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ABC MADRID 09-06-1993 página 34
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  • EdiciónABC, MADRID
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34 A B C NACIONAL MIÉRCOLES 9- 6- 1993 El Jardín Cuaderno de notas GOBIERNO DE AZNAR, APITA Y PUJOL LA SOLEDAD DEL GUERRISMO José María Aznar, Julio Anguita y Jordi Pujol son, si se ponen de acuerdo, los auténticos ganadores de las elecciones, con 141, 18 y 17 escaños, respectivamente, que suman los 176 de la mayoría absoluta. Son la tibia y silenciosa oposición al felipismo de los pasados cuatro años, que han aceptado el desarrollo de unas elecciones manipuladas por el PSOE y parciales en la televisión, de cuyos debates centrales fueron excluidos CiU e IU. Y a estos tres partidos y a sus líderes les corresponde empresarial y jurídica de las actuales cadenas de radio y televisión privadas. 5) Reforma del reglamento del Congreso para la celebración de los debates parlamentarios y creación inmediata de una comisión de investigación sobre la corrupción. También, reforma de la ley Corcuera y retirada del proyecto de código penal del delito de difamación. Éstos pueden ser, y deberían serlo, los objetivos esenciales de un gobierno de coalición que propicie lo que ellos llaman la necesaria regeneración democrática de España, y que debería ser el primer paso hacia unas elecciones democráticas y plenamente libres como no hemos visto en los últimos diez años. De manera que, frente al triunfalismo del régimen felipista, cabe la catarsis a la española, lo que debe eliminar la sensación de frustración que impera hoy en las filas de IU, CiU y PP. Esta vez, González no las tiene todas consigo. Ni siquiera en su propio partido político, donde el guerrismo está atrincherado. Pero está intentando crear el ambiente de que su mayoría minoritaria de 159 escaños es la única e irreversible. No lo es. El eventual, por imposible que parezca, pacto PP, CiU, IU, está ahí y pende sobre González, y U Julio Anguita ahora la responsabilidad de regenerar la vida pública, democrática e institucional. Y si España fuera una democracia, como debiera, y los dirigentes de las tres citadas formaciones no tuvieran los complejos ideológicos trasnochados que tienen, y ya enterrados bajo las cenizas del Muro de Berlín, los tres se sentarían en un gobierno de coalición que prepare unas elecciones anticipadas para el otoño de 1994 bajo las siguientes premisas y condiciones: 1) Gobierno provisional pactado, de año y medio de duración. 2) Búsqueda de un pacto social y de reactivación económica y del empleo, mediante incentivos empresariales y estatales, como supresión del impuesto de empresas IAE, bajadas de tipos, salida de la peseta del Sistema Monetario Europeo, revisión del plan de convergencia europea y demora del Mercado Único. Todo ello con un presupuesto que incluya fuerte reducción del gasto público. 3) Recuperación de competencias del Consejo General del Poder Judicial y nombramiento de un Fiscal General del Estado de prestigio e independiente. 4) Creación de un consejo de administración de RTVE integrado por personalidades independientes que controle la libertad de información y la limpieza y equilibrio del próximo periodo electoral, eliminando las discriminaciones de la etapa actual. Asimismo, revisión de la situación José María Aznar caería sobre él si los líderes y los partidos citados tuvieran las agallas y la responsabilidad política que les corresponde. IU, que aprenda de Ochetto, en Italia, y de los griegos. Y CiU y PP, que recuerden la década y sepan que, como dejen que se reconstruya el régimen felipista, en 1997 ganarán otra vez. Ya sé que la respuesta a esta posibiblidad es: no lo harán, es imposible. Imposible no lo es, y si no lo hacen, en el nombre de la democracia, la libertad y el fin de la corrupción, la responsabilidad de la salvación y la regeneración del felipismo serán de Aznar, Anguita y Pujol. Aurora PAVÓN NA de las principales expectativas del actual momento político consiste en saber cómo va a abordar Felipe González las relaciones con su partido. El líder socialista ha ganado de manera personalísima las elecciones del 6 de junio. Por primera vez en la moderna historia del PSOE, Alfonso Guerra se ha visto relegado a funciones secundarias durante la precampaña y la campaña, prácticamente tapado en casi todo su desarrol o. Quiere esto decir que la vieja tendencia a atribuirle al número dos un altísimo porcentaje en los éxitos del número uno conoce ahora una importante quiebra. González ha demostrado que no necesita de Guerra ni del guerrismo para ganar en las urnas. Con lo cual el famoso aparato tan inquieto frente a los renovadores de la nada empieza a sentirse también cerca de la nada política. Por lo menos en las proximidades de una cierta insignificancia operativa. El aparato le ha proporcionado al líder, durante toda la última legislatura, graves quebraderos de cabeza. Una parte sustancial de la corrupción ha emanado de aquél. Y aunque el jefe supremo es tan responsable como el que más de su existencia, una manera de ocultarlo históricamente- de disimularlo más bien- es proceder al paulatino desmontaje del guerrismo. De este núcleo han surgido, además, directas contestaciones al líder, irónicas o sarcásticas referencias a su condición de dios terrenal, resistencias a su manera de operar en relación con los sindicatos hasta llegar a la relativa insubordinación del grupo parlamentario socialista cuando se planteó el proyecto de Ley de Huelga. A esto hay que sumar una línea de constante reticencia, cuando no hostilidad, contra una política económica que, personificada en Solchaga, disfruta del inequívoco respaldo del señor González. Cierta irrespetuosidad hacia el vicepresidente Narciso Serra, depositario de una dosis de confianza felipista, completaba esta combinación de distancias. Tras largos años de identifi- cación con González, Alfonso Guerra se ve impelido a representar las diferencias, incluso a cultivarlas con especial intención. Le va en ello la vida política. Necesita más que nunca, frente al neoliberalismo o la 1 pálida socialdemocracia del jefe, encarnar la izquierda del partido, si es que al partido le queda izquierda digna de este nombre. Aunque insignificante en estas últimas elecciones, el guerrismo es una realidad correosa. Su consistencia radica en una extensa burocracia, en un entramado de intereses que casi viene a significar un partido paralelo dentro de ese PSOE ornamental que Felipe González embellece a su manera. Al señor Guerra- l o he repetido bastante- le hubiese venido pintiparado un descalabro electoral felipista, por extraño que parezca. Ahora, su posición vicaria va progresando hacia extremos humillantes. Eso se nota hasta en la paraferñalia política. Las efusiones con el líder, fotográficamente fracasadas; la individualización de la victoria en la escenificación pública fefipista, sin sombras ni cortejos, se ofrece como síntomas de una larvada ruptura. A Guerra ya sólo le queda un núcleo de incondicionales ligados sin remedio a su destino político. Y, por supuesto, su capacidad de resistencia y lucha. El próximo congreso socialista dará la pauta para cerrar un ciclo en la ya larga historia de las desavenencias internas del PSOE. Antes habrá oportunidad para que las tensiones se acentúen. La anunciada presencia de independientes en el nuevo Gobierno González puede ser un desafío a la casta política profesional que el guerrismo, sobre todo el guerrismo, ha alimentado y sostenido. La garzonización del equipo gobernante, si se confirma, situará a quienes se miran en el aparato actual en una posición subalterna y altamente celosa. Los primeros ecos internos contra la idea de independientes en el Gobierno ya se produjeron y son fácilmente recordables. Lorenzo CONTRERAS

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