Archivo ABC
ArchivoHemeroteca
ABC MADRID 25-10-1992 página 75
ABC MADRID 25-10-1992 página 75
Ir a detalle de periódico

ABC MADRID 25-10-1992 página 75

  • EdiciónABC, MADRID
  • Página75
Más información

Descripción

DOMINGO 25- 10- 92 DESAPARECE EL POETA DEL DESENGAÑO A B C 75 Ya no está aquí H A faltado un año para que se cumplan sesenta de nuestra amistad. En 1933, cuando yo llevaba dos años en la Facultad de Filosofía y Letras de Madrid, que había de marcar nuestra vida para siempre, apareció desde Granada un muchacho, cuatro años mayor que yo, que venía a estudiar literatura. Pertenecíamos a dos grupos distintos, a ló que he llamado dos constelaciones pero nos encontrábamos en aquel maravilloso ambiente, nunca repetido, y teníamos amistades y devociones comunes. La guerra civil nos separó físicamente y nos hizo gravitar en sentidos distintos; pero no nos llevó al fanatismo, la intransigencia ni el odio, y cuando volvimos a encontrarnos hallamos viva nuestra amistad juvenil. Había de intensificarse desde 1951 en las primaveras de Gredos, todavía frías, entre nieve blanca y piornos amarillos dije una vez; otra experiencia que fue también decisiva y tenaz para algunas personas, desde luego para nosotros. Y cuando en 1965 llegué a la Real Academia Española estaba allí Rosales, y desde el primer día me senté a su derecha; eso que ya no se volverá a repetir y me está doliendo. Hace algo más de veinte años escribí un ensayo sobre La casa encendida el libro de Rosales que prefiero, el gran poema que sin duda perdurará. RA un verdadero poeta, desde su primera juventud. Cuando éramos todavía estudiantes publicó su primer libro, Abril que prolongaba libremente y de manera personal la herencia prodigiosa de la poesía española que había empezado con la generación del 98. Era, como La voz a ti debida de Pedro Salinas, muy reciente entonces, poesía amorosa, algo que después ha sido infrecuente. Debo decir que Luis Rosales es el último poeta español que verdaderamente me ha conmovido e interesado, en quien he sentido renovado mi radical entusiasmo por la poesía. Es posible que no se trate solo de mérito sino que sea cuestión de sensibilidad, pero después de él solamente he encontrado en ciertos momentos, en algunos poemas aislados, esa resonancia interna, esa vibración afín en que consiste la percepción de lo que es poesía. Para poner un ejemplo, recuerdo el poema de Dionisio Ridruejo, poco más joven que Rosales, amigo fraternal suyo, A Azorín en su generación N los últimos tiempos, la salud de Luis Rosales no era buena. Habíamos ido asistiendo a una lenta declinación. Se había ¡do moderando había perdido algo de su vitalidad, de su locuacidad desbordante, de su alegría; había conservado su melancolía- s u alegría siempre fue melancólica- su capacidad de recogimiento, de timidez y de ironía. En los últimos meses hablaba con dificultad, y era doloroso ver sus esfuerzos por hacerse entender, por volver a la comunicación amistosa que había sido uno de los resortes de su vida. Intenté definir el temple de Rosales como resignación alegre y melancólica y añadí que su resignación era particularmente profunda, porque no se refería solo a lo que le pasaba y hacía, sino también a lo que era. En esto veo la clave de su vida, de su obra de poeta- siempre lo fue, también cuando era estudioso, cuando se inclinaba cavilosamente sobre otros autores, desde Villamediana hasta Cervantes- Esto es la razón de la penetración de su mirada, que iba más allá de la erudición en busca del sentido. Rosales ha sido uno de los lectores más hondos y entrañables de Cervantes, porque trató de imaginarlo y conocerlo, de sentir en su propia alma la resonancia de esa otra vida lejana que quedó expresada en páginas que guardan el temblor único en que consistió. Vivimos en una época en que acontece algo que me parece angustioso, y es que lo personal se nos vade entre las manos, por lo que llamo la invasión de las cosas. Cuando se pierde lo personal, no se entiende nada, por mucho que se sepa, y sobre todo se descubre que lo que se hace no vale la pena. particularmente en su poesía. Se tenía la impresión de que iba brotando, manando, de que sus versos se iban desprendiendo de su alma para depositarse en la palabra hablada o en el papel. Siempre me pareció que hacía su poesía a medida que iba viviendo, y por eso conservaba ese extraño calor que tantas veces se echa de menos. E pregunto por qué, entre todo lo que escribió Rosales, mi preferencia va a La casa encendida La vida humana transcurre en una casa; en muchas, que en definitiva son la misma. Nos van siendo casa muy diversos lugares y ámbitos, incluso los más inhóspitos y dolorosos; el hombre- y más aún la mujer- va segregando casa para poder vivir. Una vez definí la casa como dentro pero abierto En ella se vive, y hay que aceptar la expresión de eso tam extraño que es la cotidianeidad, por ahora siempre Todo esto está vivido, recreado poéticamente, con esfuerzos, con altibajos y retrocesos, en él gran poema de Rosales. Le fue brotando poco a poco, con internas vacilaciones, con hallazgos, extravíos, desorientaciones, intentos fallidos y vuelta a empezar: como se vive. Al releer este libro, vuelve a vivir ante nosotros, desde muy cerca, su autor. He tenido que recordarlo hoy, que ya no está aquí, como prolongación de su compañía, como una manera de decirle adiós, no definitivamente, sino más bien con un cotidiano hasta luego Luis Rosales ha dejado de momento su casa terrenal, tan cerca de la mía. Creo, y su fe hacía que lo esperara, que ahora está en la casa del Padre. Pero no hay más que una, y en ella encontrará todas las de su vida, conservadas, transfiguradas, verdaderamente encendidas con luz imperecedera. Julián MARÍAS de la Real Academia Española M E ANTENÍAMOS una amistad nacida hace ya cincuenta años, así que no puedo recordar 1 ahora al intelectual o al poeta, sino al amigo. Luis Rosales era mi amigo; era, de todos, el escritor con el que más he convivido, al que más he tratado, con el que más me he identificado personalmente, con independencia de la valoración particular que cada uno teníamos de nuestra obra. Para mí era, desde luego, un magnífico poeta, y La casa encendida posiblemente la mejor de sus obras. Pero eso es ahora lo de menos, no estoy con ánimo de juzgarlo literariamente. Estoy afectado, y punto. Ha muerto, y me vienen de golpe las imágenes de sus canciones, de sus recitales hasta las tantas, de su buena planta, I del hombre cálido y buen amigo que era. Además, trece días de diferencia nos separaba el calendario y, claro, cuando las barbas de tu vecino veas pelar... Gonzalo TORRENTE BALLESTER de la Real Academia Española M Cincuenta años amigos L UIS Rosales estuvo siempre libre de esa tentación: nunca dimitió de su condición rigurosamente personal. Como escritor, como amigo, como hombre de su tiempo, llevó el acento personal a todo lo que hacía. No lo sacrificó a nada, ni siquiera a la perfección, que puede ser una fuerte tentación del escritor. Verbo encendido ON Luis Rosales desaparece uno de los cuatro puntos cardinales hacia los que se orientó la poesía española de la posguerra, junto con Gerardo Diego, Vicente Aleixandre y Dámaso Alonso. Fue poeta de una enorme humanidad, de un auténtico verbo encendido, como su Casa, y, por lo que respecta a nuestra relación más directa, académico absolutamente ejemplar. En mi última visita a su casa, el jueves de la pasada semana, estuve comentándole cosas de la Academia, mientras él reclamaba, sin hablar, que le vistiesen para ir a la sesión plenaria, y miraba el reloj preocupado por llegar puntual. Rosales arrastró una enfermedad en el más puro sentido de la palabra arrastrar porque siempre respondió a las citas culturales que reclamaban su presencia. Desaparece una gran poeta, un maestro del idioma. A nosotros nos queda su recuerdo y la deuda que habíamos contraído con él. Fernando LÁZARO CARRETER de la Real Academia Española C Sería imposible sustituir a Rosales por una serie de actos, por una enumeración de honores, por una bibliografía. Hay hombres, y especialmente entre los eminentes que son equivalentes de eso, que se identifican con esas cadenas de hechos. Otros, como Luis Rosales, están detrás de ellos, sosteniéndolos, a veces soportándolos. Y entonces se convierten en asunto personal, humano, inteligible solamente como manifestación de una vida única, irreductible a cualquier otra cosa, intransferible. Creo que es la condición para que una obra pueda perdurar; pero a su vez esto reclama otra condición: que no se haga deliberadamente con esa intención. Lo personal exige algo que se estima muy poco y más bien se rehuye: la espontaneidad, que es la forma más elemental de libertad. Es lo que se éncbntrabasíernpré en Rosales, y muy

Te puede interesar

Copyright (c) DIARIO ABC S.L, Madrid, 2009. Queda prohibida la reproducción, distribución, puesta a disposición, comunicación pública y utilización, total o parcial, de los contenidos de esta web, en cualquier forma o modalidad, sin previa, expresa y escrita autorización, incluyendo, en particular, su mera reproducción y/o puesta a disposición como resúmenes, reseñas o revistas de prensa con fines comerciales o directa o indirectamente lucrativos, a la que se manifiesta oposición expresa, a salvo del uso de los productos que se contrate de acuerdo con las condiciones existentes.