ABC MADRID 11-01-1990 página 117

Jaime Lorente: en el lugar de la pintura ESPUÉS de los abusos expresionistas que tanto han marcado, en nuestro país, la pasada década y a pesar de algunos inevitables abusos y de algunas angustiadas y apresuradas puestas al día, siempre es de agradecer, o al menos así lo creo, el que las tendencias dominantes se inclinen hacia cierta reflexión, tanto más cuanto que la tan cacareada muerte del arte parece haberse pospuesto, si no indefinidamente, al menos hasta bien entrado el próximo milenio. Dentro de esta nueva y joven corriente que sin olvidarse del peso de los planteamientos estéticos, viene reflexionando sobre el sentido del arte y más concretamente de la pintura, Jaime Lorente (Madrid, 1957) parece haberse situado en uno de los lugares más sólidos. Si en trabajos anteriores (su última exposición se celebró la temporada pasada) Lorente parecía aún demasiado implicado con la propia praxis pictórica para que sus planteamientos más reflexivos nos llegaran con nitidez, ahora, la sintaxis, gracias al paralelismo de nuevos elementos de representación, gana en rotundidad y sus propósitos no pierden por ello ni su vertiente estética, muy enmarcada dentro de cierta reciente tradición D Galería Estampa Argensola, 6 Hasta el 23 de enero aunque hábil y sugerentemente transmitida, ni la otra más intimista y sugerente, por decirlo con términos que aunque no sean los más adecuados sí parecen suficientemente expresivos. La exposición se abre bajo el común denominador de las curvas de nivel, símbolos y elementos de otras definiciones del espacio y de las cosas, que en su doble vertiente de elementos expresivos en sí y su carga objetivamente definitoras transforman fotografías de apacible tensión- unas manos que también encierran sus propias curvas y tensiones- espacios de corcho levemente teñidos por huellas o la propia imagen del espectador que se refleja en la obra. El juego del cristal que funciona como aislante de los distintos elementos- también de obra y espectador- es otro de los juegos que aporta una importante carga de connotaciones, dentro de un trabajo que, en conjunto, parece quedar abierto a una mayor profundización a pesar del evidente riesgo, en esta ocasión perfectamente salvado, de una excesiva frialdad que pueda crear insalvables distanciamientos. S. T. Corcho y cristal, 1989 P. J. Símbolo y realismo en José Duarte ESDE sus inicios dentro del decisivo Equipo 57 y de sus trabajos de investigación constructivista, José Duarte (Córdoba, 1928) ha seguido una trayectoria bastante sorprendente. Urgido por la propia realidad social y política de los años 60, pronto Duarte abandonó una tendencia que, por lo demás, nunca ha conseguido un excesivo predicamento en nuestro país, para engrosar las filas de un realismo de denuncia e D Galería Duris de Sarrios Mercado Puerta de Toledo introducir en Córdoba los postulados de Estampa Popular que tan decisivamente marcó al Grupo Crónica y en general a todo el arte social del momento. Los trabajos de José Duarte abundaban entonces en unos paisajes de una provincia rural llena de sangrantes contrastes y evidentes injusticias. Hasta finales de enero De 150.000 a 2.500.000 pesetas A finales de los setenta, la nueva realidad política del país y nuestra incipiente, entonces y aún si acaso ahora, incorporación a los circuitos internacionales dio al traste con muchos de estos esfuerzos, que se encontraron sin un trasfondo que les siguiera sustentando; en general el realismo se vio abocado a un mayor intimismo casi rozando ribetes de una extraña metafísica y totalmente desbordado por un entorno y unas necesidades completamente nuevas que planteaban, dentro de la propia pintura, la urgencia de otros modos y la aparición de otras generaciones. La pintura de José Duarte, además de haberse ido haciendo más intimista fue interesándose cada vez más por los objetos, objetos que desplazaron las figuras y que incluso parecen haber heredado su propia substancia, al menos su propia intensidad. En la exposición que ahora, tras siete años de silencio, presenta, el intimismo parece haberse aliado con simbólicos homenajes y citas que tal vez propongan una importante reflexión sobre toda su trayectoria, desde los libros y el misterioso cuadro de interior de un bar con figura que parecen remitir, aunque lejanamente, a sus principios constructivistas hasta escenas y paisajes más casuales. Tal vez el único problema de todo ello sea una factura que recuerda en sus soluciones y en sus tics a cosas demasiado vistas y que a veces enturbia en exceso el trabajo y lo priva de un misterio y una seducción que, aunque moderados, permanecen en la mayor parte de las obras. Pablo JIMÉNEZ A B C 117 S. T. óleo sobre lienzo JUEVES 11- I- 90