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ABC MADRID 01-07-1989 página 57
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ABC MADRID 01-07-1989 página 57

  • EdiciónABC, MADRID
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1 julio- 1989 L erotismo, y en general la sexualidad, han atraído siempre podeTraducción de Atilio rosamente a Alberto Moravia, que los ha afrontado con desnudez en la órbita del posnaturalismo europeo. El sexo como evasión y como satisfacción burguesa aparecía ya en Los indiferentes (1929) la iniciación en la pubertad modulaba Agostino (1942) con desenlace en La desobediencia (1948) la sublimación del impulso sexual era la materia de El amor conyugal (1949) un trauma infantil constituía el punto de partida de El conformista (1951) la inmolación del amor en aras del progreso profesional sustentaba la trama de El desprecio (1954) y las relaciones entre sexualidad y autenticidad vertebraban El tedio (1960) por sólo citar algunos títulos. El sexo- lo ha dicho Moravia, lo han comentado sus críticoses para él la llave con que acceder a la vastedad de lo real, como el dinero podía serlo para Balzac, el homicidio para Dostoievsky o el esnobismo para Proust. El viaje a Roma (II viaggio a Roma) la última novela de Moravia, editada en italiano en 1988, se inscribe con toda naturalidad en este universo narrativo. Y lo hace de la mano de Freud. Esto último dista de ser una novedad. La aproximación a la sexualidad ha estado ligada, en el Moravia maduro, a varios de los principales discursos filosóficos de nuestro tiempo: psicoanálisis- reiteradamente- marxismo, fenomenología, escuela de Francfort, lógica de Wittgenstein... El viaje a Roma representa una nueva incursión en el ámbito freudiano. El tema de la familia- un tema querido a las vanguardias como blanco ostentoso donde disparar- es la cuestión de fondo que se debate en sus páginas. Un modelo psicoanalítico bien preciso sirve de mediación: el Edipo, el complejo edípico. El protagonista de la obra, Mario, un joven de veinte años, sorprendió, aún muy niño, a su madre haciendo el amor con un hombre, que además no era su padre. Olvidado- reprimido- durante mucho tiempo, ese recuerdo- un trauma- reaparece en el encuentro de Mario en la casa familiar con su progenitor, quien lo había mandado llamar a Roma desde París, donde el muchacho vivía desde pequeño (allí se lo llevó su madre al abandonar el domicilio conyugal) para conocerlo e inaugurar una nueva vida: el padre pretende casarse (la primera mujer había muerto joven) y reconstruir así el quebrado orden familiar. Sobre este núcleo germinal, Moravia desarrolla la trama narrativa poniendo al protagonista en relación con dos situaciones bastante simétricas: la del padre de Mario, que de- ABC ÜTcrarío ABC V E I de la institución familiar. Henos ante un ejemplo más de esa Alberto Moravia novela- ensayo que Pentimalli. Grijalbo. Barcelona, 1989. 258 páginas. 1.250 pesetas Moravia viene practicando desde hace ya bastantes años. A ella le debe su pervivencia seaba convertir en esposa a su amante, y la como novelista: siendo como es un narrador de una viuda madura, Jeanne, a la que Mario de técnica tradicional, la inserción en sus reconoce en el viaje a Roma, en el avión, la latos de mensajes muy conectados con los cual buscaba a la vez un hombre para ella y problemas del momento viene colocando sus un padre para su hija treceañera. El proyecto obras en un plano de interés que desborda el de constituir una familia es común a los dos estricto círculo de los lectores especializados. viudos, al igual que la atracción por la figura Todos los datos señalan hoy la profunda cride la madre que experimenta el protagonista sis de la familia en las sociedades posindusy lo mismo que el profundo tirón emocional triales. Pues aquí está Moravia para entrar en que siente la hija de la viuda por la imagen el debate, al que se aproxima desde el radidel padre (Electra sería el modelo que en calismo que de modo constante lo ha nutrido. este caso manejaría el psicoanálisis) Otro No estamos, sin embargo, ante un texto logrado. E! gran defecto de El viaje a Roma- dejando a un lado los moralismos, impertinentes en la crítica literaria- reside en la hipertrofiada subordinación de los elementos narrativos al propósito doctrinal. Moravia continúa siendo un narrador sólido, que construye con vigor, sin desviar el discurso hacia parcelas extrínsecas; pero sus criaturas- estas de su última novela- son antes diseños cuasi simbólicos o tipos- el hijo obsesionado con la madre, la hija perseguida por la imagen del padre, la hembra voraz, el padre maduro y benéfico- que perfiles existenciales, complejos y trémulos ante las encrucijadas y laberintos del vivir. Estos personajes moravianos son- todos- mecánicos, están hechos de una pieza, se mueven por estímulos unívocos. La fascinación y el terror rasgo en común: la infidelidad de la madre de de los impulsos edípicos no comparecen aquí Mario a su marido y del esposo a Jeanne; los en ningún momento. Tampoco la seducción o dos cónyuges fallecidos fueron seres donjuael misterio del deseo. Todo es tremendamennescos. te plano, simple, tosco. Moravia no es pomográfico, y lo digo en honor suyo, en un moEs el complejo edípico del protagonista el mento en que en España los enemigos de la que aglutina el relato. Su erotismo sólo se despierta ante las mujeres que le recuerdan a literatura enarbolan al aire las sucesivas reesu madre. La narración aquí bordea el incesdiciones de alguna lamentable novela erótito, con el conato de relaciones entre el persoca -las comillas van tanto por el sustantivo naje central y la que está a punto de ser su como por el adjetivo- confundiendo erotismo madrastra y, en general, con todas sus reac- y pornografía, como si estuvieran al mismo ciones y comportamientos en materia sentinivel la escritura que habla del deseo y la mental. En realidad, aunque por la vía de las que se demora en la fisiología del acto transferencias imaginarias, puede decirse que sexual. Moravia no es pornográfico- mojigateel incesto casi se consuma. La novela está rías aparte- y si El viaje a Roma molesta ha montada sobre este sentido transgresor, insi- de atribuirse, de verdad, a causas ideológinuado en múltiples ocasiones. El escritor se cas. Pero la tosquedad, el mal gusto, la peenfrenta con uno de los grandes tabúes de la nuria conceptual con que el novelista aborda cultura judeocristiana. Nada, viene a decir, aquí episodios o situaciones sexuales no se soporta la fuerza omnipotente del deseo. compadecen ciertamente con el tono y visión El viaje a Roma se presenta, pues, como la de! gran escritor. En este sentido es pura ilustración novelesca de una tesis: el poder coincidencia cualquier parecido entre estas de la Naturaleza, o del ello freudiano, entensecas páginas y aquellas otras, tan jugosas, dido según la concepción subversiva de los tan sensuales, de Agostino surrealistas, y la incapacidad para domeñarlo Miguel GARCÍA- POSADA I El viaje a Roma

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