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ABC MADRID 04-02-1990 página 45
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  • EdiciónABC, MADRID
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DOMINGO 4- 2- 90 INTERNACIONAL A B C 45 atenaza al Líbano tó. Y alió a los drusos con Siria, además de recabar la genertosa ayuda de Libia, un tanto disminuida en los últimos tiempos. No menos sorprendente, en el campo de los aliados sirios resulta la presencia de una milicia cristiana, la Marada del antiguo presidente libanes Suleimán Frangie. Frangie, que es un amigo personal del dictador sirio Hafez el- Assad, era presidente libanes cuando las tropas sirias ocuparon el país. Pero quizá, lo más chocante de todo resulte ser el papel jugado por los Estados Unidos. Los norteamericanos tienen todavía numerosos rehenes en manos de los grupos terroristas dependientes de, Hezbolá. Y en el Líbano, como en cualquier otro país, el Norte de la política exterior estadounidense es la mejor defensa de sus intereses. Ahora, Washington cree que para lograr la liberación de sus rehenes, es necesario el dominio de la zona por un hombre fuerte, y a los ojos de la administración Bush, éste sólo puede ser Hafez el- Assad. Ello lleva a que indirectamente los Estados Unidos estén respaldando a seres tan peculiares como Jumblatt o el chií Nabih Berri, jefe de Amal. Y de forma muy directa su apoyo lo recibe Haraui, quien podría recibir armas y asesoramiento militar norteamericano en las próximas semanas lo que supondría un giro importante en el conflicto libanes. Por el terror hacia Dios Ali Akbar Moktachemi, antiguo ministro del Interior de la República Islámica del Irán se encontraba de visita en Beirut Oeste el 22 de noviembre de 1989. Ese día, 200 kilogramos de dinamita segaron la vida del presidente libanes, Rene Moawad. Rene Moawad se había mostrado reticente a nombrar primer ministro a Salim el- Hoss, el político que durante catorce meses había disputado la legitimidad del Gobierno al general Michel Aoun. Moawad no quería que este sunní encabezase el Ejecutivo pues comprendía que nunca lograría un acuerdo con Aoun si nombraba para el cargo de jefe de Gobierno a quien había competido con él a sangre y fuego por ese mismo puesto durante más de un año. Pero Hoss era el hombre de Damasco. Forzado a aceptar la imposición del dictador sirio Hafez el- Assad, Moawad buscó un acuerdo con el principal partido cristiano: la Falange. Ahí se acabó la paciencia de los aliados chiíes del régimen secular de- Damasco. Para Irán, el Líbano ha de ser una República Islámica a su imagen y semejanza. Y cualquiera puede comprender que en un régimen como el iraní, difícilmente pueden convivir tres religiones principales con hasta catorce subdivisiones menores. A lo largo de la Historia, todo gobernante impuesto por una potencia extrae jera ha debido siempre plegarse a las exigencias de ésta. Rene Moawad tuvo la desgracia de enfrentarse en dos semanas a sus dos mentores: Siria e Irán. Las circunstancias del atentado confirman la pista sirio- iraní Alí Akbar Moktachemi en un avispero de soldados sirios y terroristas chiíes, nadie puede cuestionar hoy que el más perjudicado por la muerte de Moawad tía sido el propio Aoun. Siria ha encontrado un hombre maleable que gobierna al dictado de Damasco. Irán se ha topado con un dirigente cristiano que como primera medida tras su toma de posesión amenazó con arrasar las ruinas del Palacio de Baabda donde se asienta el general Aoun para así recuperar la sede tradicional del poder libanes. Aoun en cambio se encuentra con que el mundo entero respalda al nuevo Gobierno libanes, con su rival Salim el- Hoss como primer ministro. Ve como ya nadie reconoce su legitimidad y que sólo sus más tradicionales aliados siguen apoyándolo, pero soterradamente. Sobre toda esta tragedia se proyecta la siniestra y alargada sombra del ayatolá Moktashemi. Oficiales de los servicios de seguridad de Arabia Saudí, Francia, Gran Bretaña y los Estados Unidos reconocen en él la mano dirigente en el terror impuesto a Occidente. Sus actividades se desarrollan por medio de una vasta red que ha formado con oscuros grupos chiíes pro- iraníes del Líbano. En entrevistas concedidas a lo largo de los últimos meses, estos miembros de los servicios de seguridad han señalado repetidamente a Moktashemi como el responsable de las enormes cifras de dinero que fluyen desde instituciones iraníes hacía grupos chiíes libaneses. El principal objetivo de Hezbolá e Irán en el Líbano es obtener el control sobre toda la comunidad chií de ese país. Eso implica dominar el movimiento Amal. La meta de Hezbolá consiste en transformar esta comunidad en una quinta columna al servicio de la revolución islámica en el ámbito local, regional y global. El Líbano es en la actualidad un laboratorio para los experimentos iraníes. Todo un pueblo los padece. La batalla que se libra en el sur del país entre Hezbolá y Amal es la manifestación más cruenta y espectacular de un conflicto de final imprevisible: Moktashemi acaba de ser elegido miembro del Parlamento iraní en una elección parcial, lo que, tras haber sido cesado como ministro del Interior iraní el pasado verano ha supuesto un respaldo a su política radical y al sufrimiento de ios libaneses. Ramón PÉREZ- MAURA Irán El otro gran actor de la política libanesa es Irán. Temeroso de que sus diez años de alianza con Siria estén tocando a su fin, Irán está ahora incrementando su ayuda militar y financiera a su aliado libanes: Hezbolá. Esto explica por qué desde principios del mes de diciembre, las dos milicias chiíes, Amal (prosiria) y Hezbolá (pro- iraní) se han enfrentado duramente. En una tremenda ofensiva, cientos de guerrilleros dé Hezbolá (el Partido de Dios) luchan por tomar posiciones estratégicas en el sur del Líbano. Esta batalla es más decisiva para el futuro del Líbano que las que libran al norte las tropas de Aoun y las de Hafez elÁssad o las Fuerzas Libanesas en estas últimas horas, puesto que lo que Hezbolá busca es la transformación del Líbano en una república islámica, al modo y manera de sus mentores de Teherán. La exportación de la revolución es una parte integral del legado político del ayatolá Jomeini. Irán envió en 1982 2.000 pasdaranes (guardias revolucionarios) para promover la revolución entre los chiíes. Ellos son el origen de Hezbolá. El Líbano parece ofrecer condiciones ideales para una esfuerzo revolucionario: la comunidad chií es la minoría mayoritaria que ha sufrido durante años discriminaciones políticas, económicas y sociales a manos de los maronitas y sobre todo de los sunníes, mucho menos numerosos que ellos. Pero los sunníes se aprovecharon en el pasado de la pasividad e indiferencia de los chiíes ante la vida pública, para ocupar el puesto que les hubiese correspondido a ellos en el reparto del poder libanes. Si unimos a ello la humillante sumisión a la que fueron sometidos por los palestinos durante sus años de libre circulación por el Líbano, los chiíes libaneses son tierra fértil para un sembrado revolucionario que amenaza a occidente. El magnicidio de Moawad El magnicidio fue de una precisión es- calofriante. -La colocación de 200 kilogra- mos de dinamita con un sofisticado detonador en una zona congestionada de soldados sirios no puede ser obra de un grupo terrorista cualquiera. Sólo un servicio de inteligencia bien dotado, en colaboración con los responsables de la seguridad del lugar puede operar en esas condiciones. Y además, está la macabra presencia de Alf Akbar Moktashemi, el ex- ministro del Interior iraní, un bien conocido especialista en atentados con explosivos. Sus alumnos libaneses han obtenido siempre matrícula de honor en esta macabra asignatura (ver página anterior) Y finalmente hay que ver a quien beneficiaba el asesinato: muchos acusaron de inmediato al general Aoun, a primera vista el beneficiario más lógico. Pero aparte de carecer Aoun de los medios logísticos para cometer semejante acción

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