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ABC MADRID 01-11-1993 página 50
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ABC MADRID 01-11-1993 página 50

  • EdiciónABC, MADRID
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ABC Pág. 50 TRIBUNA ABIERTA LUNES 1- 11- 93 I padre no me autorizó a viajar a Inglaterra en 1957. Con la autoridad de un hombre que le desea el bien a su hijo, le paga los estudios, lo mantiene y lo mantiene también a propinas, decidió que yo era demasiado joven a los diecisiete años para saber incluso cuál era mi verdadera vocación. O sea que también eso lo decidió por mí. Sería abogado, hombre de empresa y, por qué no, un honorable banquero como él y mi abuelo materno. Al diablo, pues, con los proyectos que yo había puesto en marcha y que estaban a punto de concretarse. Al diablo con eso de querer ser escritor en Europa y estudiar literatura en la Universidad de Cambridge. Por más que me hubiera preparado ya, por más que mis compañeros de colegio me hubieran dado ya alguna comida de despedida porque, como dijo uno de ellos, Alfredo se va a Europa a estudiar para bohemio. A Europa sólo pude partir a los veinticinco años y con un título de abogado. Pero llegué a París, y en 1964. Y a Cambridge no llegué jamás. Como tantos otros sueños, esta Universidad pertenecía a toda una mitología de adolescente que, por mi bien, mi padre se había encargado de mandar al diablo. Llevaba apenas dos meses en París y ya había empezado a preguntarme, con una nostalgia tan aguda como misteriosa, qué habría sido de mí en Inglaterra, en Cambridge, a partir de 1957. Y cómo habría sido mi vida desde entonces y para siempre. La nostalgia surge sin duda ante lo irrecuperable, pero tiene una asombrosa carga de vida latente que la hace mucho más compleja que el recuerdo. Éste, en efecto, sólo puede ser bueno, malo, regular o indiferente. Y, a lo más, alegre o doloroso. Pero está ahí, existe mientras no se lo trague el olvido. La nostalgia, en cambio, nos invade cuando el hecho que la motiva es irrecuperable e irremediable. O cuando fue mal vivido, vivido a medias o mal comprendido. Y sí, yo había vivido entre 1957 y 1964. Había vivido en Lima y había estudiado en la Universidad de San Marcos. No había vivido, como en mis sueños de adolescente, en Inglaterra. Ni mucho menos había estudiado en Cambridge. Pero en diciembre de 1964 llevaba apenas dos meses en París y, cada vez más y cada vez más de golpe, la nostalgia me tendía una de sus misteriosas trampas. Mi presente parisino era invadido por una carga tan latente como irrecuperable de vida en Cambridge. Era, por decirlo de alguna manera, como preguntarme sin ton ni son quién diablos habría sido yo en inglés. Y cómo y por qué, de golpe, mi presente de estudiante en la Sorbona era invadido por el pasado inexistente pero tan soñado de Cambridge. Curiosamente, el resultado de esta mezcolanza determinaba mi futuro inmediato. Me ponía a leer en inglés, me iba a ver una película británica, tarareaba canciones en inglés y, lo juro, aquel asunto de Cambridge me producía hasta un sentimentalismo británico, taquicardia en inglés y alguna furtiva lágrima nada italiana. O sea que al cabo de apenas dos meses en París, ya estaba en Londres, camino de Cambridge. Y Cambridge, muy a su manera, también andaba camino de mí. Fue en una fiesta, recién llegado a Londres. Ni sé quién me presentó a Martin Hancock. Era un hombre de mi edad, alegre, mucho más alegre que yo aquella noche. Yo conté alguna historia terriblemente peruana, y en la fiesta Mar- M riódico, como Cambridge era su Universidad, y a mí me habría encantado que Martin Por Alfredo BRYCE ECHENIQUE viera el nombre de su viejo amigo en su diatin fue el único que la entendió a fondo. El rio londinense. No sé cómo decirlo, pero ésta único que jamás me interrumpió ni me pidió era como una manera de agradecerle por que le repitiera algún detalle que se le había aquella vida en inglés que empezó en 1957 y escapado. Y el único que me pidió que le que él tanto me había ayudado a aclarar. En contara muchas historias más así de perua- fin, la aclaró tanto que ya nunca visité Camnas porque realmente le hacían muchísima bridge para explicarme el origen del misterio y la complicación de esa nostalgracia. Martin me invitó a su gia. Ya dije antes que Cam pub al día siguiente y me alojó bridge, entre 1957 y 1964, vino en su casa a mi regreso de un hacia mí en el preciso instante breve viaje a Escocia. Diariaen que yo iba camino a Cammente íbamos a su pub mabridge. ñana y tarde, y después tomábamos vino en su casa. París era Y ahora he muerto bastante el destino laboral de Martin, por aquí en Madrid. Con lo loco y pura casualidad, y hacia la Ciubueno y generoso que era mi dad Luz partimos juntos y sin gran amigo Martin. Se casó con que yo hubiera sentido ya para una chica colombiana y se fue a nada la necesidad de conocer fíconocer el país de ella, pero no sicamente Cambridge. Me basparó hasta que ella lo acompañó taba con saber que Martin había a la frontera entre Perú y Colomestudiado ahí los mismos años bia. Me escribió por primera vez en que yo... La maldita nostalgia con palabras en castellano por es tan compleja y misteriosa que aquellos días, aunque muy britáA. Bryce Echenique me bastaba con que él hubiera nicamente añadía, junto al Escritor estudiado en Cambridge para reabrazo de despedida, que le hacuperar lo irrecuperable y remebía bastado con echarle una midiar lo irremediable. Muy pronto me robaron rada al Perú para sentirlo so very familiar todas mis pertenencias de estudiante en Pa- Pocos meses después llamó su esposa para rís, y Martin me invitó a compartir su exce- dejarme el nuevo número de teléfono de la lente departamento de Neuilly. Nos visitaron pareja en Londres. Yo no estaba en casa y muchos compañeros de Martin, es cierto, no sé qué diablos pasó, pero por más que pero el destino ya me había permitido jugarle probé marcarlo una y mil veces lo único que una trampa a la muy tramposa de la nostal- logré comprobar es que en mi contestador gia. Me habían robado todas mis pertenen- automático había quedado grabado un núcias, todas las cosas que traje de mi pasado mero equivocado. Y no tenía la nueva direcen Lima y todas las que había adquirido en ción. Pero el asunto no era tan grave porque mi presente parisino. Martin tenía mi dirección y ya me escribiría o me volvería a llamar. Maggie, mi novia, llegaba de Lima dentro de pocos meses y le aconsejé que dejara de El asunto era mucho más grave de lo que perfeccionar su francés porque en París, al yo creía. Algún tiempo después, David I. Joigual que yo, iba a vivir en inglés. Ella atenes, uno de nuestros viejos compañeros de rrizó en París y ahí andaba yo con todos Cambridge, París and all that me llamó esos amigos ingleses, y Martin el primero. desde Londres. Además, a Martin lo conocía ella hacía- Temo mucho, Alfredo, que hace ya algún tiempo por mis cartas. Y lo adoraba por haberme alojado y porque, con la magia de las tiempo que Martin tenía algunos problemillas copas, la música, los ingleses tan locos en el con el cáncer. Y temo mucho que se haya muerto hace algunas horas... Harry s bar, todos ahí recordábamos el pasado en inglés, compartíamos el presente En fin, el intraducibie y maldito inglés de con un buen acento de Cambridge y soñábamis años en inglés. David I. Jones le pasó el mos con un futuro al menos tan alegre y bien teléfono a la esposa de Martin y ella me compartido como el presente. contó nuevamente aquello de la visita a la frontera de mi país y cómo, un día al pasar Martin regresó a trabajar y vWir en Londres ante una librería de Bogotá, Martin sucumbió y yo anduve por varias ciudades del mundo. a una trampa de la nostalgia y con su inciNos escribimos siempre y nos visitamos piente castellano a cuestas se compró todos siempre que pudimos. Mis libros empezaron los libros míos que pudo encontrar. Añadió la a traducirse al francés, pero a Martin eso qué esposa de Martin que todas las noches, podía importarle. Qué podía importarle, por cuando se tomaban su habitual copita, mi ejemplo, que en Un mundo para Julius mis nombre volvía a mezclarse con los viejos descripciones de vivencias británicas estuvietiempos. Le aclaré lo del teléfono y por qué ran tan llenas de sentimiento como las de vino había llamado a Martin hacía tiempo, pero vencias peruanas. Martin no era un gran lecya no me atrevía a contarle que tenía una notor y en todo caso habría preferido leer a su vela recién traducida al inglés y que estaba amigo Alfredo en inglés. Y yo maldecía siemesperando saber de él para enviársela. Finalpre mi suerte porque ninguno de mis libros se mente, le debo el único triunfo que conozco traducía a ese idioma. Pero, en fin, ya llegasobre la complejísima e irrecuperable nostalría el momento y, estaba seguro, el gran Margia. Martin me aclaró la nebulosa noche de tin sería feliz con sólo ver una reseña sobre todos los años transcurridos entre 1957 y mis libros en el London Times Era su pe 1964. Hizo realidad mis sueños más queridos de adolescencia. Claro que también él terminó echándole una mirada al Perú y encon ¿NECESITA CLASES B RTKXLARES? trándolo so very familiar Y claro que tras La Sección de Anuncios el maldito inglés que hablé con David I. Jopor Palabras de nes también yo he muerto bastante aquí en se lo resuelve. Madrid. MI VIDA EN INGLÉS

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