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ABC MADRID 18-11-1994 página 21
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ABC MADRID 18-11-1994 página 21

  • EdiciónABC, MADRID
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VIERNES 18- 11- 94 OPINIÓN ABC 21 -Escenas políticas- YUPPIE EN CASA? gocios, cada vez había más crisis y menos dinero. La respuesta era clara, la pasta gorda desaparecía a medio camino, engrosando el forro de los que manejaban la pomada. ¿Pero qué va a ser de todos esos niños y niñas ilusionados, que creían firmemente en los reyes magos de los altos beneficios, cuando descubren que el oro se convierte en carbón? El otro día estaba yo esperando en la cola del chopped, cuando la señora que tenía delante mío pidió un cuarto de salchichón. -Es que ahora tengo a mi hijo el yuppie en casa, y como ha adquirido gustos caros, hay que tener contento al niño. Es el problema que tienen ahora miles de madres, a las que se les presenta en casa el antiguo aspirante a triunfador, que vuelve con la cola gacha, para vivir de la sopa boba, aunque haya que hacerles eremita de melón tipo nouvelle cuisine plancharles las camisas a medida, limpiarles los zapatos con betún inglés y soportar verlos todo el día tumbados frente al televisor, viendo en los noticiarios cómo se derrumban todos sus símbolos, tratando de idiotizarse contemplando sin parar programas de bromas pesadas o concursos de chistes, con los ojos brillantes por un asomo de lágrimas. ¿Qué va a ser de todos esos chavales que hacen cursos en los Estados Unidos, si de pronto se quedan en la ruina y no pueden volver, obligados a trabajar en hamburgueserías, lavando coches, paseando perros, teniendo que labrarse una carrera desde abajo, forzados a ser self made men sin poder ir directamente de la escuela a Wall Street? A lo mejor, por la vía lenta del trabajo, acaban consiguiendo ser alguien, aunque no sea por el método del éxito fulgurante que esperaban. Al final, resulta que el único multimillonario de verdad que vamos a tener en España es el africano ése al que le ha tocado la primitiva, que en estos momentos está en disposición de comprarles los yates a Mario Conde, a de la Rosa y a quien haga falta, para tener una flota con la que ayudar a colegas a cruzar el estrecho. Siempre que no le pierda la ambición y se meta a hacer grandes negocios. Porque lo único que le falta a un negro inmigrante es ser blanco de una auditoria y acabar en la cárcel por rico. Jorge BERLANGA EL HEMICIRCO L periodista Cuco Cerecedo le llamó un día hemicirco al hemiciclo y después se murió tranquilo. La verdad es que cuando a uno le sacude uno de esos relámpagos de inspiración puede uno morirse con la satisfacción del deber cumplido. El espectáculo parlamentario del pasado m i é r c o l e s convirtió una vez más al hemiciclo en h e m i c i r c o O en ruedo ibérico, porque era la hora taurina de las cuatro de la tarde, cuando empiezan las corridas y sale el primer toro. Faltaron en el aire de la tarde los agudos clarines, pero no los puyazos (y Jos pullazos) las banderillas, los rejones de castigo, la sangre y la arena. Felipe González llegó a la plaza a las cuatro casi en punto en medio de algunos subalternos de su cuadrilla. Escondía bajo una sonrisa forzada el gesto de disgusto y preocupación. La primera cornada fue de vaquilla, lo digo por metáfora. La republicanita catalana Pilar Rahola le clavó al diestro el cuerno donde más le dolía, por debajo de la taleguilla. Le lanzó al presidente una pregunta digna del veneno de Lucrecia Borgia. Válgame San Roque y vaya una lechecica de avispa que tienen las jais de la política. Dios os libre, hermanos, de colmillo de jabalí, cuerno de rinoceronte, dentellada de tiburón, coz de asno y lengua de diputada. Doña Pilar Rahola, esta chica me mola, descargaba un aguacero de acusaciones, imputaciones y hasta improperios sobre la castigada cabeza del señor presidente del Gobierno. Doña Pilar Rahola, voz de gramola, discurso de pistola, habla con rapidez y claridad. Felipe González se encoge cada vez más bajo la descarga oratoria de la dulce parlamentaria. Llega un momento en que el discurso toma vuelos y trémolos casi de tragedia. Y don Félix Pons se cree obligado a intervenir para cortar la catarata incontenible de argumentos y de adjetivos que brota de la boca de la Rahola. Esta chica es un Iguazú oratorio. La interrumpe el señor presidente del Congreso, y la señora Rahola sigue hablando. Le ruega que se calle, pero ella sigue en sus trece. Por fin, Pons le dice y repite a Rahola, hablando se queda sola, con ivoz llena y gesto autoritario, E ZIGZAG Los pasos a nivel Lo principal de la crónica negra del día, de los sucesos luctuosos de la jornada, corre a cuenta, en esta ocasión, de los pasos a nivel, con barrera o sin ella, que jalonan los perímetros de un número excesivo de poblaciones españolas, unas chicas, otras grandes y las más medianas. Tiene que costar la sangre de las víctimas para que caigamos en la cuenta de que esos pasos a nivel, tantísimas veces pasos a la muerte, constituyen algo que permanece ahí. Se piensa en el AVE y nos cuentan tantos proyectos de los trenes de alta velocidad y velocidad alta que al final nos olvidamos de que la infraestructura española del transporte padece todavía tan dramáticos, tan trágicos cuellos de botel a. ¿Es tanto el coste que supondría enterrar o elevar los últimos pasos y caminos que se cruzan con el de los trenes? ¿Puede la España que llega al final del siglo XX seguir con estos cruces de sangre, con barrera o sin ella? De los muchos dineros que se dilapidan, y no necesariamente por Renfe, en el momento eterno del gasto público, bien pudiera irse una pequeña parte a acabar con este problema. No hay coste que sea más alto que el dé la sangre que se vierte y se derrama. OVIDIO EN ALEMANIA Lindau: Zimmerhaeckel, Hans- Gunther Bahnhofsplatz 1, Bahnhofsbuchhandiung. Mainz: Steiniger, Ewald, Bahnhofsbuchhandiung. Muenster: Brinkmann Wiest Bahnhofstr. 3, Bahnhofsbuchhandiung. Munich: Sussmann, Max, Bahnhofsbuchhandiung; Muenchen- Ostbahnhof, Bahnhofsbuchhandiung. Neuss: Muthmann, Volker Hauptbahnhof, Bahnhofsbuchhandiung. Nuremberg: Buerkner, Guenther, Bahnhofsbuchhandiung. Oberhausen- HBF: Wissell, Dietrich V Hauptbahnhof, Bahnhofsbuchhandiung. Offenbach: Heinzelmann, Hermann, Bahnhofsbuchhandiung. Siegen: Lemke, Renate, Bahnhofsbuchhandiung. Solingen- Ohligs: Weine, Hans- Guenther, Bahnhofsbuchhandiung. Stuttgart: Wittwe GmbH, Konrad, Bahnhofsbuchhandlungen. Wiesbaden: Bauer, Manfred, Buchhandlung Flughafen. Wuppertal- Elberfeld: Sieberg, Hans Hauptbahnhof, Bahnhofsbuchhandiung. Wuppertal: Cremer, Hans- Peter, Bahnhofsbuchhandiung. que le retira el uso de la palabra. Con acento sofocleo anuncia Pons que su señoría no tiene la palabra pero su señoría sigue hablando, sigue y sigue, y sigue. Habla, habla, habla, hunde el c u e r n o en la carne, se recrea en la cornada, tira por alto al diestro, o sea, al siniestro, luego lo recoge de nuevo, lo patea, lo empuja. Nada. Hay dos cosas en este perro mundo absolutamente imposif bles: que lo que sucedió no haya pasado y hacer callar a una mujer embalada. Sólo cuando termina de leer todo lo que tiene en el papel enmudece la diputada. Antes de sentarse en el escaño sonríe irónicamente, pone un gesto de divertido cachondeo y se disculpa con don Félix Pons: Perdone, señor presidente, con este jaleo no le oía. En estos trances, ya se sabe, lo que más molesta es el retintín. Don Felipe González se mete en el burladero, tras una espanta oratoria digna de El Gallo. A ver, más mujeres. Es el turno de Rosa Aguilar, la tigresa de Anguita. Don Felipe González chorrea imputaciones, desde presidente del paro a presidente de la corrupción. Se arma otra vez la algarabía en los bancos socialistas. El señor presidente del Congreso se desgañita pidiendo silencio. Nadie le hace caso. El hemicirco es un gallinero de kikirikíes y cacareos. De pronto, por los micrófonos del templo de las leyes sale una voz anónima, sonora y rotunda, y pronuncia la palabra expresiva, cargada de significación, laurel de la Academia, prodigio de la semántica: ¡Cállate, gilipollas! En el hemicirco, Felipe González daba brincos oratorios de saltimbanqui. Ni ha habido trato de favor desde la Administración ni va a permitir una comisión parlamentaria de investigación Palomino. Lo que había que investigar ya lo ha investigado él, y, hala, a leer las notas del Gobierno. Pasen, señores, pasen. Pasen y vean. Admiren cómo, después de tres saltos mortales, el gran Palomino cae de pie sobre los hombros del portador, que además es su cuñado. Redobles de tambor. Se ruega silencio. Cualquier descuido puede costar la vida al artista. Jaime CAMPMANY

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