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ABC MADRID 05-02-1995 página 85
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ABC MADRID 05-02-1995 página 85

  • EdiciónABC, MADRID
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DOMINGO 5- 2- 95 CULTURA A B C 85 El imperio de Alejandro Magno dna Escata ViCodchent) I MMM, Gáfamela 331 a. CjJ MEDIA Arbela Ecbatana Zadracarta Ortospana (Kabul) Alejandría ARIA f 8 8 ARACOSIA ndríaA (Kandahar) Oráculo de Amon L 33 ta. C. sj Oasis ds Siwa v -o, Mar -Límite d e l Imperio Ruta seguida por Alejandro Batalla miPTO ETIOPÍA Rojo -J Qcéano Indico Historieta de mucho éxito. Se la aplican, en la Antigüedad, a un sacerdote de Isis y otro de Anubis; en el Pañcatantra indio, al tejedor que se disfrazó de Visnú para gozar a la princesa; en la cuentística árabe, al personaje que se disfrazó de Mahoma con el mismo fin; en el Decamerón de Bocaccio, al fraile que se disfrazó de Arcángel San Gabriel para seducir a la beata. En mi libro sobre el cuento erótico doy más detalles. El encuentro de Alejandro y Amón simboliza ese intento de fusión de los dos mundos que Alejandro persiguió. ¿Qué éxito tuvo? La primera respuesta és que escaso. Ya en el 305 Seleuco hubo de renunciar a la India a cambio de 500 elefantes que entregó a Chandragupta. Luego, en el siglo II antes de Cristo, los partos conquistaron Irán: otra vez tenemos a Persia frente a los griegos (y romanos y bizantinos) lo que hizo posible la conquista árabe. Bien pronto arrastró esta ola a Siria, Palestina y Egipto, donde nunca había llegado a haber una sociedad homogénea greco- egipcia. Más duró Asia Menor: hasta fines del siglo XI y los turcos seléucidas. Al final, los griegos y los macedonios quedaron otra vez confinados en Europa. Y aun aquí... Pero el balance no es tan negativo: el influjo griego quedó en Asia en el arte de Gandhara, en las imágenes de Buda, en las cuevas de Ajanta, en una literatura en griego e indio en que ambas culturas se confunden. Y en Siria y Bagdad y Egipto la cultura árabe recibió un enorme influjo de la griega, en realidad hizo de transmisora de aquélla. Alejandro había trasladado la cultura griega al Oriente, que la llevó luego, por unas u otras vías, al Occidente. Imposible entrar aquí en más detalles. Había desatado la imaginación de todos: macedonios y griegos (hechos todos unos) romanos, bizantinos, los árabes, los persas, los pueblos de Occidente como Castilla (el Libro de Alexandre y Francia y Alemania. Lope, Calderón, Racine le dedicarán sus obras de teatro. Y ello desde muy pronto: desde los historiadores más inmediatos, perdidos para nosotros, a los griegos y romanos del imperio, que en parte conservamos. Y están las novelas sobre Alejandro, desde el pseudo- Calísteles a la Edad Media y después. Uno dijo: Ayer no le bastaba el mundo: hoy le bastan cuatro codos Esto y mucho más sugiere la tumba de Alejandro, en Alejandría o en Siwa. El mundo entero es su sepultura, Macedonia y Grecia toda se le quedaron pequeñas Y es que Alejandro fue el héroe de una edad ya no heroica, consumista y. hedqnista. El héroe es entonces, quizá, más admirado. Traía sangre joven y vital, sangre macedonia, y la unía con una concepción heroica, homérica, de lo griego. Era el hombre joven que nos sonríe entre gallardo y melancólico desde la cabeza de Veryina, desde el mosaico de Nápoles de la batalla de Isso, desde el grupo de Leócares, en Delfos, luchando con el león en unión de Crátero; grupo perdido, pero reflejado en el mosaico de Pella. A quien aman los dioses, muere joven, decían los griegos, y Alejandro era un amado de los dioses, un dios muerto a los 33 años. rey en Persépolis. Ésta es la historia, más o menos adornada de frases. En la leyenda descendía al fondo del mar y subía al cielo. Y hay los idilios, entre románticos y caballerescos, con Candace, con Cleófila, con Campaspe. Y fue el modelo de los conquistadores que intentaban, además, fundir su pueblo con el conquistado: un Aníbal, un Julio César, un Hernán Cortés. Pera los conquistadores siempre han tenido sus críticos: le rechazaron los ascetas desnudos de la India, los cínicos, tantos cristianos. Era el modelo de la crueldad (la mostró en varias ocasiones, al lado de su generosidad) y, sobre todo, del abuso, del deseo de poder. Diógenes, en la leyenda, le rechazaba desdeñoso desde su tinaja: Alejandro le preguntaba qué deseaba, el cínico le pedía que no le quitara el sol. En los versos de don Ramón de Campoamor Alejandro dialogaba así con Diógenes: -Bebo el Chipre en copas de oro. -Yo bebo el agua en la mano. Y el máximo escándalo era el de Alejandro dios, Alejandro hijo de Amón. Los cínicos inventaron una historia divertida, que recoge el pseudo- Calístenes, para mofarse de Alejandro. No fue el dios Amón el que se unió a Olímpiade, la mujer de Filipo. Fue el Faraón Nectanebo, que se introdujo en su alcoba disfrazado de dios, con cabeza cornígera incluida. ¿Qué iba a hacer una mujer ante un dios? En fin, por lo menos era un Faraón. P ERO vuelvo a Alejandro, y termino. En Pedro Alfonso, el judío aragonés que escribió hacia el año 1100 su Disciplina Clericalis para aprovechamiento de los clérigos, hay un relato sobre la sepultura de oro de Alejandro (el sepulcro de oro de que hablan los antiguos y que no es nada inverosímil, en una urna de oro fue enterrado su padre, podemos verla hoy en Salónica) Estaba, dice Pedro Alfonso, en el atrio de un templo. Treinta y dos filósofos se reunieron en tomo y cada cual dio su sentencia. Uno dijo: Ayer no le bastaba el mundo: hoy le bastan cuatro codos Otro: Ayer conducía los ejércitos: hoy le conducen a la sepultura Otro: Ayer oprimía a la tierra: hoy es oprimido por ella Otro: Ayer tenía amigos y enemigos: hoy todos son iguales para él Y así Alejandro fue el modelo para los conquistadores y los héroes, para los caballeros y los amantes, para los que unen a los pueblos. Y también modelo de la vanagloria humana contra la que predican los moralistas y los ascetas. Esto y mucho más sugiere la tumba de Alejandro: en Alejandría o en Siwa. El mundo entero es su sepultura, Macedonia y Grecia toda se le quedaron pequeñas. F. RODRÍGUEZ ADRADOS déla Real Academia Española E RA el nuevo Aquiles, el nuevo Hércules. Todo cedía ante ellos reyes orientales sucumbían o se entregaban, los dioses le recibían como el rey del país o como su hijo, los macedonios se plegaban, renuentes, a sus increíbles campañas, a su intento de asimilar a los bárbaros. Las mujeres lo amaban. Era único. Cuando Darío le ofreció a través de Pármeno el territorio al oeste def Eufrates y 10.000 talentos a cambio de paz, y éste le decía yo lo aceptaría Alejandro replicaba: También yo lo aceptaría si fuera Pármeno, pero soy Alejandro Y siguió hasta los confines del mundo: hasta Alejandría la Remota, que fundó más allá de Samarcanda. Pero trató caballerescamente a la familia de Darío y vengó a éste de su asesino Besso y le enterró como a

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