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ABC MADRID 19-08-1991 página 55
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ABC MADRID 19-08-1991 página 55

  • EdiciónABC, MADRID
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LUNES 19- 8- 91 OS filósofos tienen fama de serios, secos, pomposos, a menudo sombríos e i r a c u n d o s siempre abrumados por problemas insolubles, y nunca capaces de hacer bromas. Los rostros avinagrados de Hegel, Nietzsche, Unanumo y Heidegger confirman esta impresión. Pero esa no es la regla. Los rostros atribuidos a Aristóteles, Epicuro, Spinoza, Leibniz y Russell, entre otros, trasuntan serenidad. Hoy quiero escribir sobre un filósofo sereno y sonriente, que me honró con su amistad y me hizo reír tanto como pensar: José Ferrater Mora. Este insigne pensador, artista y ciudadano del mundo murió inesperadamente en Barcelona, su ciudad natal, el 31 de enero de 1991, a los setenta y ocho años de edad. La vida de Ferrater no es típica del filósofo profesional. Para poder pagar sus estudios trabaja en un Banco, luego en compañías comerciales y más tarde como traductor y asesor editorial. (De su paso por el Banco sólo habría de conservar la habilidad de contar billetes de Banco a una velocidad pasmosa. Apenas licenciado en filosofía, en 1936, se alista como voluntario en el Ejército Republicano, donde milita hasta la caída de la República. Cruza los Pirineos, reside brevemente en París y se embarca con rumbo a La Habana. En Cuba, Ferrater enseña cursos de verano, traduce y empieza a escribir su primera obra filosófica. En 1941 viaja a Santiago de Chile, donde obtiene su primer trabajo universitario. Enseña en la Universidad de Chile hasta obtener en 1947 una beca Guggenheim, que le permite trasladarse a los EE. UU. donde hace trabajos de investigación durante dos años. En 1949 obtiene su primer conchabo como instructor de filosofía y de castellano en Bryn Mawr College. Éste es un delicioso y exclusivo college cuáquero, que es decir liberal en el buen sentido tradicional de la palabra. Aquí Ferrater asciende rápidamente, llegando a catedrático en 1955. Aquí mismo nos vimos por primera vez, en 1964, en ocasión de un simposio sobre la inducción, en el que vapuleamos juntos a su amigo y colaborador Hugues Leblanc. Cuando le visité una década más tarde ocupaba el despacho más grande de toda la Universidad, para dar cabida a su monumental biblioteca. Quince años después, cuando se jubiló, tuvo que mandar construir una nueva ala en su casa para dar cabida a sus decenas de miles de libros y otras tantas fichas. Ferrater cobró fama temprana e instantánea como autor del Diccionario de Filosofía cuya primera edición, en un tomo, apareció en 1942. La sexta, publicada en 1979, abarca cuatro tomos: 3.589 páginas a doble columna y en cuerpo menudo. Ésta es la obra más voluminosa, completa, fidedigna y clara en su género jamás escrita por un solo individuo. Es cierto que también Voltaire escribió un voluminoso diccionario de filosofía, pero no fue erudito ni objetivo: sólo sirve para conocer el pensamiento de Voltaire. En cambio, el Diccionario de Ferrater es obra de consulta obligada para todos los pensadores hispanófonos. El Diccionario también ha sido, durante medio siglo, fuente inagotable de inspiración de millares de estudiantes puestos a escribir ensayos para pasar cursos de filosofía. ¡Cómo maldecía yo este Diccionario cuando explicaba filosofía en Buenos Aires y TRIBUNA ABIERTA ABC. Pag. 55 L J. F. M. EL FILOSOFO SONRIENTE amaba los artefactos. Hablaba con admiración y cariño de los últimos modelos de máPor Mario BUNGE quinas de escribir, ordenadores personales, descubría que algunos de mis alumnos copia- cámaras fotográficas, fumadoras y otras máquinas, que manejaba con soltura. Supongo ban literalmente páginas enteras del mismo! Ferrater no sólo fue la enciclopedia filosó- que gastaba una gran parte de su sueldo en fica andante. También fue un pensador origi- ferretería. nal, autor de una veintena de libros de filosoA diferencia de Heidegger, quien odiaba y fía en castellano y en inglés. Estos libros temía a la técnica tanto como a la ciencia, y abarcan casi todos los campos preconizaba su reemplazo por la de la filosofía: lógica, semántica, poesía, Ferrater era plenamente teoría del conocimiento, ontolomoderno. Sabía que la ciencia gía, teoría de la acción, ética, es buena porque descubre la teoría de los valores, estética e realidad y que la técnica fundada historia de la filosofía. sobre la ciencia puede ser benigna o maligna, según lo deciLas obras filosóficas más prodan el técnico y su patrón. fundas y maduras de Ferrater son quizá El ser y el sentido En oposición a Heidegger, (1967) y De la materia a la raquien fuera una pieza de la zón (1979) En ellas su autor se monstruosa maquinaria bélico- inmuestra racionalista, realista y dustrial nazi, Ferrater execraba naturalista. En ellas no se notan la violencia y criticó los excesos ya vestigios de sus comienzos de nuestra civilización industrial. existencialistas. Supongo que a Esto se ve no sólo en algunos Ferrater se le disiparon las niede sus ensayos, sino, y sobre blas teutónicas a medida que se todo, en sus seis novelas. La acinsertó en la sociedad norteameción de tres de éstas transcurre Mario Bunge ricana. No digo asimiló poren Nueva York, o Nueva BabiloEscritor que nunca dejó de ser españolínia, el colmo del refinamiento y simo, ni siquiera cuando se casó con Prisci- de la degradación, dé la opulencia y de la milla, su ex alumna, con quien hablaba en seria. inglés. El humor de Ferrater era fino y contaFerrater vivió una vida plena, de aprendiz gioso. Le encantaba imitar oralmente y por y maestro, filósofo y novelista, cineasta y via- escrito el estilo hermético y pomposo de cierjero, lector omnívoro y polígrafo fecundo. No tos políticos, como el general Haig, y de cierfaltaron tragedias en su vida. La primera fue tos críticos literarios, como el desconstructisu exilio al terminar la guerra civil española. vista Jacques Derrida, así como el de los fiLa segunda fue el accidente de automóvil lósofos o pseudofilósofos existencialistas. que sufrió en 1963, en el que murieron su pri- Como sabía que yó me cuido mucho, de mera mujer y un amigo, y del que él mismo cuando en cuando, para instruirme, divertirme salió muy malherido. Debe de haber habido e irritarme a la vez, me enviaba fragmentos de éstos y otros maestros de lo que los arotras tragedias en su vida, pero no estoy engentinos llamamos macaneo Me imagino terado dé ellas porque a José le interesaba que, mientras yo reía y rabiaba alternadamás él presente y el futuro que el pasado. mente, él se limitaba a sonreír. Estoico y práctico, como buen catalán, Ferrater estaba lleno de alegría de vivir. Pero para él vivir no era ir de juerga, sino, principalmente, trabajar intensamente en lo que le interesaba. Su entusiasmo por las ideas era inagotable. Un viaje de seis horas en ómnibus de Morelia a México me pareció breve porque Ferrater y yo pasamos todo el tiempo comentando las ponencias que habíamos escuchado y discutido en el primer congreso mexicano de filosofía. En otra ocasión, alojándome en su departamento, José pasó la noche en blanco leyendo los originales de un libro mío mientras yo dormía a pierna- suelta emparedado entre dos bibliotecas. Discutimos mi libro durante toda la mañana siguiente, sin que él diera el menor signo de fatiga. Su primer apellido se ajustaba a su carácter. La mayoría de los filósofos se interesan poco o nada por la técnica. Ortega y Gasset fue una excepción, pero su respeto por ella, como por la ciencia, era distante. En cambio, Ferrater, discípulo indirecto de Ortega, leía ávidamente obras de divulgación científica y Ferrater siempre tenía entre manos varios libros y artículos, además de la revisión y puesta al día permanentes del Diccionario. Príscilla, su viuda, me cuenta que pocas horas antes de morir vio el primer ejemplar, aún húmedo de tinta de imprenta, de su última novela, La señorita Goldie También me informa que José dejó terminados tres libros más, dos de filosofía y uno de cuentos. Espero que uno de esos libros sea la Estética que hace años me había prometido escribir. Yo le recordaba periódicamente su compromiso, diciéndole que él era el único filósofo en la historia que tenía la experiencia artística necesaria para escribir con honestidad y competencia sobre la ciencia (o el arte) del arte. ¿Quién puede imaginar a Aristóteles, Kaht o Hegel escribiendo una novela, y no digamos dirigiendo un filme? Sin embargo, esta falta de experiencia artística no les impidió pontificar sobre el arte. Aunque Ferrater recibió muchos premios y doctorados honorarios, siempre fue un hombre frugal, modesto y de trato llano. Digo modesto no humilde O sea, tenía conciencia de sus limitaciones pero, al mismo tiempo, se esforzaba por superarlas. Además, como lo muestra su actividad incansable, era ambicioso. Pero no ambicionaba poder, sino ser útil. Ansiaba instruir y divertir, así como dejar huella en filosofía y en arte. Por cierto, que nos ha instruido y divertido, y ha dejado huella. ¿NECESITA ALQUILAR UN APARTAMENTO? Consulte las páginas de Anuncios ¡por palabras de

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