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ABC MADRID 24-12-1989 página 31
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ABC MADRID 24-12-1989 página 31

  • EdiciónABC, MADRID
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DOMINGO 24 LUNES 25- 12- 89 TRIBUNA ABIERTA ABC. póg. 31 OS estudios sobre figuras de la literatura, o d é l a cultura en general se resienten en nuestra época de cierta mecanización: se acumulan sobre unos cuantos nombres, acerca de los cuales se escriben interminablemente artículos y libros, tesis doctorales; en ocasiones se organizan simposios, mesas redondas, hasta congresos. Como era de temer, se repiten las mismas cosas innumerables veces, y esas figuras se cubren de tópicos. Su selección no tiene demasiado- que ver con su valor real, depende más de la política o de la moda. Y mientras tanto quedan en el olvido otros autores interesantes y que sería menester tener presentes para entender las cosas. Uno de ellos es José Ortega Munilla, el padre de José Ortega y Gasset. Es indudable que en este caso el esplendor del hijo ha oscurecido al padre: por eso hablo de eclipse Y, sin embargo, Ortega tenía plena conciencia de la importancia, diríamos más bien de la fuerte realidad de su padre, así como los hermanos Machado sentían profunda admiración mutua. Hace ya bastantes años que una profesora americana, Ruth publicó un libro titulado Ortega Munilla y sus novelas hecho con gran probidad y conocimiento, probablemente una tesis doctoral. Aunque en él se encuentran materiales valiosos, el hecho de que se concentre en la faceta de novelista de Ortega Munilla hace que resulte incompleto, porque este autor, que escribió ciertamente muchas novelas, fue sobre todo, abrumadoramente, periodista, y éste es el aspecto que convendría poner en claro. Qrtega Munilla había nacido en 1856, el mismo año que Menéndez Pelayo y Freud, en el centro mismo de esa generación que estudié en detalle hace mucho tiempo (puede verse Generaciones y constelaciones Murió en 1922, cuando yo tenía ocho años. Y, aunque parezca extraño, lo conocí como periodista. En mi casa se leía el periódico ABC. Cuando aprendí por mi cuenta a leer, a los cinco años, una de mis primeras lecturas era el periódico que llegaba diariamente. Allí escribía Ortega Munilla una sección con el título general Chispas del yunque que recuerdo muy bien, y leí no pocos artículos. Entonces yo no sabía que existía su hijo, aunque muy pronto llegó a mis oídos, por la admiración que hacia él sentía mi padre. Directamente apareció ante mis ojos en su libro Notas cuando yo tenía catorce o quince años. L ORTEGA MUNILLA: UN ECLIPSE ¿TIENE ALGO QUE VENDER? Utilice la Sección de Anuncios por Palabras de ees para comprender la realidad de España en ese tiempo. Cada vez me parece Por Julián MARÍAS más evidente que, a pesar de su proximiEn 1916, Ortega hizo su primer viaje a la dad, es muy mal conocida, y principalmente Argentina, por tantos motivos memorable, y deformada. Se me va imponiendo la evidendel que me he ocupado en otros lugares. Ha- cia de que fue un período más interesante, bía sido invitado, después de Ramón Menén- fecundo y civilizado de lo que se suele dez Pidal, por la Institución Cultural Española, creer. Creo que Valera fue el mejor observay tuvo enorme éxito; sobre todo, nació enton- torio para entender el mundo desde el final ces un influjo mutuo entre Ortedel Romanticismo hasta comienga y la Argentina. Hizo este viaje zos de nuestro siglo. Con un nien compañía de su padre, que vel intelectual menos alto, pero volvió a España mientras el hijo con mucho mayor detalle y una permanecía algún tiempo más concentración primordial sobre en el país. Por cierto, Ortega se España, otro observatorio insusrefirió a lo grato que para él hatituible fue José Ortega Munilla. bía sido ver a su padre con sus Y no se olvide un aspecto que sesenta años laboriosos moverconsidero de máxima importanse fuerte y jovial sobre la tierra cia: el conocimiento real, físico, argentina. Y recordó los versos de España; Ortega Munilla la redel romance: corrió entera, y durante mucho ¡Viejo que venís el Cid, tiempo con su hijo José; de esas viejo venís y florido! andanzas proceden en buena Sorprende ahora que se dijera medida las Notas de andar y esto a propósito de un hombre ver el temple que corresponde Julián Marías de sesenta años, pero lo mása la gran delicia, rodar por los de la Real Academia curioso es que Ortega se aplicacaminitos de Castilla se recuerEspañola ra esos mismos versos a sí misdan los viajes de Ortega con Bamo, un poco antes de cumplir raja, Azorín y Dantín Cereceda, sesenta y tres, en su primera conferencia en pero no se tienen en cuenta aquellos otros España después de su exilio, en 1946, en el con su padre, en fraternidad activa y reñidoAteneo de Madrid. ra en conversaciones en las que siempre se encontraban en el más sabroso desaSe envejecía antes que ahora, por supuescuerdo to; además, Ortega Munilla había sido increíOrtega, el gran Ortega, fue siempre homblemente laborioso; lo de menos eran sus bre de interminables lecturas, de libros, camuchos libros, que escribía casi en sus ratos liéiítalibros se llama una vez, en carta a de ocio; como periodista, escribía dos o tres Unamuno; pero no fue nunca libresco y artículos diarios, no sólo en El Imparcial habría que tener en cuenta el estímulo de Orsino en incontables publicaciones de España tega Munilla para que se le entrara por los y América; sin contar su labor de director e ojos, desde la primera juventud, la realidad inspirador del suplemento literario, tan famode España. Uno de los errores que se comeso Los Lunes de El Imparcial donde escriten con los escritores- con Ortega muy esbieron los autores consagrados y los jóvenes pecialmente- es suponer que no han conocipromisores, como la mayoría de los autores do o no les han importado las cosas o persode la generación del 98, que tuvieron expresa nas de las que no han escrito, o muy gratitud hacia el cordial y generoso Ortega. parcamente. El verdadero escritor no habla Munilla. de todo ni cita a todo el que ha leído, ni exhibe sus conocimientos, venga o no a pelo. Tuvo éste muchas crisis de salud, que sin Lo hace cuando se justifica, cuando siente duda lo envejecieron, y probablemente se deque hay que hacerlo. Pero se puede rastrear bieron, al menos en parte, a un trabajó inhulo que en su vida contó; y habría que pregunmano, a un azacanamiento que era propio de tarse cuánto le debió Ortega a su padre, inmuchos escritores, y sobre todo periodistas, de cluso en el brío literario, en el uso de la mesu tiempo. Fue el caso de Francisco Navarro Ledesma, nacido en 1869- como Menéndez táfora, en la buena retórica llena de pasión, Pidal- pero muerto en 1905, sesenta y tres en la sangre caliente, en suma. años antes que su gran coetáneo. Y quizá habría que agregar un elemento más: el apasionamiento: Ortega Munilla era un hombre apasionado que tomaba las cosas a pechos, lleno de indignaciones y de entusiasmo, lejos de ser un frío cronista de sucesos o asuntos de actuaLa Publicidad le informa. lidad. til Tuvo la estimación de muchos grandes escritores; de Leopoldo Alas, tan difícil de contentar, que escribió con elogio sobre El tren directo en 1881, en Solos de Clarín de Valera, que contestó en 1902 a su discurso de ingreso en la Real Academia Española, de tantos más. Pero él escribió sobre todos y sobre todo; conoció a todos los que pasaron por el escenario de la vida española desde el comienzo de la Restauración hasta casi la dictadura de Primo de Rivera. Es difícil conseguir y leer los millares de artículos que Ortega Munilla escribió durante casi medio siglo, pero serían uno de los medios más efica- Le pone al día de las últimas novedades. Recuerde que la decisión de compra siempre la toma usted.

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