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ABC MADRID 19-04-1991 página 3
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ABC MADRID 19-04-1991 página 3

  • EdiciónABC, MADRID
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EDITADO POR PRENSA ESPAÑOLA SOCIEDAD ANÓNIMA 19 DE ABRIL DE 1991 FUNDADO EN 1905 POR DON TORCUATO LUCA DE TENA O tengo la suficiente familiaridad con otros países para estar seguro de si en algunos de ellos ocurre lo que en España me parece evidente: que la mayoría de las personas no tienen claras las cuentas sobre la realidad. De ello se sigue inevitablemente una gran desorientación, que permite que se acepte lo que debería ser inaceptable, no se estime lo que merece profunda estimación, se confundan los niveles y sea difícil proyectar con alguna probabilidad de acierto. Intentaré explicar lo que quiero decir. BC DOMICILIO SOCIAL S E R R A N O, 6 1 2 8 0 0 6- MADRIDf DL: M- 13- 58. PAGS. 128 N LAS CUENTAS CLARAS sión y justificación de la capacidad de estimar, no es posible una vida colectiva sana, y a la larga esto se extiende a la vida privada de cada individuo. En ocasiones se llega a situaciones más agudas y que afectan al torso mismo de la vida. Los que se expresan públicamente dicen cosas, en especial sobre las cuestiones graves y que ocupan la atención de las gentes, que hay que tener en cuenta y valorar con el mayor rigor posible. En estos últimos meses hemos leído y oído juicios, opiniones, proposiciones, deseos que a los pocos días no se tienen presentes. Se olvida lo inteligente, orientador, decente, acaso por eso mismo audaz y arriesgado, y no se lo utiliza para seguir pensando por cuenta propia- sobre los asuntos públicos y sobre los que han hablado de ellos- Se han leído o escuchado también cosas que deberían descalificar a sus autores, que revelan una contextura moral, o una falta de inteligencia, o de veracidad, que no se puede aprobar. Pero no se sacan las consecuencias, no se ejerce esa facultad de ser coherente con lo que verdaderamente se estima o desestima. Adviértase que no prejuzgo en este momento quién tiene razón; es algo que hay que probar en la medida de lo posible, en todo caso justificar. Lo que me parece inadmisible es que cada uno se desentienda de lo que realmente piensa o estima, que haga caso omiso de su propia evidencia y se abandone a cualquier género de manipulación. A mí me parece, por ejemplo, inaudito que los que ejercen el poder ejerzan presión sobre jueces y magistrados, y. les ordenen hacer lo que va contra su juicio, acaso contra su conciencia. Y no comprendo que eso se acepte, que no acarree inmediatas consecuencias. Tampoco me parece correcto que se oculte la propia condición- por ejemplo: religiosa- cuando se tratan asuntos referidos rigurosamente a ella, no si se escribe un libro de matemáti- Las noticias o comentarios de cada día, aisladamente, son lo que por lo general cuenta y contribuye a formar la opinión. Se puede leer un elogio encendido de un político cuya gestión ha sido largo tiempo inconveniente o desastrosa, porque acabade recibir un nuevo nombramiento o ha hecho una declaración ambigua y que no asegura nada bueno, pero que parece oponerse a alguien a quien se tiene antipatía. A la inversa, se puede liquidar la figura de alguien que tiene una importante hoja de servicios y ha dado largas pruebas de dignidad y eficacia, porque ha cometido un error ocasional o se le ha atribuido. La consecuencia es que se cuenta con uno y se da de baja al otro, cuando las cosas pedirían lo contrario. En otro orden de actividades, apenas se habla más que de los premios que reciben algunos artistas, escritores o creadores, como si eso fuese lo importante y un indicio de su calidad. Más aún, se comenta lo último que han hecho, sin pararse a pensar si es lo único o se añade a una larga serie de creaciones que componen acaso una impresionante trayectoria, que por supuesto no se tiene en cuenta. En la mente del público, casi todo el mundo empieza en cero. Lo cual no tiene más que un inconveniente: que no es verdad. Pero una amplia colección de obras realizadas- libros escritos, música compuesta, cuadros pintados, edificios construidostampoco asegura automáticamente la calidad. Si ésta falta, es menester poner en observación al autor, concederle algún crédito y estar alerta para ver si recupera el crédito que poseía o lo pierde porque deja de merecerlo. Cuando un autor habla de lo que no conoce, ignora lo que es necesario saber, o, lo que es más grave, falsea la realidad, aprovecha un libro o un artículo para aliviar sus rencores o sus fanatismos, con desprecio de la verdad; hay que tomar nota de ello y saber lo que se puede esperar de él; no se le puede conceder el prestigio al que aspira, o hay que retirárselo si gozaba ya de él. Hay que atreverse a estimar o no estimar, independientemente de la circulación social, de las convenciones, de lo que se da por supuesto. Sin esa permanente revi- cas o de química inorgánica. Tampoco entiendo que se acepte formar parte de un jurado cuyas decisiones están previstas, para cubrirlo con la porción de prestigio que se posea; o que se preste uno a intervenir en un coloquio sin preocuparse de qué constelación de interlocutores se ha designado y qué garantías se van a tener de plantear a d e c u a d a m e n t e el asunto. O que se colabore en publicaciones por las cuales se siente desprecio. Todo eso se debe a lo que en otros tiempos se llamaba respetos humanos -que persisten, aunque se han desplazado de lugar- a la fragmentación de la visión, que se queda en cada detalle y no va más allá; al inmenso poder de la repetición, que hace parecer verdadero lo que se lee, oye o ve cien veces. Creo que es esencial distinguir, prestar el apoyo más entusiasta a lo que sinceramente lo merece; negarse a prestar colabo- ración a lo que uno considera indigno de ello. Durante muchos decenios he dicho que la situación que a tantos nos parecía indeseable no se remediaría con divisiones, sino con dimisiones; que bastaría con que retirasen su hombre no aquellos a quienes les parecía muy bien, sino los que decían que les parecía mal. Este criterio debe ser permanente, aplicarse á todas las situaciones; en suma: lo que me parece necesario es que cada uno se comporte de acuerdo con sus opiniones, estimaciones y deseos, y que se esfuerce por revisarlos de tiempo en tiempo y justificarlos. Hay que atreverse a decir sí y no pero no de una manera automática, sino en cada caso con motivos suficientes y sin demasiado temor a las consecuencias. Con frecuencia, a lo largo de toda mi vida, he dicho no y lo sigo diciendo. Pero hay un paso más, que me parece muy importante: explicar por qué se dice no No basta decir que no sé va a participar en algo, o no se va a intervenir en una reunión, o no se va a colaborar en una publicación, o no se va a aceptar ingresar en una institución porque no se tiene tiempo. Es conveniente decir que es porque a uno no le merece confianza, no le parece estimable, porque no desea uno encontrarse con ciertas personas. Si esto se hiciera regularmente, no sería tan frecuente que nos propusieran lo que no se debe proponer; y se respiraría bastante mejor. Se d trá- y a lo he dicho antes- que esta actitud tiene muchos inconvenientes y puede tener consecuencias enojosas. Ciertamente; pero me parecen mucho más enojosas las que a la larga resultan de ha- ber hecho lo contrario. Julián MARÍAS de la Real Academia Española f LA CQMPMIA DE ORIENTE (S. F. Expone en el Hotel Princesa Plaza, calle Princesa, 40 S 542 21 00. 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