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ABC MADRID 14-03-1990 página 74
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ABC MADRID 14-03-1990 página 74

  • EdiciónABC, MADRID
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74 ABC CIENCIA Y FUTURO MIÉRCOLES 14- 3- 90 Roger Penrose: Los ordenadores nunca Roger Penrose es uno de los más brillantes físicos y matemáticos ingleses. Ha dedicado casi todos sus trabajos e investigaciones a relatividad general y cosmología, y, dentro de ésta, ha contribuido esencialmente a fundamentar la teoría sobre los agujeros negros, junto a Stephen Hawking. Es miembro numerario de la Royal Society, está en posesión de importantes premios y distinciones internacionales y, a la sazón, ocupa la cátedra de Matemáticas Aplicadas en el Instituto St. Giles, de la Universidad de Oxford. El profesor Roger Penrose acaba de publicar en Inglaterra The Emperor s new mind La nueva mente del emperador libro que en pocas semanas ha alcanzado un gran volumen de ventas. Aborda A media tarde, a punto de dar por concluida su diaria actividad en el Instituto de Matemáticas señor Giles, el profesor Penrose nos recibe en su despacho, situado en la primera planta, mientras las calles de Oxford permanecen abrillantadas y vacías a causa de la lluvia y el feroz vendaval desatados. El profesor Penrose es un hombre de edad media, de estatura media, de sonrisa a medias y su mente es una de las más lúcidas del actual panorama científico inglés. Su curriculum- cincuenta y ocho años, dos matrimonios, tres hijos, sobrino del pintor surrealista, fallecido hace unos años, Roland Penrose, gran amigo de Picasso y su mejor biógrafo- es extenso y brillante, pero Roger Penrose es un hombre tímido y sencillo, aunque no exento de un sentido del humor muy matizado. Es fácil adivinar que el hecho de someterse a una entrevista supone para él un pequeño suplicio o, cuando menos, una contrariedad que altera gravemente su horario y su quehacer incesante. Su despacho es una sencilla estancia cuadrilonga, con un encerado, media docena de sillas de anea y un par de sillones ajados. En la librería, funcional y adosada a una de las paredes, medio millar de libros científicos se alinean de costado como enfermos del corazón, mientras que ta gran mesa que ocupa el centro de la espaciosa habitación está completamente abarrotada de papeles, ordenados en gruesos mazos; hasta tal punto, que están desperdigados también por buena parte del mobiliario. Todo ello hace que el lugar recuerde vagamente un despacho o una sala de clase un tanto destartalada, cuando menos muy peculiar. en él tres temas muy próximos al hombre de hoy: computadoras, inteligencia artificial (Al) y las leyes de la Física. En opinión del profesor Martin Gardner, su profoguista, el libro de Penrose está destinado a convertirse en un clásico. Sin duda, es el más importante ataque que se ha escrito hasta la fecha contra la inteligencia artificial. Precisamente, uno de los aspectos más llamativos de su tesis es que la inteligencia artificial nunca logrará sobrepasar a la mente humana, salvo en la rapidez para efectuar ciertas operaciones complicadas. ABC ha sostenido una entrevista con el profesor Penrose en su despacho de la Universidad de Oxford en torno a su obra, que dentro de poco será traducida a nuestro idioma. de llevar a cabo. En el entendimiento matemático, lo principal es concentrarse en áreas donde podemos ser precisos en lo que es computable y en lo que no lo es. Un famoso teorema probó en 1931 que, tengas el sistema que tengas para decidir la verdad matemática, siempre hay verdades que el sistema no puede alcanzar. De todas formas- d i c e- el hombre puede percibir esas verdades y establecerlas matemáticamente, pero el sistema no es suficiente para derivar. La forma de percibir la verdad de estas cosas es imposible de trasladar a formulaciones computables; dicho de otro Suele suponerse que el mundo está hecho un lío por culpa de los humanos, pero las computadoras superinteligentes no nos salvarán del caos. de en su libro The Emperor. s new mind que algunas facetas del pensamiento humano nunca podrán ser realizadas por una máquina, al propio tiempo que analiza lo que la física y las matemáticas nos pueden decir sobre el trabajo de la mente, lo que no pueden y lo que necesitamos saber para entender los procesos de la propia física. Para Roger Penrose, Einstein no era un terco ni un obstinado cuando sostenía que su dedo meñique le decía que la mecánica cuántica estaba incompleta. Tras un despliegue realmente deslumbrante, que abarca los números complejos, las máquinas Turing, la teoría de la complejidad, la indecisión de Gódel, el espacio de Hilbert, los agujeros negros, los agujeros blancos, la entropía, la radiación Hawking y la estructura del cerebro, entre otros temas, concluye que incluso las leyes más profundas de la mecánica cuántica son esenciales para el funcionamiento de la mente. En suma: su dedo meñique le dice al profesor Penrose que la mente humana es algo más que una colección de pequeños cables e interruptores. Lo que primero llama la atención es el propio título del libro, La nueva mente del emperador El título- explica Roger Penros e- lo he tomado de un famoso cuento de Hans Christian Andersen, no sé si familiar a los españoles, en el que relata lo sucedido cuando el emperador viste ante su corte un traje que sólo determinadas personas pueden contemplar. Aunque todos afirman verlo, la realidad es que el emperador se muestra completamente desnudo, hecho que sólo llegan a denunciar unos niños. Con este título pretendo hacer referencia a la idea generalizada entre las gentes que trabajan en inteligencia artificial de que cuanto ocurre en nuestras cabezas no son más que computaciones, pero la consciencia del fenómeno mental, el sentimiento, el dolor, etcétera, son cosas no explicables en términos de computación. Las máquinas pueden calcular- a ñ a d e- pero no tienen sentimientos. Esto es obvio; sin embargo, persiste la idea de que las computadoras, que se han hecho muy rápidas, disponen de grandes bancos de memoria y pueden realizar en un breve espacio de tiempo operaciones para las que el ser humano acaso necesitaría toda su vida, tienen una mente pareja a la del hombre, y esto no es así. Situaciones peligrosas La más antigua actividad científica que se le conoce al hombre es la de calcular. Casi con toda seguridad, las aftas matemáticas de la Edad de la Piedra se redujeron al hallazgo del número cinco, equivalente al número de dedos de la mano; pero habrían de pasar casi treinta mil años para que el hombre lograra sustituir sus manos y llegar a la utilización del moderno ordenador de hoy. Quiero decir- continúa el profesor Penrose- que hay operaciones que requieren interiorización, entendimiento, conceptos no cubiertos por la inteligencia artificial y que nosotros sí somos capaces modo: la manera en que percibimos la verdad matemática, en general, no se puede poner en un computador. Las cosas que nosotros podemos realizar, y las computadoras no, son las interioridades mismas que nos dicen cuáles son las verdades matemáticas o cómo llegamos a estas verdades. Por otra parte, mientras pueden existir verdades sobre diferentes tipos de objetos, ei ordenador sólo puede computar los números finales de las operaciones. Sé que esto es algo complicado, pero la diferencia resulta evidente. Sin embargo, resulta curioso que el uso generalizado de ordenadores parece ir disminuyendo la capacidad cerebral humana para realizar ciertas operaciones que antes estaba acostumbrado a efectuar, bien por comodidad, bien por la exactitud y velocidad de estas máquinas. Muchos chicos que utilizan habitualmente las calculadoras en las escuelas llegan a olvidarse de sumar. Hay dos formas de contemplar este hecho. Por una parte- apun- Pensamiento humano Durante décadas, los defensores de la inteligencia artificial han mantenido que las computadoras pronto podrán realizar todo aquello de que la mente humana es capaz. Ciertamente, podemos admitir que hoy las computadoras juegan al ajedrez al nivel de un gran maestro, pero ¿entienden el juego como nosotros? ¿Será capaz un ordenador, algún día, de realizar todo lo que la mente humana puede hacer? El profesor Roger Penrose defien- Si el Universo recolapsara un día, cosa no del todo clara, su fin no es inminente. El hombre no podrá viajar al pasado, y de lograr su viaje al futuro, no podríamos hacerle regresar.

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