ABC MADRID 19-03-1995 página 96

XXXVI ABC BODA REAL Sevilla se echó a la calle DOMINGO 19- 3- 95 dido que no se lo iban a perder. Antes de las cinco de la mañana ya estaban dando vueltas cerca de la Catedral. Lucía se mostraba contenta porque se había temido que ni siquiera llegando a esa hora iba a poder encontrar sitio, y de hecho las primeras filas frente al Alcázar ya estaban ocupadas. María Victoria, Lucía y Carmen son dos compañeras de trabajo y amigas, y les acompaña la hija de una de ellas, una jovencita que se ha apuntado a la marcha de mamá. Son profesoras de EGB en Olivares, y han cogido su coche y se han plantado en la madrugada sevillana. ¿Y cuándo se va a ver esto otra vez? responden a la pregunta de por qué decidieron darse semejante madrugón. las cuatro de Amadrugada los la mejores sitios estaban ya completamente ocupados. Pocos huecos quedaban tras las barandillas a la puerta de los Reales Alcázares, por donde saldría Doña Elena del brazo de su padre Donde hay más bulla El problema de dónde colocarse es común a todos los que hacen la vigilia porque, ya que uno se decide, lo triste es equivocarse y no estar en el mejor sitio. Mana Victoria, Lucía y Carmen optan por las cercanías del Alcázar, aunque sea donde hay más bulla. Yo es que lo quiero ver todo- explica una de ellas- quiero ver salir a la novia del brazo de su padre, el Rey Don Juan Carlos. Eso es que no me lo quiero perder, pero es que también quiero ver a los invitados, ver cómo van ellas vestidas, eso es de lo más bonito El sitio está claro, porque desde los Alcázares saldrá Doña Elena del brazo de su padre, Don Juan Carlos, y por esa misma Puerta de los Leones tendrán que entrar luego los invitados para asistir al almuerzo. A esta larga noche de espera han acudido muchos sevillanos, pero también mucha gente de los pueblos cercanos y no tan cercanos. Hay una opinión unánime: Aunque sea sólo por el ambiente Cientos de balcones lucían colgaduras con el escudo de Sevilla. Miles de personas aclamaron a los novios, haciendo ondear banderas de España con los retratos de Doña Elena y don Jaime de Marichalar que hay y por ver Sevilla tan bonita, ya merece la pena Mari Sol es una señora de Madrid que se ha venido expresamente a la boda, ¡Oye! ¡Que en Madrid también tenemos mucha marcha! Mari Sol tiene una profesión que le obliga a estar muchas noches en vela. Es coordinadora de trasplantes de órganos, y por eso dice que a mí esto no me cansa. ¡Fíjate! ahora son las cinco y media de la mañana. Llevo levantada desde las siete de la mañana de ayer, pero yo he venido a no perderme nada Desde luego, es de las que llegaron bien tempranito y cogió sitio en la misma confluencia de la calle Santo Tomás con la entrada del Alcázar. Un sitio privilegiado desde el que se ve a la novia salir y entrar a la Catedral y luego el cortejo de invitados. Antes de llegar a tan estupendo puesto, Mari Sol había aprovechado bien su día en Sevilla: He seguido en lo que he podido el programa oficial de los invitados de los Reyes y, por supuesto, he estado ¡Ay, Macarena! V IAJAR hasta Sevilla en el AVE, la expresión máxima de la fulminante España del progreso a todo trapo, el último sueño de la locomoción felipista, siempre es una experiencia curiosa. Como se viaja de espaldas, uno no encara al sur, sino que se despide del norte sin ocasión, como contaban los escritores de antaño, de contemplar paisajes, de contar ovejas, de parar a hablar con lugareños y todas esas cosas que hacían del azar del movimiento un reposado ejercicio de impresiones. Ahora, al ritmo de los nuevos tiempos, sólo podemos dedicarnos a observar el panorama interior del acelerado tubo mecánico. En el tren viajaban al menos Los del Río, y yo esperaba que en algún momento hubiese una avería, como en aquellos años en que los expresos se detenían cada dos por tres, y si viajaba Manolo Caracol, como me contaba mi abuelo, se ponía a cantar para distraer a los viajeros Éste no fue el caso, y nos quedamos con las ganas de disfrutar con las sevillanas dedicadas a la Infanta o con el traqueteo emblemático de su último éxito el himno sublime que guiaba nuestras peregrinaciones por las discotecas hasta hace poco: Dale a tu cuerpo alegría, Macarena Porque uno, todo hay que confesarlo, aparte de para ser testigo de los acontecimientos, también se acerca a Sevilla buscando a Macarena. Las damas se bajan del tren con sus sombrereras, y alguien comenta: Parece que venimos de Mallorca con las cajas de ensaimadas Tras lo cual, todas salen corriendo a pedir hora en la peluquería, preocupadas por el anuncio de que los turnos se otorgarán siguiendo un riguroso protocolo. Las grandes de España hacen recuento para saber a quién le tocará antes ponerse bajo el secador. Yo, por mi parte, me voy a cumplir un rito sagrado: saludar a ¡a plaza de toros de la Real Maestranza: ¡Hola, bonita! le digo, parafraseando al gran Juncal antes de que se me acerque la primera gitana ofreciéndome una ramita de romero Aunque no toree Curro, nadie puede negarse en esta ciudad a rendirse al aroma de la magia. Me lee la mano: Veo en tu vida suerte, una mujer rubia y otra morena. Una te hará reír y otra te hará llorar Sí, ¿pero cuál de ellas es Macarena? pregunto, y antes de que me dé cuenta ya ha desaparecido, y me quedo contemplando las tiendas de recuerdos donde venden vajillas, ceniceros, todo tipo de objetos. Incluso pins y camisetas con la efigie de los novios, mientras la calle es un hervidero de gente, en una explosión radiante que acompaña al clima cálido. Una niña con ojos de color avellana cruza enarbolando una banderita con las caras de Doña Elena y don Jaime. En una esquina, dos jóvenes tocan la guitarra y otro baila embriagado. Por todos lados hay muchachas rubias, muchachas morenas, que te sonríen y hablan con un cosquilleante acento cascabelero. Si la belleza produce vértigo, en Sevilla se alcanza un estado de ingravidez ideal, de asombroso trance nada más pisar sus calles.