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ABC MADRID 17-08-1991 página 52
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ABC MADRID 17-08-1991 página 52

  • EdiciónABC, MADRID
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XII ABC ABC Hícrar ío Pensamiento y ciencias sociales 17 agosto 1991 La revolución de 1989 Ralf Dahrendorf, Reflexiones sobre la revolución en Europa. Carta pensada para un caballero de Varsovia. Emecé (Barcelona, 1991) 194 páginas Conciencia y materia Danah Zohar, La conciencia cuántica. Traducción de Ignacio Hierro. Plaza Janes. Barcelona, 4991. 318 páginas D OS revoluciones han marcado el comienzo y el final de un siglo trágico, sangriento y apasionante, que ha conocido el dolor como pocos pero que puede concluir con el crecimiento de la libertad: la revolución rusa de 1917 y la europea de 1989. Durante esta centuria, la democracia liberal, la forma de convivencia política que han ideado los hombres, menos imperfecta y más acorde con la dignidad humana, sufrió los embates de las dos formas que ha revestido el totalitarismo contemporáneo: el fascismo y el comunismo. Si el primero murió con la segunda guerra mundial, el segundo ha sido la víctima de la reciente revolución en la Europa oriental. En este sentido la década de los ochenta ha sido decisiva: el retroceso del estatalismo y del colectivismo se ha visto coronado por el triunfo de la sociedad abierta en el Este. Lo que ha triunfado no es tanto la democracia o el capitalismo como la libertad, como la sociedad abierta frente al totalitarismo. Estamos asistiendo al derrumbamiento de una inmensa mentira. No queda otro ideal que la libertad, que resulta precisamente del rechazo de toda utopía. Remedando la frase del joven Ortega sobre el socialismo, hoy quien no se declare liberal está obligado a explicar por qué no lo es. Ralf Dahrendorf ha escrito doscientos años después de las Reflexiones sobre la revolución en Francia. Carta enviada a un caballero de París de Burke, unas Reflexiones sobre la revolución en Europa bajo la forma de una epístola enviada a un caballero de Varsovia, crónica y meditación de un año admirable. Su tesis fundamental es que hemos asistido a una auténtica revolución en la que un sistema de sociedad y una clase dirigente han sido derribados. La muerte del comunismo conduce a la sociedad abierta, no al capitalismo. j El argumento principal! de Dahrendorf es que no hay tercera vía. La única alternativa lismo puro. Lo que la define es la posibilidad de que sean los propios ciudadanos los que decidan el sistema social y económico. Por ello es compatible con la economía social de mercado Pero para Dahrendorf no sólo el comunismo ha muerto; también el socialismo. Y la socialdemocracia está agotada. La clase trabajadora no fue una fuerza social particularmente progresista como muchos intelectuales creyeron. En los años recientes, los espíritus creadores se han adherido a las causas derechistas El camino consiste en acudir a la vieja tradición liberal de la que, según el autor, for- H é F: ACE cuatro meses, en estas mismas páginas, J. M. Sánchez Ron reflexionaba, en una espléndida recensión, sobre la mecánica cuántica. Recogía la extendida opinión de que tanto la teoría de la relatividad como la mecánica cuántica constituyen dos grandes revoluciones dentro de la física clásica. En su opinión, la revolución cuántica tiene en su haber, frente a la relativista, el interés de sus curiosas y abundantes aplicaciones prácticas. No puede extrañar que Zohar, antigua estudiante del Instituto de Tecnología de Masssachusetts, haya tratado de aplicar las ideas de Heisenberg, Bohr y Schórindenger sobre teoría cuántica al problema de la conciencia. De hecho, el profundo interés de la mecánica cuántica ha conducido a otros físicos a tratar de llevar sus principios a la vida cotidiana. Tai es el caso de Fritjof Capra, científico austríaco de resonancia mundial cuyo objetivo es romper el paradigma de la física clásica desde la revolución cuántica y establecer una nueva relación del hombre consigo mismo, con la Naturaleza y con Dios. El enorme éxito de La conciencia cuántica traducido a las principales lenguas del planeta, viene, en parte, además de por estar bien escrito, del acierto de la autora al conectar dos problemas claves en el pensamiento actual: el de la mecánica cuántica y el de la conciencia. Para algunos, la conciencia, como ha escrito David Papineau, es algo que debe quedar reducido al ámbito de lo privado. Esta posición sufre, sin embargo, un doble ataque desde los wittgenstenianos y desde los fisicalistas. Estos últimos subrayan que la mente interacciona con la materia e identifican la conciencia con la actividad neuronal del cerebro. Pocos wittgenstenianos estarían de acuerdo con esto último y, desde luego, no lo estaría el propio Wittgenstein, el cual, con su famoso argumento del lenguaje privado da pie a las posiciones filosóficas que rechazan la intuitiva perspectiva de que la conciencia es un asunto privado. Ante la pregunta por la conciencia, el lector del libro encuentra su inicio, así como el de la materia, gobernado por los principios de la física cuántica. Las leyes que gobiernan el mundo de los electrones y de los fotones serían las mismas que conducirían a la comprensión del ser humano. Mente y cuerpo formarían con la Naturaleza una forma esencial de conciencia, es decir: la física cuántica proporcionaría un modelo tanto para la física como para la psicología, que, constituyendo un todo unido, permitiese un universo reconciliado en el cual seres y cosas estarían bajo un mismo esquema de conciencia. La edición inglesa de La conciencia cuántica fue recibida con cierta irritación, sobre todo en los medios académicos de Cambridge y de Oxford. El tono divulgativo de la obra y el que su autora no pertenezca al mundo académico tiene mucho que ver con la despectiva recepción que le dio el Times Literary Suplement Puede no estarse de acuerdo con. la perspectiva que contempla la teoría cuántica como una navaja suiza de mil usos o con la idea de una panconciencia que lo impregna todo, pero la obra de esta metodista convertida al judaismo es original y vibrante. Bernabé SARABIA Dahrendorf ha escrito un lúcido alegato sobre nuestro tiempo en favor de una vieja idea tantas veces escarnecida y en la que se cifra la superior dignidad del hombre: la libertad es la que existe entre la sociedad abierta y la sociedad cerrada, entre la libertad y la servidumbre. La elección entre libertad y servidumbre es simple y clara, y no ofrece ninguna vía intermedia para aquellas almas débiles a las que les gustaría eludir una decisión. La sociedad abierta o liberal es tal vez el descubrimiento fundamental de la modernidad. En palabras de Popper, autor al que según confiesa más debe su obra, es el único camino si no queremos retornar a la condición de bestias. Pero entre los rasgos caracterizadores de la sociedad! abierta no se encuentra el capita- man parte Popper, Aron; quizá Bobbió, Keynes, Beveridge, Weber, los autores de The Federalist Papers -Hamilton, Ray y Madison- obra insuperable como manual de democracia liberal; Kant, Hume y Locke. Y no, desde luego, Hegel y Rousseau. Pese a todo, no incurre Dahrendorf en ningún fácil optimismo. Las dificultades para la libertad seguirán siendo muchas y especialmente en estos países que ahora luchan por ella. En ese sentido, el comunismo se ha ido para no volver jamás. Pero como vengo señalando en el curso de esta carta, hay muchas opciones, y el camino que conduce a la libertad es sólo una de ellas. Otras muchas ideas se agolpan en el curso de este breve e importante ensayo: la Unión Soviética nunca será Europa, Norteamérica está destinada todavía a dirigir, la idea de autodeterminación es nefasta, la importancia de la cuestión alemana, Tal vez haya quien piense, y no sin razón enteramente, que cabría esperar mucho más de un pensador como Dahrendorf. Es cierto que muchas de sus ideas resultan hoy algo obvias. Otra cosa sería si hubieran sido escritas sólo cuatro años atrás. Pero frente á tanto error, no merece sino elogio quien acierta en lo principal y en la mayor parte de lo secundario. Dahrendorf ha escrito un lúcido alegato sobre nuestro tiempo en favor de una vieja idea tantas veces escarnecida y en la que se cifra la superior dignidad del hombre: la libertad. Ignacia SÁNCHEZ CÁMARA

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