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ABC MADRID 19-03-1995 página 68
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ABC MADRID 19-03-1995 página 68

  • EdiciónABC, MADRID
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VIII ABC BODA REAL La homilía DOMINGO 19- 3- 95 Monseñor Amigo: Amaos hasta dar la vida El arzobispo de Sevilla pronunció la homilía, según antigua tradición, sentado en la sede Sevilla. S. R. La catedral sevillana, repleta de gente, estaba recogida en un silencio sacro. El momento de escuchar la Palabra de Dios había llegado. Las lecturas bíblicas se desgranaron una tras otra para exhortar a los novios a la caridad y al respeto recíproco. En esa La liturgia de la Palabra, como es habitual en las celebraciones del matrimonio, estuvo compuesta por tres lecturas, que en esta ocasión correspondieron a un fragmento de la primera carta de San Pablo a los Corintios, un salmo responsorial y un texto extraído del Evangelio de San Juan. De la carta a los Corintios se leyó, el llamado himno a la caridad en el que el apóstol de los gentiles exhorta a la incipiente comunidad griega a mantener entre ellos, ante todo, el amor fraterno, aun a costa de soportar sin límites perdonar también sin límites y encontrar siempre motivos de disculpa para los fallos del prójimo. Las lecturas recogieron textos bíblicos que exhortaban a la caridad y a la misericordia misma línea intervino después el arzobispo celebrante, monseñor Carlos Amigo Vallejo, titular de la sede hispalense. Con tono amable y persuasivo, dirigió su homilía a los contrayentes animándoles a seguir por la senda marcada por el Evangelio, conscientes de que ese es el camino que conduce a la felicidad verdadera. La lectura fue del Evangelio de San Juan, escogiéndose, el fragmento en el que Jesús anima a sus discípulos a amarse recíprocamente, pues el mandamiento del amor será el único distintivo de sus seguidores. Solemnes resonaron en el magnífico marco de la catedral sevillana las palabras leídas por el deán presidente del Cabildo: Como el Padre me ha amado, así os he amado yo. Permaneced en mi amor. Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor. Lo mismo que yo he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor. Texto íntegro de la homilía que el prelado sevillano dirigió a los contrayentes Homilía Sentado en la sede, como mandan las antiguas tradiciones litúrgicas, tranquilo y sonriente, leyendo con calma la breve homilía que tenía preparada, el arzobispo de Sevilla, monseñor Carlos Amigo Vallejo, exhortó a los novios al amor, la primera ley a que están obligados los cristianos. Majestades, queridos hermanos. ¡Entre todas las cosas, lo más grande y lo más duradero y lo más importante es el amor! Pala- Salmo responsorial El salmo responsorial, en cambio, no se dedicó a exhortar sobre las cualidades de tolerancia que debe tener el hombre hacia sus hermanos, sino más bien sobre el amor paciente que Dios siente hacia sus hijos. Los fieles, guiados por el hermano Pablo que ejercía de acólito, repitieron a cada estrofa el estribillo: La misericordia del Señor, llena la tierra Monseñor Amigo recibió en el altar a Don Juan Carlos y Doña Elena Si no tengo amor C ATEDRAL de Sevilla. Doce y media de la mañana del sábado 18 de marzo. Misa de boda. Celebrada por el arzobispo de Sevilla monseñor Carlos Amigo. Se habían dado cita allí las Casas Reales de medio mundo. Y estaba allí casi en pleno el Gobierno de la Nación. Y los representantes de las instituciones políticas. Y de los partidos políticos. Y había también gente sencilla que era solamente amiga de quienes hacían su boda. Y en las calles de la ciudad había enjambres de gentes que esperaban a que el gran suceso de la boda acabase y dejase salir de la catedral de Sevilla a los ilustres invitados. El arzobispo celebrante había manifestado antes de la boda que le daría mucha pena que la celebración de un sacramento tan hondo y trascendental como es el del matrimonio se convirtiera poco menos que en show social. Mucho traje, mucha pamela, mucha flor, mucha música y poca vivencia y poca teología. Pudo temerse algo de esto cuando la catedral se comenzó a llenar de gente venida de fuera y quién sabe si también de lejos. Se hablaba mucho en la catedral y se estaba ajeno al misterio del matrimonio. Pero he aquí que uno sintió que empezaban a cambiar las cosas cuando a la catedral llegó el novio. Pasó un poco como en aquello del Evangelio que cuenta la llegada del esposo a la sala de las bodas y fueron llamadas al amor las vírgenes vigilantes. La catedral de Sevilla dejó de ser lugar de cita social y empezaba a convertirse en centro cristiano que esperaba a dos jóvenes creyentes que querían consagrar su amor y empezar su vida en matrimonio. Que esto era lo que había pedido el arzobispo con palabras mucho más sensatas y discretas que lo que algún periodista aventurero ha querido suponer. Luego entró al templo la novia. Del brazo de su padre. Su padre era el Rey. La novia era Infanta. El novio era un muchacho alto y cristiano al que le saltaba a los ojos la emoción que le invadía. De manera que todo estaba dispuesto para la plegaria y la bendición Y ese aire de plegaria fue el que puso el arzobispo de Sevilla cuando se hizo la señal de laCruz para comenzar la ceremonia. Me dije: esto está salvado. Y lo estaba. Y se vio claramente que allí no iba a haber show que es palabra tan fea. El arzobispo no quiso cambiar a los textos litúrgicos ni un ápice ni una coma. El arzobispo hizo del matrimonio de la pareja el mismo sagrado misterio que se hace con cuantas parejas se acercan al altar para consagrar su amor. Quizás por eso fue bellísimo que en toda la ceremonia la palabra amor fuese la que más recursos tuvo. Los novios habían elegido la lectura de San Pablo que es de lo más bello que hay en la Escritura. La homilía de monseñor Carlos Amigo fue- si él me lo permite- una bellísima homilía franciscana, que ya se sabe que el amor es síntoma y pasión del mejor franciscanismo. Y aquí es donde el matrimonio cristiano alcanza su dimensión más honda. Porque Dios ha puesto en el matrimonio lo mejor de sí mismo. Y el matrimonio, por esta presencia de Cristo en él ya no es sólo de los esposos. Vi la ceremonia en la televisión. Diré que la televisión nacional estuvo sembrada. Diré que las imágenes argumentadas por Pilar Miró fueron unas imágenes que potenciaron al máximo la profundidad de la ceremonia. Ni un fallo. Ni una concesión superficial. Y los comentarios de Lombau y Enríquez absolutamente ejemplares. Todo un éxito. Ricardo HERRERO

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