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ABC MADRID 27-07-1989 página 87
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ABC MADRID 27-07-1989 página 87

  • EdiciónABC, MADRID
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JUEVES 27- 7- 89 ESPECTÁCULOS -Los Veranos de la Villa ABC. pág. 87 Manhattan Transfer, o la música con cuatro voces Anoche en Barcelona y hoy en Madrid Madrid Tienen nombre de bebida cursi y la apariencia de dos parejas de americanos de vacaciones en la Costa Blanca, pero Manhattan Transfer pasan por ser el grupo vocal más afinado del mundo de la música, digamos, ligera. No están de vacaciones en España, sino de gira artística, y esta noche actuarán en Madrid. El Magic Circus será hoy escenario para uno de los cuartetos norteamericanos más célebres de los últimos veinte años, Manhattan Transfer, considerado como el combinado vocal puntero del jazz- pop, aunque ellos se autodefinan como un grupo de artistas incalificables, solamente capaz de interpretar baladas, rock, soul, pop, música afrocubana y jazz moderno. Cuando empezaron, hace ahora veinte años, pretendían cantar las canciones americanas que estuvieron de moda en los años treinta y cuarenta, inspiradas en las producciones de Broadway o de Hollywood, con el fin de deleitar los oídos de la gente de cierta edad. Eran evocaciones más o menos nostálgicas. Eran los tiempos en que lo retro estaba de moda s Pero los Manhattan empezaron a buscar públicos nuevos y una mayor repercusión en el consumo generalizado. Su habilidad para no quedarse estancados les condujo, a partir de 1981, a abrir su tradicional repertorio a músicas pop, rock, swing, jazz, y a adaptar canciones de diversa procedencia con recursos ingeniosos y creativos El cuarteto se consolida y es sucesivamente galardonado con los premios Grammy desde 1982 hasta 1985. Doce álbumes grabados son el resultado. Pero su asentamiento en la actual posición tarda en llegar. Desde Extensions hasta Brazil, su último disco, crean obras interesantes como Mecca for Moderns o Bodies and souls. Tim Hauser es el más veterano de la formación e impulsor del grupo. Convenció a Alan Paul para llevar a cabo el proyecto de renovación, incorporándose a la idea Janis Siegel y Laurel Masse, sustituido después, ya que decide continuar su carrera en solitario, por Cheryl Bentyne, una joven pelirroja. A las dos populares parejas le a c o m p a ñ a n Don Roberts (saxos) Yaron Gersonovsky, (teclados) Wayne Johnson, (guitarra) Alex Blake (bajo) Buddy Willians (batería) y Frank Colon (percusión) seis buenos músicos a quienes les gusta sorprender, con un juego consistente en disfrazar sonidos y apariencias, dándole a casi todos sus productos un hábil toque mágico. Esta no es la primera vez que visitan España. Han actuado reiteradamente en televisión y en algún que otro Festival de Jazz, como el celebrado recientemente en San Sebastián. Anoche lo hicieron en Barcelona, y hoy ofrecerán una selección de sus canciones más famosas en Madrid. En cualquier caso sus raíces están en el jazz y en todo aquello capaz de inspirar ritmo. Loquillo y los Trogloditas por Madrid, y viceversa Unos tipos duros de los de verdad Madrid. José Manuel Cuéllar De nuevo han llegado tipos duros a la urbe negra. Vinieron desde la ciudad de seda, donde la sinfonía y el blanco imponen su dominio. Pero Madrid es su terreno, suelo firme donde Loquillo y sus Trogloditas aprietan los puños y amenazan desde la sombra, dispuestos a arrastrar de navaja a cualquiera que les observe feo. Ya no tienen a Sabino, pero el jefe no quiso que la ¡ncertidumbre de un futuro que se presenta oscuro sin el cerebro privilegiado empañara la brillantez de una actuación en feudo propio. Sale Loquillo a escena. Es en el Magic remodelado. Cuando el Loco toma posesión de sus dominios allí arriba es como si se plantara con el arco bien abierto, pulgares en la hebilla y la mirada dura, en plena discoteca de acidhouse, dispuesto a arrastrar de navaja a cualquiera que le observe feo. Es el Loco, pues, un tipo duro, duro de los de verdad. Su banda reformada le acompañaba en el Magic como avanzan entre las sombras de un puerto lisboeta estibadores de enorme talla y brazos musculosos. Un bloque compacto, eso era Loquillo ante su Madrid. Empero, esta vez había temor e incertidumbre en estos tipos duros. Sabino, el genio, el cerebro descabezado de la banda, ya no estaba. Y sin Sabino, el Loco- que no le teme a nada ni a nadie- frunce el ceño como si le hubieran arrancado la mano diestra de cuajo. No emite un quejido, ni tuerce su boca en un gesto de dolor, pero sufre internamente. Sin embargo, el Loco sabe que está en Madrid- con la que mantiene un pacto de amor eterno ante el furor de Núñez y Pujol- y arremete con ardor y pasión: Yo la sentaba en mi regazo, enloquecía a su contacto. La he conservado en mi memoria. Tal como estaba. Siempre a mi lado. Había una media entrada en el Magic, pero ocupaban el recinto entero. Silencio, hablan las navajas con forma de guitarras. Tocan Los Trogloditas como si rajasen la atmósfera nebulosa, puntean en e s c a l a s agudas y mantienen un ritmo febril: Qué dolor sucio y traidor me envenena el corazón. Sé que ella nunca enloqueció. Jamás perdió el control. Andan todos como enfebrecidos, con sangre en la mirada ante el olor a éxito, con ganas de degollarlo y arrastrar su piel por Canaletas mientras escupen sobre la ciudad blanca las mieles del triunfo. Es esta una banda en el momento crucial de su carrera, donde las entradas instrumentales se buscan y se encuentran en el momento exacto, donde Loquillo ha encontrado más garra y furor en su voz que en los años donde atacaba el fracaso. Pero ahí siguen, en pie, sangrantes y triunfadores, dispuestos a seguir arrasando: Por favor, sólo quiero matarla. A punta de navaja. Besándola una vez más... Wim Mertens: la línea clara, como Tintín, en los Veranos de laVilla Madrid. M. Martínez Cascante Wim Mertens es un músico de difícil clasificación. Se le puede considerar pop porque su música es moderna y está bastante divulgada. Deja pensar en el jazz pues sus músicos tienen el aspecto de pertenecer a alguna big band blanca de Bruselas. Por supuesto, lo suyo tiene también mucho que ver con la clásica, cuando utiliza piano, violín y vientos para expresar su arte. Wim Mertens es un joven rubio, delgado, tímido, delicado y cortés. Algo así como un estudiante inglés en una película de James Ivory, o un sosias de Tintín, belga como él. Compositor y pianista, se hace acompañar en sus directos por un cuarteto de conservatorio: violín, flautas (dulce, piccola y travesera) oboe y clarinete, y un fagot. Su música, repetitiva o minimal dicho más fino, puede alcanzar momentos brillantes Los temas de Mertens, algunos de ellos larguísimos basados en la reiteración de una sola nota, seguramente donde mejor se disfrutan es tumbado a la pata la llana (sólo o bien acompañado) o cuando se muestran escondidos tras las imágenes de unas películas, por ejemplo las de Greenaway, que le han quedado muy apañadas. Pero su directo, que requiere más concentración y silencio que la misa, puede hacerse demasiado relajante y a más de uno se le cerra. ban los de mirar. Del sueño salían algunos cuando Mertens se decidía a cantar, con su particular voz chillona, atiplada, femenina, como el aullido de un mutilado, capaz de levantar a un muerto. Contó, además, con los coros inesperados del viento, que se colaba en los micrófonos simulando una tormenta de fondo que resultaba bastante bien. Después de hora y media de actuación y dos bises, en los que se pudieron oír desde canciones de inspiración céltica a temas que recuerdan los Carmina Burana o a Ennio Morricone, Mertens se retiró discreto. Antes se inclinó respetuoso, tras recibir una distante pero sincera ovación del público.

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