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ABC MADRID 01-07-1989 página 68
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ABC MADRID 01-07-1989 página 68

  • EdiciónABC, MADRID
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XVI ABC ABC Hícrario 1 julio- 1989 La última palabra Atxaga BABATXOA es un apelativo cariñoso, procedente de un sonsonete, que se aplica a los niños en las nanas vascas. De ahí ha tomado Bernardo Atxaga el intraducibie topónimo Obaba con que designa a una misteriosa aldea perdida entre las montañas de la Vasconia Profunda. Obaba posee muchos rasgos comunes con Asteasu, el pueblo guipuzcoano donde nació hace treinta y ocho años este escritor cuyo seudónimo ha hecho olvidar el nombre que se le impuso en la pila bautismal: Joseba. Joseba Irazu Garmendia. La mención de la pila de la iglesia de Asteasu no es aquí un mero recurso retórico. Quien visite a Atxaga en su pueblo natal, deberá acompañarle a contemplar la impresionante pieza barroca de mármol a la que el escritor atribuye un significado casi mágico. Hubo un tiempo en que Atxaga repartía a sus amigos ampliaciones fotográficas de esta pila, que en vasco se llama ponte, del latín fontem. En ella fueron cristianados, además de Atxaga, otros dos ilustres hijos de Asteasu: Juan Bautista de Aguirre, párroco que fuera del lugar hasta finales del Trienio y autor de varios tratados piadosos, y el molinero Pello Errota, uno de los bersolaris de mayor renombre en el pasado siglo, cuyo busto de piedra blanca preside la modorra idílica de la plaza mayor a la sombra del campanario. Cada uno a su manera, Aguirre y Pello Errota dignificaron la variedad local del vascuence, que Atxaga ha convertido en la más hermosa koiné literaria del País Vasco. A unos cien metros del monumento al molinero repentizador, se halla la casa de Berbardo Atxaga. No su casa natal, que abandonó siendo aún un niño para trasladarse con su familia a la cercana Andoaín. Villa industrial y ferroviaria de segundo orden, Andoaín conserva todavía cierto empaque señorial de cuando fuera cuna de Manuel de Larramendi, el filólogo jesuíta que escribió un diccionario trilingüe vasco- español- francés alabado por Herder y que polemizó con don Gregorio Mayans y Sisear. También fue hijo de Andoaín el energuménico Juan Bautista de Erro, prohombre de la corte de Carlos María Isidro, según el cual el vasco fue la lengua del Edén. En la biblioteca municipal de Andoaín leyó Atxaga a los mejores escritores suecos de nuestro siglo, antes de marchar a Bilbao, donde estudió Ciencias Económicas y trabajó como contratista de pompas fúnebres. A mediados de los setenta, Atxaga era una joven promesa de la raquítica literatura vasca, que ya había publicado un drama experimental y una novela no menos experimental. Vivía en una buhardilla del Casco Viejo bilbaíno y sostenía con vehemencia unos principios ultravanguardistas. En circunstancias normales, él y yo nos habríamos ignorado mutuamente, pero el zdanovismo de los primeros años de la transición nos llevó a colaborar con un pequeño puñado de amigos- Joxemari Iturralde, Ruper Ordorika, Joseba Sarrionandía y Manu Ertzilla- en la que seria la revista literaria más avanzada y abierta de la época. Como años después observaría Sarrionandía, las opciones literarias e ideológicas de los componentes del consejo de redacción de Pott no podían ser más distintas entre sí. Sarrionandía, por ejemplo, terminó en ETA, fue detenido y encarcelado, y escapó hace cuatro años de la cárcel de Martutene oculto en un altavoz de un grupo musical. Yo milito en el PSOE, y a mucha honra. Atxaga defendía una concepción de la literatura como transgresión de todo lo transgredible, mientras que para mí la única justificación de la literatura reside en la creación de un orden y una moral. Ertzilla se unió posteriormente a una secta fanariota que persigue la helenización del vascuence. Yo dejé de escribir en vernáculo. No nos unía sino la común repug- O nancia hacia la literatura comprometida y el deseo de emancipar la escritura de constricciones políticas. En nuestras tertulias, que concluían a altas horas de la madrugada improvisando versos a la manera de Pello Errota, se hablaba solamente de literatura (y poco, según recuerdo, de literatura vasca) Descubrimos juntos a Schowb, a Saki, a Arreóla... El libro de cabecera de Atxaga era por entonces Antología de la literatura fantástica, de Borges y Bioy Casares. Cuando el grupo se disolvió, a comienzos de esta década, Atxaga marchó a Barcelona, donde aprendió árabe. Vivió después en Palencia y Burgos, y pasó un año en Escocia como profesor de la Universidad de Saint Andrews. A su regreso, hace sólo unos meses, hablamos de poesía. Salió a relucir Auden, y Bernardo me confesó que lo que más apreciaba de mi poeta favorito era A certain woríd; es decir, un centón de fragmentos que no son de Auden. Constaté así que sus gustos no habían cambiado en lo fundamental. A Atxaga le ha seducido siempre la narración minimalista, con un ingrediente de sorpresa y fantasía, y el fragmentarismo ensayístico. Aunque nos vemos muy esporádicamente, he seguido fiel a Bernardo. Leo cuanto publica, y creo que volverá pronto a la poesía, género que sólo ha cultivado muy ocasionalmente desde que, en 1978, diera a la luz pública Etiopía, un poemario cuyo título revela un homenaje a Schowb, muy marcado aún por la estética de los novísimos Estoy convencido asimismo de que no abordará ya la novela, tras su última incursión en este terreno con Bi anaia Dos hermanos en 1985. Obabakoak En un lugar llamado Obaba cuya traducción al español aparecerá en breve, lo ha consagrado ya como un maestro del relato corto. Seguirá publicando- espero- almanaques, alfabetos y otros textos híbridos como el que escribió hace dos años en colaboración con Ordorika e Iturralde, Henry Bengoa, inventarium. Puede que estos pronósticos sean infundados, pero estoy seguro de no equivocarme al afirmar que Bernardo Atxaga, escritor excepcional en el ámbito vasco y en el español, ganará pronto otro Premio Nacional de Literatura. Jon JUARISTI -f:

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