forzoso sentir una profunda estimación sin mezcla, sin atenuantes ni restricciones- lo que no es demasiado frecuente- Valdría la pena hacer las cuentas de las estimaciones qué sentimos, con sus grados y sus matices. No para hablar de ellas, sino para nuestro uso privado, para saber de verdad lo que somos y cómo vemos el mimdo humano que nos rodea. Estoy seguro de que todos los que han conocido a López Rubio tienen la impresión de haber perdido algo valioso, una parcela particularmente grata de la convivencia, sin estorbos, sin descontentos, sin tener que pasar por alto nada que fuese un factor de perturbación. El género capital que cultivó fue el teatro, y tiene el inconverüente que las representaciones, por los azares de las compañías y las modas, no son firecuentes, y pueden relegar a im autor al olvido. Celos del aire Alberto La otra orilla se han salvado de él, pero gran parte de la obra de López Rubio ha quedado reducida a la lectura, que para el teatro es siempre insuficiente, aunque en su caso la situación es favorable, por la belleza literaria de sus textos y su ingerüo, que persisten incluso sin la plena encamación del escenario. Y no puedo olvidar la dedicación de Pepe López Rubio al cine, después de haber absorbido en su larga permanencia en un Hollywood fantásticamente creador, en convivencia con los grandes directores y directores de un decenio glorioso, la experiencia inmediata del mejor cine en estado naciente. Hace medio siglo dirigió películas como La Malquerida Pepe Conde Sucedió en Damasco que pocos han visto después. Y nunca perdió el gusto por ese arte, el más propio y creador de nuestro tiempo. Tal vez, por ser obra compleja, que se hace en equipo, combinada con ima industria, no se avenía del todo con el carácter de López Rubio. A pesar de su atractiva convivencia, de su inclinación a la amistad y la conversación, era en el fondo un solitario. Recuérdense sus larguísimas residencias en. El Escorial, entre el hotel y el Monasterio, con pocos amigos, agustinos unos, otros visitantes que le Uegaban de Madrid. Y su reclusión de los últimos años, en excesivo aislamiento; vejez, mala salud, se. dirá; sí, pero a las condiciones, incluso azarosas, de la vida, se reacciona de diversas maneras, según es el núcleo último de la persona, su más verdadera vocación. Pocos hombres he conocido que hayan tenido más y mejores amigos que López Rubio, de más fácil trato, en Hollywood o en Madrid. Se sintió fuertemente vinculado a xm grupo de sus coetáneos, los que llamó La otra generación del 27 -la porción que suele olvidarse de los que nacieron en tomo a 1901- pero a última hora se refugió en su soledad. Converso con el hombre que siempre va conmigo -escribió Antonio Machado, y añadió que el que lo hace espera hableur a Dios un día ¿Sería esta la clave de la volvmtaria retracción de López Rubio, de la conversación al silencio? Salía de él, cordial y gozosamente, incluso por teléfono, y reanudaba alegremente el uso de la palabra. Pero volvía a su soledad habitual, al diálogo consigo mismo, a las pregimtas que sin duda se hacía y no conocemos. En los últimos años, a la espera; probablemente también a la esperanza. Julián MARÍAS de la Real Academia Española LLAMA Y PRUÉBALOS Nuevos Renault Mégane y Mégane Coupé 900 100 500 RENAincr gEwmtos

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