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ABC MADRID 27-12-1987 página 66
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ABC MADRID 27-12-1987 página 66

  • EdiciónABC, MADRID
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ABCpog. 66 LGUNA vez hace años, hablando en una c e n a entre amigos, alguien comentó algo sobre ese todo que suele llamarse cultura francesa; recuerdo que en la frase había una pequeña crítica, pero uno de los contertulios, el novelista Manuel Mújica Láinez, que fue muy amigo mío, apostilló: ¿La cultura francesa? ¡Para mí la quisiera yo! Algunos acusaron a Mújica Láinez (como a otros escritores argentinos de su generación) de afrancesado. Algo había de cierto, pero consistía- más allá de lo mundanoprecisamente en su respeto, como bloque y potencia, a la cultura francesa. Manucho Mújica Láinez amaba enormemente a España y a lo hispánico, lo defendía y lo cultivaba, pero echaba de menos- y de ahí la frase antes citada- que nosotros no hubiésemos sabido crear (pese a que exista) una maquinaria de apoyo y fuerza intelectual como la cultura francesa. TRIBUNA ABIERTA DOMINGO 27- 12- 87 A MARGUERITE YOURCENAR Y LA CULTURA FRANCESA Veremos qué tiene esto que ver con la recientísima fallecida Marguerite Yourcenar. Al hilo de su muerte se le han tejido merecidísimas coronas de alabanza, pero casi todos los comentaristas olvidaron decir que durante muchos años- l a prácticamente totalidad de su vida- Yourcenar no perteneció al sólido mandarinato de la cultura francesa. Marguerite Yourcenar fue casi siempre (y ello le honra) una marginada, un ser cultísimo, raro y amante de los viajes, que se dedicó mucho más que a fabricar cultura a vivir la cultura, que elaboraba como parte integrante e indeclinable de su misma vida. Durante la mayor parte de su época la cultura francesa fueron otros: Gide, Sartre, Camus, Cocteau, Genet, Beauvoir, Artaud, Robbe- Grillet, Montherlant, Barthes, Levi- Strauss... Por supuesto, la lista puede agrandarse mucho, y aun descender al segundo rango, manifestando su diversidad y tolerancia a los contrarios (base del prestigio, bien ganado, de la cultura francesa) sin hallar nunca en su filas- habría que bajar muchos escalafones- a Marguerite Yourcenar; ¿Por qué? La respuesta. es muy simple, y tiene desde luego que ver con el propio concepto vida- cultura manifestado por la autora. Yourcenar fue siempre una escritora a contrapelo, a contracorriente. No le interesó estar de moda, servir a las mayorías o al consumismo de estrellas fugaces, no, deseó por encima de todo, valientemente, vivir- mucho se especula sobre sus turbulentas, mas íntimas, relaciones sentimentales femeninas- -y hacer lo que tenía que hacer, esto es, lo que fuera su específico camino, coincidiera o no con el sentir general, sabiendo que bajo su batahola externa toda cultura apela y dilucida siempre los únicos, testarudos y eternos problemas del hombre. De ahí también quizá su adscripción y fervor por el humanismo. MOVILAUTOESOPEL catados en función de un nuevo apetito culto, buscador precisamente de la pasión y de la vida, convertidas en letra, en detrimento de la experimentación- e n Por Luis Antonio de VILLENA sus casos p e o r e s aviejada y gratuita. Con setenta años bien Yourcenar, durante muchos años, tuvo escasísimo éxito en Francia, y algunos de sus cumplidos, Yourcenar empezó a ser consalibros hoy más reputados (por ejemplo Memograda por la cultura francesa, que culminó llerias de Adriano) vieron la luz, ése en 1951, vándola al antifemenino bastión de su Acadeen momentos en que aquel novelar históricomia. Pero, pensémoslo otra vez, la autora teintimista- cultural quedaba muy lejos de los nía en ese día sumo setenta y nueve años. parámetros de la cultura franceEn España (aunque parcialmente sa narrativa más en boga, que traducida desde antes) su obra empezaba a ser el nouveau ronos llegó a la par por vía del mán. Yourcenar podría tener (y cambio de gustos estéticos (en sin duda tuvo) un ramillete de los que nuestro país llevó la prifervorosos, pero no lo que llamamacía a Francia) y por la senda mos éxito. Su vivir, ajeno casi de su celebración y apoteosis siempre a los laberintos y cóctecomo parte, ahora sí, y cimera, les de París; y sus obras variade esa cultura francesa. Marguedas, un tanto inclasificables y rite Yourcenar ha llegado a ser muy frecuentemente en busca como es bien sabido un bestde lo esquinado- aunque, con seller entre nosotros. Pero la los años, terminase haciéndose hago yo, a ella, personalmente famoso- la mantenían en lo ajena a todo eso. ¿Por qué y de que ella quería ser, una escritora qué sorprenderse a tal edad y en de minorías selectas- n o las tan sabio estado? Yourcenar otras minorías, las de la pseudopudo triunfar (y lo hizo amplísinovedad estrepitosa- género o L. A. de Viliena mamente) pero ella debió seguir vocación esa que parece hoy por Poeta sabiendo que, modas aparte, su hoy condenada al más absoluto obra, su estilo de vida, perteneolvido. Podríamos decir que Yourcenar aspiró sobre todo a la verdad, o aún más precisa- cerán por siempre a la minoría. Tal vez algún mente, a su verdad, a la que le era consus- día deseable- y ahora remoto- esa minoría tancial, suponiendo (al fondo de sí misma) termine siendo la mayoría absoluta: Nada que a la larga nuestra íntima verdad, como cambiará. Seríamos justamente todos la miseres humanos, termina siendo la verdad de noría que siempre ha sido lo bueno. Estoy cierto que Marguerite Yourcenar nunca se entodos. gañó. Y quizá supo que moría, cumpliendo Así es que creo que no debió importarle un destino justiciero y contradictorio, coronademasiado (pese a las muecas que a veces da por la tiara doble. En pleno éxito de moda, nos obsequia el devenir) su prolongada falta y con el respaldo totalizador de la cultura de éxito general, o su éxito sin murmullo y de francesa. Insisto, a ella- s i la hemos seguido capillitas. Delante tenía la vida y la gran cul- y leído- nada de eso pudo importarle. La tura... moda pasará y la cultura la dejará convertida Sin embargo; los grandes santones de la en solemne, hermosa y docente estatua. Sólo, cultura francesa (es decir, a quienes ésta am- para los pocos, para los de siempre, para los paraba con su inveterado prestigio) comenza- que la Conocen, seguirá viva. Y esa es- aderon a morir y a dejar puestos vacantes. Y los más de la letra magnífica- su gran lección: sustitutos parecían tener cada vez- y lo tie- ser quienes seamos, hacer lo que debemos nenmenos peso y menos enjundia que sus hacer, lo que sentimos, contra viento y maantecesores, pues las culturas también, si- rea. Aunque el éxito multitudinario llegue a guen los quebrados de las cordilleras. Enton- los ochenta años, o aunque no llegue nunca. ces, en ese instante, la cultura francesa Vol- Mientras que la gran lección de la cultura vió sus ojos hacia la solitaria y lejana Mar- francesa (aunque a Yourcenar arribase un g u e r i t e Su novela L oeuvre au nóir poco tarde) es su saber captar los valores es (bellamente traducida al castellano con el títu- tén donde estén, sean troyanos o tirios, marlo latino de Opus nigrum) y probablemente ginados o natos triunfadores, y poner detrás su obra magna, fue galardonada en 1968 con de ellos- sabiendo que se beneficia a sí misun premio relevante. En aquel momento su matodo el peso de una tradición secular éxito minoritario- incluso fuera de Francia- basada en la diversidad, la tolerancia, la liberestaba conseguido, pero el mayoritario- -el tad y la altura. Sí, ya quisiera yo para mí a la que busca la cultura francesa- pese a aso- cultura francesa. mar las orejas, no acababa de llegar. La moda cultural (que siempre es algo sospechosa) no coincidía aún con su cultura ni con su labor. Daba igual. Ella seguía. Pero curiosamente, y casi a la vez que la cultura francesa, con clara astucia, ponía la mirada en Yourcenar, los gustos culturales Moquetas, Tapicerías, comenzaron a cambiar. La novela histórica J Felpudos, renovada- que Marguerite cultivó cuando no se estilaba- empezó a subir al éstrellato. Lo clásico- -en sus nuevas lecturas cotidianas- -apetecía otra vez. Y muchos raros eran resEloy Gonzalo, 9 Teléf, 4 4 8 1 9 40

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