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ABC MADRID 15-01-1992 página 61
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ABC MADRID 15-01-1992 página 61

  • EdiciónABC, MADRID
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MIÉRCOLES 15- 1- 92 RELIGIÓN ABC 61 de uncapitalismo sin alma Financieros, políticos y teólogos se reúnen en el Vaticano para estudiar la relación entre economía y ética sobrepasada en todos los terrenos de la vida política y económica. Paradójicamente, su secreto es no depender de nadie, sino ser para todos un llamamiento a ir más lejos de lo que los hombres osarían por ellos mismos, ir hasta los confines de lo humano Mario Conde: La sociedad civil debe defenderse delautoritarismo del Estado El presidente del Banesto, Mario i Conde, intervino ayer en el Congreso sobre Ética y Capitalismo. Este es el resumen de su ponencia. Me honra asistir a este encuentro para reflexionar en torno a la encíclica Centesimus annus La ética y los valores económicos pertenecen, en principio, a dos órdenes distintos. La independencia entre Ética y Economía, o incluso la contradicción entre ambas, ha sido motivo de reflexión de grandes teóricos en este siglo. La primera pregunta a formularnos, pues, es el porqué y la oportunidad de este encuentro. Por un lado, el fin de uno de los dos referentes básicos con los que hemos convivido durante prácticamente todo el siglo XX: la economía de base c e n t r a l i z a d a y propiedad pública de los medios de producción. Y, por otro, la constatación de que, si es indudable que una de las soluciones ha fracasado, también es indudable que muchos problemas planteados siguen vivos y que el sistema de mercado presenta aún grandes complejidades y falta de repuestas. La economía de mercado, construida sobre la propiedad privada, el mercado y el beneficio, ha demostrado ser el sistema económico que mejor garantiza el progreso técnico. Por tanto, el problema ya no se plantea en el terreno técnico sino en el campo del progreso social. Y aquí es conveniente recordar: a) Que el progreso técnico, por sí solo, no garantiza un modelo equilibrado de progreso social. b) Que el objetivo único debe ser precisamente él progreso so- cial. Sin embargo, esto no significa que nos encontremos ante un sistema perfecto. Todos sabemos que en algunos casos, pero importantes, el mercado por sí solo, no ha resuelto los problemas de la mejor manera posible. Por ello, en los procesos de construcción de grandes espacios económicos, cuando se transita desde economías nacionales más o menos cerradas a espacios económicos supranacionales, debe existir una actuación tendente a corregir los fallos del mercado, pero siempre con dos condiciones: no interferir sistemáticamente en el mercado, y fundamentarse sólo en condicionantes o razonamientos de índole económico, no social. No hay que olvidar que nos estamos situando ahora en el plano de la eficiencia económica. Si del plano de la eficiencia económica ascendemos al del progreso social, Ja primera constatación empírica obliga a reconocer que la economía de mercado es susceptible de convivir con núcleos de marginación elevados. Esos núcleos de población no forman parte de la estructura social convencional, no están en el mercado y, por consiguiente, no participan de las ventajas de la organización social. Es evidente que la integración de los marginados es un imperativo moral. Desde un nivel técnico podría argumentarse que nos enfrentamos a un problema de tiempo, ya que puede afirmarse que la evolución del sistema permitirá en su momento la desaparición de la marginación, lo cual es cuestionable desde un punto de vista técnico y moral. La categoría tiempo no es la más adecuada porque resulta moralmente complejo condenar por un tiempo, el que sea- e n todo caso probablemente largo- a un núcleo significativo de seres humanos, a la espera del máximo de eficiencia del sistema. Y, además, porque hoy no sabemos de c u á n t o tiempo disponemos. La utopía comunista ha sido el salvavidas al que se han agarrado con fuerza los sectores menos favorecidos. Pero el salvavidas no existe ya y la lógica les conducirá a buscar nuevos asideros. Movimientos tales como el fundamentalísimo islámico, tan preocupantes hoy día, pudieran ser una explicación al intento de sustituir una utopía por otra. El Estado, entre otros aspectos, encuentra su justificación en el plano moral de la distribución de los bienes a los ciudadanos, pero la experiencia nos demuestra que como garante de la mejor distribución es caro, e ineficaz. Aún hay algo más grave. El Estado ha acabado por imponerse a los individuos, configurándose como una estructura de poder, la La Pax Americana Sobre el tema del nuevo orden mundial intervino Zbigniew Brzezinski, ex consejero nacional de Seguridad de los Estados Unidos. El resultado geopolítico central de la caída del comunismo, afirmó Brzezinski, y de la desintegración de la URSS es que Estados Unidos actualmente es la única superpotencia mundial, y seguirá siéndolo por algún tiempo, pero su capacidad de convertir esta realidad en una Pax Americana duradera está socavada por graves debilidades sociales internas y filosóficas. Estados Unidos es vulnerable desde dos puntos de vista: su declinante capacidad de competir desde el punto dé vista económico y su vacío filosófico. El problema económico, afirmó, puede ser corregido, pero no fácilmente, mientras que el filosófico es más evasivo La primera debilidad pone lími- tes a la capacidad militar americana y anima a sus principales rivales económicos, Europa y Japón. De aquí nace también un efecto que socava la Pax Americana cuando parece que empieza a convertirse en una realidad. El segundo problema produce la atracción global americana. Un materialismo parcial e inevitablemente triunfador parece llenar el vacío dejado por el comunismo. Pero lleva al riesgo de reducir el sentido de la vida a la satisfacción de las crecientes demandas del consumidor. Ésta es la razón de que el así llamado nuevo orden mundial se ha quedado sólo en un eslogan carente de sustancia y el porque la Páx Americana pura y simplemente, no es una fórmula global satisfactoria ni viable. Ésta es también Ja razón por la cual la derrota del comunismo no se ha convertido automáticamente en una victoria institucionalizada de la democracia. más potente de la sociedad moderna, que olvida el fin para el que fue concebida y frente al cual la minoría más débil es precisamente el individuo. Por tanto, es necesario reiniciar el. debate sobre el alcance y cometidos del Estado, lo que conducirá, a mi juicio, a un recorte de las funciones que ha ido asumiendo. En definitiva, se trataría de un desplazamiento de funciones hacia la sociedad civil. En este proceso de construcción de la sociedad civil, la primera pregunta a formularse es si los propios individuos que la integran están dispuestos a impulsar el proceso. El hecho de que los grupos empresariales cuenten en la actualidad con el grado de legitimación social más alto de la Historia Moderna, les asigna una especial responsabilidad. Ellos deben contribuir a fortalecer la sociedad en la que se incardinan y de la que reciben el beneficio de su actividad. Los grandes grupos empresariales, además de su función básica de crear riqueza, deben estar presentes y asumir, como propias, preocupaciones culturales, medioambientales y asistenciales. El fenómeno fundacional es, sin duda, un instrumento adecuado para ello. No se trata obviamente de destruir el Estado ni de cuestionar su existencia. Se trata de avanzar en caminos más efectivos hacia la justicia y la libertad. La alternativa son nuevas formas de autoritarismo de cualquier signo. Es decir, un regreso frente al progreso. Cierto que la Historia nunca da marcha atrás y que sólo conoce paréntesis. Pero es triste para una o varías generaciones tener que vivir uno de esos paréntesis.

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