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ABC MADRID 08-02-1991 página 3
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ABC MADRID 08-02-1991 página 3

  • EdiciónABC, MADRID
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EDITADO PRENSA POR ESPAÑOLA SOCIEDAD ANÓNIMA 8 DE FEBRERO DE 1991 FUNDADO EN 1905 POR DON TORCUATO LUCA DE TENA A g u e r r a del golfo Pérsico absorbe la a t e n c i ó n de casi todo el mundo. Apenas se habla de otra cosa. Las noticias de Prensa, radio y televisión se ocupan con abrumador predominio del conflicto. Se ven y oyen entrevistas, coloquios, mesas redondas sobre el mismo asunto. Es normal y justificado que tan grave y dramático suceso ocupe el primer plano. Se trata de algo extremadamente complejo, problemático, que puede tener consecuencias en buena parte imprevisibles, y que además suscita cuestiones angustiosas. El estado general en que nos encontramos es de desorientación. Esta es, por lo demás, la condición habitual del hombre, y lo excepcional es que no estemos en ella. Lo que no me parece normal, ni aceptable, es que no se haga, frente a la desorientación, lo que el hombre puede hacer, lo que ha hecho con frecuencia- ciertamente no siempre- en el curso de la historia: pensar. Esto es lo que echo de menos. Sería insincero si dijera que esto es para mí una sorpresa. Llevo muchos años, por lo menos veinte, preocupado por la ausencia de pensamiento allí donde debería ejercerse, y muy especialmente en aquellas porciones de humanidad que sólo se justifican por él, es decir, entre los que se llaman intelectuales Desde hace más de dos dece nios me angustia lo que llamo arcaísmo el olvido del pasado cercano, que forma parte del presenté amplio, con su espesor real, y su sustitución por lo que es pasado y que es enormemente interesante, en su lugar propio. Se manejan como si fueran actuales- y esto es lo grave- ideas viejas y pensadas para situaciones distintas de la actual; y esto a la vez que se olvida en un grado increíble la historia, con lo cual se pierde la memoria colectiva y se recae en el primitivismo, que es, si no me equivoco, precisamente lo que se busca. En una proporción aterradora, una mayoría de las personas que hablan o escriben sobre la situación actual no han pensado absolutamente nada sobre ella. Es decir, no han hecho ningún esfuerzo por, orientarse, y acaso ayudar a orientarse a los demás. Esto es lo verdaderamente grave, porque puede conducir a que, aparte de las calamidadesmás apremiantes que caen sobre el mundo, se deposite sobre él una espesa capa de lo que constituye uno de los mayores males de la Humanidad, si no el mayor: el error, que cuando es difundido y compacto se convierte en estado de error algo enormemente difícil de superar. Estoy entregado desde octubre a dar ABC un curso sobre el factor intelectual en la historia, es decir, a analizar el influjo en ella del acierto o el error. Es apasionante, y no es demasiado difícil comprobar que las mayores calamidades y maldades de la historia han procedido de errores intelectuales que se hubieran podido descubrir, y que los periodos de razonable prosperidad y felicidad han tenido su origen en la vigencia de interpretaciones veraces y acertadas de la realidad. Por supuesto, es más hacedero ver esto después al cabo de los años o los siglos; pero trato de mostrar que era posible, aunque no tan fácil, descubrir los errores latentes en las ordalías, la esclavitud, las inquisiciones, la tortura judicial, la creencia en la brujería, el racismo y tantas cosas más. Y al examinar estas cuestiones se advierte que algunos vieron las cosas claras y proclamaron los errores, acaso monstruosos, que se habían deslizado y atrincherado en las mentes de sus contemporáneos. Y digo atrincherado porque esta palabra es la clave: la obstinación es un factor decisivo, que hace muchas veces inoperante lo que algunas mentes claras y veraces ven, lo que acaso proclaman impávidamente. En nuestra época se han producido diversos estados de error que han conducido a que el siglo XX, tan extraordinariamente genial y creador en muchos aspectos, haya realizado y contemplado desastres físicos, morales e intelectuales de impresionante magnitud. Al cabo de cierto tiempo han sido reconocidos. El nacionalsocialismo fue uno de ellos, y ha sido un ¡versal mente execrado, después de qué desapareció; pero fue ante todo un monstruoso error intelectual, bien visible a toda mente alerta. Hasta hace un par de años no se ha visto- o no se ha querido ver- que el comunismo había significado otro desastre, de raíces igualmente ¡ntelectua- les; otro error, en suma; y todavía apenas se atreve casi nadie a reconocerlo plenamente y extraer las consecuencias oportunas. Y ahora nos encontramos en otra situación cuya gravedad es evidente. No me refiero sólo a la guerra que se está librando, aunque es lo que le da su mayor agudeza. Pienso en lo que era previsible hace ya bastante tiempo, en lo que algunos habían previsto. Es posible que si no se hubiese olvidado tanto la historia, si no se hubiesen abandonado los recursos intelectuales que se habían creado en este siglo, para recaer en di versos arcaísmos, si se hubiese ejercita- DOMICILIO SOCIAL S E R R A NO, 6 1 2 8 i0 0 6- M A D R ID DL: M- 13- 58. PAGS. 120 do a tiempo el pensamiento, no se hubiera llegado a la gravedad de una situación cuya salida es problemática y, en todo caso, dolorosa. Una de las tareas más urgentes que pueden hacer los que no intervienen activamente en la guerra es pensar sobre ella, sobre Jo que la ha hecho inevitable, sobre lo que se puede hacer para que su desenlacé sea lo menos desastroso posible e impide que el mundo quede dispuesto a mayores males. Todo esto se puede hacer, pero hay que hacerlo. Yo desearía que se reflexionase acerca de lo que dicen o escriben algunas personas, para determinar si tiene sentido escucharlas y tomarlas en serio, o es más discreto volverles la espalda. Que cada uno- entiéndase bien, cada uno -juzgase esas manifestaciones, no a priori y por su pertenencia a un bando sino por su información, veracidad, penetración. He contemplado algunos coloquios en la televisión que me han producido estupor y profundo pesimismo. He leído comentarios cuya ausencia de contacto con la realidad es escalofriante. En unos casos y otros se advierte una decisión previa de no pensar, mejor dicho, de utilizar algunos recursos que exteriormente se parecen al pensamiento para contribuir a la desorientación. También he visto en la pantalla televisiva intervenciones de personas corrientes sin nombres conocidos, y me han producido con frecuencia, aunque no siempre, honda zozobra. Se ve que muchos no tienen la menor idea del mundo, ni pasado ni presente; y como no son analfabetos, como todos han pasado por lá enseñanza, y acaso no sólo la elemental, me pregunto por su contenido y su valor. Me asalta la sospecha de si los encargados de esas reuniones, coloquios y entrevistas buscarán a propósito esos resultados, porque es inverosímil que tengan tan mala suerte. Hablo con muchas personas, por supuesto entre ellas algunos intelectuales profesores, escritores; y con los que podríamos llamar consumidores lectores, oyentes de cursos y conferencias; y con otros que están dedicados a sus profesiones y oficios y viven al margen de lo intelectual pero no de la inteligencia. Y encuentro algo muy distinto: algunas ideas claras, cierto conocimiento de lo real, y sobre todo afán de verdad, deseo de ver claro, de escapar a la desorientación. Por eso, por creer que esto es más real que lo otro, no pierdo la esperanza. Julián MARÍAS de la Real Academia Española L DESORIENTACIÓN

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