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ABC MADRID 21-02-1996 página 3
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ABC MADRID 21-02-1996 página 3

  • EdiciónABC, MADRID
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EDITADO POR DOMICILIO SOCIAL J. L LUGA DE TENA, 7 28027- MADRID DL: M. 13- 58. PÁGS. 128 PRENSA ESPAÑOLA SOCIEDAD ANÓNIMA 21 DE FEBRERO DE 1996 FUNDADO ESy 1305 POR DON TORCUATO LUGA DE TENA O hace muchos días aparecía en estas mismas columnas un artículo mío que titulé Dos modelos recusables Ante el tono ya adquirido por la pre- campaña electoral, intentaba en él salir al paso de la demagogia y de la insinceridad- inevitables, por lo visto, en estas lides, pero que yo hubiera querido ver sustituidas por la templanza y por la verdad Y lamentaba, por ejemplo, cierta afirmación del presidente del Gobierno, según la cual la política social de los seguidores del PP se reduciría a una apelación a la caridad cristiana a secas. Me remontaba yo a los comienzos de la legislación laboral en España- coincidentes con el despuntar de nuestro siglo- precisamente por obra del partido conservador de aquel entonces, en línea que culminaría- a través de una naciente democracia cristiana -en la doctrina y la gestión de Manuel Giménez Fernández, figiura respetada y ensalzada hoy día por los mismos líderes socialistas. Mejor o peor, el artículo en cuestión me ha proporcionado la satisfacción de muchas y cálidas felicitaciones. Pero también he recibido dos cartas -anónimasen que se me acusa de falsear, o de mutilar la verdad histórica, porque no me reñero a la política social del régimen franquista. Reproduzco aquí el texto de la más extensa: Creo que lo que usted dice, sobre ambos modelos que recusa, no sólo Uustra el hecho de que tiene usted ima cabeza que discurre y bien informada, como ya habíamos visto los lectores de usted en otras cosas suyas, sino hasta qué punto se recortan hoy las verdades más grandes por necesidad política. Porque es imposible que im hombre enterado e inteligente como usted sólo se acuerde de Pastor, Dato y Giménez Fernández al hablar de la cuestión social. Es imposible que usted crea, como dice, que la legislación laboral culminó en la II República. Para mí es seguro que usted sabe de sobra quién promulgó aquí una auténtica legislación laboral y de seguridad que transformó prodigiosamente la situación de los trabajadores españoles... Pero usted hace como si lo ignorara porque no se atreve a decirlo. Y no se atreve con toda la razón del mundo, señor Seco Serrano, admirado y prudente profesor a quien saluda muy atentamente, otro que tampoco se atreve a firmar esto Pero, mi querido y prudentísimo objetante, en mi artículo aludido yo no estaba haciendo una síntesis histórica de la legislación social en España (tampoco hablaba en él de las leyes sociales promulgadas por los socialistas- Largo Caballero- durante el primer bienio republicano) Simplemente pretendía poner de relieve el hecho de que la política social de los conservadores, en N RÉPLICA CORDIAL A UN OBJETANTE ANÓNIMO España se puede remontar a fecha tan lejana como los comienzos de este siglo, iniciando una línea que, a través de Giménez Fernández y su democracia cristiana ya en plena República, ha sido estimada y respetada por el propio Felipe Goitzález- discípulo, andando los años, del ilustre catedrático y político sevillano- En modo alguno trataba yo de negar o de ignorar la política social desplegada por la dictadura: tan es así que si usted me ha hecho el honor de leer, como dice, otras cosas mías, quizá conocerá mi obra España contemporánea. La República. La Guerra. La España actual que editó el Instituto Gallach, y cuyas últimas ediciones son posteriores al final del régimen de Franco. Allí quedó registrada su legislación social, cuyo mérito no discuto: por prudencia no he traicionado nunca mi buena conciencia de historiador (otra cosa es que la censura de aquel tiempo me impidiese pubñcar cuanto yo tenía escrito para reflejar lo que fue la retaguardia llamada nacional durante nuestra nefasta guerra civü) Ahora bien, y ima vez puestos los puntos sobre las íes en lo relativo al alcance de mis afirmaciones contenidas en el artículo de marras, qmsiera ahora subrayar que hay ima diferencia básica entre la inspiración cristiana que fue siempre guía en la conducta y en la insólita obra de Giménez Fernández, y la de los cruzados de 1936. Giménez Fernández, cuyos proyectos de legislación social le valieron la oposición encarnizada de muchos de los que luego figurarían en la cruzada de uno de ellos, de cuyo nombre no quiero acordarme, es bien sabido que replicó al esforzado ministro de Agricultura, cuando éste amparaba sus textos en la doctrina social de la Iglesia y en las encíclicas papales, que si aquello era lo que exigían los cánones de la Iglesia tendría que ir pensando en hacerse cismático griego se esforzó luego, hasta las vísperas de la catástrofe- rebelión militar; represión inmisericorde en la retaguardia azul revolución tercennundista en la retaguardia roja por evitar la fatal ruptura. Cuando se convenció de que no había medio de interponer criterios de templanza civilizada entre los cainitas de uno y otro campo, se marchó a Sevilla, con el alma destrozada por lo que veía venir. Hizo entonces una patética declaración, que define, mejor que muchas páginas de investigación histórica, lo que supuso aquella coyuntura extrema para quienes, ateiúdos a una auténtica definición de liberalismo moral o de centro político sincero, se convirtieron automáticamente en polarizadores de la doble e implacable ofensiva de unos y de otros: Me cabe la satisfacción de haber agotado todos los recursos para evitar la catástrofe que se avecina. Suspendo la actividad política y me marcho a mi casa... donde esperaré a los que vayan allí para cortarme el cuello Y en efecto, por los pelos se salvó, semanas después, de im ajuste de cuentas falaiigista, en los días terribles del glorioso alzamiento Sabía, por lo demás, que si el turbión le hubiera cogido en campo republicano (es un decir) la alternativa habría sido el paseo y el fusilamiento. No discuto- los méritos de la poKtica social del régimen franquista: pero era el reverso positivo de una situación basada en la condena de ima España por la otra; del maniqueísmo que puede ser calificado de cualquier cosa menos de cristiano. Y esa actitud maniquea- que exigió siempre, inapelablemente, la exclusión de media España- neutralizaba las virtudes de una legislación social que no se veía acompañada por la voluntad integradora, superadora de los odios en que se gestó el conflicto fratricida. Más aún: cuando la propia Iglesia española- la del nacional- catolicismo ya abandonada, por influjo tardío del Concilio Vaticano II, su explicable (pero también injustificable parcialidad política, rectificó, inclinándose decididamente a favor de una auténtica y definitiva reconciliación en libertad, no dejaría de suscitar, en los reductos recalcitrantes enquistados en sus propias filas, reacciones tan feroces como la que im día reflejó- en fotografías difundidas por toda la Prensa- aquel inconcebible cartel, enarbolado por manifestantes entre los que destacaba cierto sacerdote fundamentaüsta -de cuyo nombre tampoco quiero acordarme- y que decía: Tarancón, al paredón Política social y política conservadora no son términos antagóiücos, si los miramos desde el ángulo de visión de un Giménez Fernández: con im espíritu justicialista de inspiración cristiana tan amplia que ante todo reclama integración: integración en la paz. Deseo creer que el compromiso político de nuestra actual derecha- la derecha que viene -responde, como la actitud de la Iglesia española actual, a esa misma visión: algunos discursos recientes de José María Aznar afirmando que quiere ser el presidente de todos parecen confirmarlo: ello supone im compromiso con el Estado del bienestar Como escribí en mi artículo tantas veces aludido, ésa puede ser la garantía de que la derecha se ha convertido, en efecto, en un auténtico centro Carlos SECO SERRANO

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