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ABC MADRID 17-02-1989 página 3
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ABC MADRID 17-02-1989 página 3

  • EdiciónABC, MADRID
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E I) I T A D O P O R PRENSA ESPAÑOLA SOCIEDAD ANÓNIMA DE FEBRERO DE 1989 ABC demasiados refinados; cuando los jueces son demasiado elegantes y mundanos, incluso presumidos, se eriza un poco y los soporta a regañadientes, por deber profesional. Le gustan las personas reales, aunque sean lamentables: prostitutas, borrachos, cesantes raídos, clochards, camareras de una t a b e r n a o un bistrot. Le complace que sean lo que son- aunque sea una desdicha- y siente piedad por todo el mundo. Pero no es sentimental, sino más bien brusco, gruñón, de pocas palabras. Celoso de su intimidad, Simenon tarda en decirnos que su nombre es Jules; ni siquiera su mujer, la deliciosa, borrosa, vivísima Mme. Maigret, usa demasiado su nombre de pila, y prefiere el apellido. Trata paternalmente a sus inspectores, en el Quai des Orfévres o en la Brasserie Dauphine, donde suele comer cuando no tiene tiempo de ir a su casa, boulevard Richard- Lenoir, a gozar de los platos que le ha preparado Mme. Maigret, que lo espera en el descansillo para abrirle la puerta antes de que llame. Maigret es un hombre de extremada decencia, a diferencia de tantos personajes y quizá del autor mismo, si hemos de creer lo que nos cuenta. No se deja tentar por nada. Tiene un fuerte sentido de la justicia y, sobre todo, le parece que la vida es infinitamente respetable. Tolerante con algunos delitos, cuando alguien ha matado tiene que descubrirlo, detenerlo, llevarlo ante la Justicia. Hasta aquí es implacable, obstinado, tenaz, sin compromiso. Pero se alegra de no tener que juzgar. Siente piedad por las víctimas- a veces muy viva, hasta la indignación- pero también por los delincuentes, una vez apresados. Lo que busca, sobre todo, es comprender; pero como es un policía no se queda en lo teórico, en la contemplación, sino que ejerce con toda eficacia su profesión. Es inteligente, fuerte, nada dispuesto a dejarse engañar; no tolera la falsedad o la jactancia; se hace temer. Pero todo eso, sin alardes, está subordinado a una gran bondad, a una voluntad de ponerse en el REDACCIÓN ADMINISTRACIÓN TALLERES- SERRANO, 61 2 8 0 0 6- M A D R I D FUNDADO EN 1905 POR DON TORCUATO LUCA DE TENA ON muchos los que identifican la o b r a d e Georges Simenon con las novelas policiacas cuyo protagonista es el comisario Maigret. En realidad, la mayoría de las novelas de este autor, las más antiguas, que son excelentes, y muchas de los últimos años, son independientes del famoso personaje. Y, sin embargo, él es el que emerge y acaba por parecer el más verdadero Simenon. ¿Hay alguna razón para ello? Entre las novelas que no son de asunto policiaco, ha escrito unas cuantas espléndidas; por ejemplo, Lettre á mon juge, Trois chambre á Manhattan, Antoine et Julie, Le Train. Feux rouges, Eneas de maiheur, tantas más. Suelen ser tristes, algunas de tremenda desolación. Casi siempre presentan vidas sombrías, que luchan con un destino oprimente y adverso. Muchos personajes son en alguna medida anormales, obsesos, maniáticos, y avanzan seguros hacia la desgracia o la destrucción. Simenon penetra en ellos, procura entenderlos, busca la razón de su sinrazón y casi siempre la encuentra. Quiero decir que los hace inteligibles; incluso en los casos en que se trata de vidas manifiestamente absurdas, el novelista penetra en un plano profundo en donde se ve brotar la clave de sus conductas, que adquieren un sentido dentro de una falta de sentido previo. Podríamos decir que Simenon respeta el absurdo, no lo anula, pero al verlo nacer lo hace comprensible. A veces se le va la mano en la negrura, y como es un gran escritor eficaz deja al lector contristado. Pero es porque sus personajes están vivos y sus desdichas no nos dejan indiferentes, como ocurre con la mayor parte de la ficción. Es curioso que el cine, en algunas ocasiones, ha mitigado esa negrura, ha endulzado un poco el desenlace para hacer soportable esa desolación al espectador que está viendo vivir a los personajes de estas novelas. De todos modos, aun en las que tienen gran dosis de sufrimiento y tristeza, aparece a veces una realidad que las ilumina: el amor. No siempre, porque en gran parte de la literatura de Simenon, como en sus Mémoires intimes, hay un abusivo predominio del sexo. Pero en algunos casos, en Trois chambres á Manhattan con un rayo de luz al final, en la tremenda Lettre á mon juge, en casi todas las que antes nombré, hay amor, tratado con intensidad y talento, y Simenon desciende a los estratos más profundos de la realidad humana. Pero el comisario Maigret es su gran creación, uno de los más interesantes personajes de ficción de nuestro tiempo. En el dominio de la novela policiaca, solamente Sherlock Holmes- tan distante, por lo demáspodría comparársele en realidad y atractivo. Es un hombre alto y corpulento, macizo, con algo de oso y una dosis de desmaño; no se siente a gusto en medios s EL COMISARIO MAIGRET punto de vista del otro- d e t o d o s- en su piel como suele decir. Este es el núcleo de su personalidad de policía. No tiene opiniones previas, no cree que sabe ya lo que ha pasado o va pasar, no se precipita nunca. Es calmoso, necesita impregnarse de los ambientes en que trabaja, averiguar, por lo pronto, quién es la víctima, cuál ha sido o es su vida; aunque su categoría administrativa lo llevaría a dirigir las operaciones desde el sillón de su despacho oficial, no lo puede soportar: va a los lugares del crimen, a los parajes donde viven o trabajan los sospechosos, husmea, olfatea, como un perro de caza, las huellas de esas vidas. Necesita saber no datos o meros hechos, sino saber a qué atenerse, comprender las diversas trayectorias dramáticas cuyo punto de convergencia ha sido un crimen. Ahí reside el enorme talento de novelista de Simenon. Todo queda vivificado por esa perspectiva. En las novelas de este autor, y muy especialmente en las de Maigret, no hay detalle ni persona, aun la más oscura, que no tenga significación y relieve, que no contribuya a la comprensión global de toda la historia. Las porteras, los que despachan en un bar o una taberna, los médicos de barrio, las prostitutas, las criadas, los oscuros y turbios abogados, los personajes que viven en los lugares más elegantes o en un viejo hotel particular, las escaleras oscuras con olor a col guisada, los mercados, los restaurantes de habituados, donde cada uno tiene la servilleta con un aro de madera, donde se anuncian los platos en una pizarra; todo eso vive, con enorme fuerza, entra en la imaginación del lector y lo introduce en un París más real que el que puede visitarse, o en los lugares, del Norte o del Sur, con frío, niebla y barcas pesqueras, o con sol deslumbrador y olor a mariscos y bañistas. Maigret es un policía circunstancial, y que desde la circunstancia trata de adivinar los proyectos de los personajes, hasta descubrir quién es cada uno. Si lo consigue, podrá descubrir quién ha sido el autor del crimen, porque entenderá su porqué y su para qué- que no necesitan estar justificados que no han de tener buen sentido Por eso, Maigret penetra más que ningún detective de la ficción, en los entresijos de la vida humana. La consecuencia de esto, bastante paradójica, es que las novelas policiacas de Maigret son las más alegres de su autor. Están bañadas por una luz que casi siempre falta en las otras. En torno a un crimen, que puede ser atroz o sórdido, brota una compresión compasiva de la vida, que excluye la desolación. Esa luz extraña la proyecta Maigret con su buena voluntad, con su decencia firmemente mantenida, porque ha puesto su vida, sin presunción ni beatería, a la carta de la bondad. Julián MARÍAS de la Real Academia Española EDICIÓN INTERNACIONAL Un medio publicitario único para transmisión de mensajes comerciales a ciento sesenta naciones

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