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ABC MADRID 26-12-1987 página 59
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ABC MADRID 26-12-1987 página 59

  • EdiciónABC, MADRID
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26 diciembre- 1987 ABC inorarlo -Pensamiento y ciencias sociales- ABC XV 4I Una larga historia de 12.000 años Miguel Izard, Historia de Venezuela y Colombia. Alianza Editorial. Madrid, 1987. 250 páginas. OMO bien señala su autor, intentar escribir la historia de dos países como Colombia y Venezuela, a lo largo de muchos milenios, resulta una tarea ímproba e inclusive, en numerosas oportunidades, ingrata. En efecto, Miguel Izard intenta, y generalmente lo logra, recapitular los principales acontecimientos vividos por esos territorios tropicales desde hace doce mil años atrás, es decir, desde el momento en que algunos hombres apostaron por establecerse en aquellas tierras. Tomando esa fecha como punto de partida, el autor intenta determinar los mecanismos utilizados por los distintos grupos de aborígenes (tanto los del Caribe como los del Oriente) para ajustar el modo de vida aportado al nuevo entorno en el que se moverían y las peripecias por ellas suscitadas. A partir de allí, y en una historia en paralelo, muchas veces convergente, se nos informa de los procesos sociales, políticos y económicos que durante la conquista, la colonia, el período republicano y los últimos años afectaron a ambos países. El análisis es lúcido y profundo, aunque discutible en ciertas ocasiones por los puntos de partida mantenidos por el autor. Así, por ejemplo, de tanto asumir la defensa de los indios frente a la indudable violencia ejercida por los conquistadores y su posterior explotación durante la colonia e inclusive el periodo republicano, los transforma en seres sin voluntad, sin capacidad de resistencia e inclusive sin maldad. En otros pasajes el libro se muestra bastante dependiente de la teoría de la dependencia (valga la redundancia) y así se nos señala que el despegue capitalista de Venezuela se produjo a mediados del período colonial, es decir, en algún momento del siglo XVII. El retorno de la argumentación Alberto Vargas, Mauricio Beuchoty otros. Argumentación y filosofía. Cuadernos Universitarios, número 25. Departamento de Filosofía. Universidad Autónoma Metropolitana. Iztapalapa. México D. F. 1986. 160 páginas C D ESPUÉS de dos mil quinientos años no sabemos si el estudio de la lógica ayuda efectivamente a los hombres a pensar mejor. Algunos clásicos de la filosofía han proclamado que su principal fuente de inspiración fue un asiduo examen crítico de Sin embargo, la incisiva pluma de Izard se muestra sumamente crítica con el papel jugado por las oligarquías locales de Colombia y Venezuela desde el principio de la colonización a la fecha, responsabilizándolas de la atual situación existente. Para ello se profundiza en los mecanismos utilizados por los sectores dominantes, a fin de profundizar en el control social y económico detentado, incidiendo en su clara vocación exportadora, especialmente (aunque no de forma excluyente) desde mediados del siglo XIX en adelante y también en las importantes limitaciones del modelo exportador implementadp. Las páginas dedicadas al análisis del siglo XX resultan las más logradas, con una interpretación correcta de los principales acontecimientos políticos que afectaron a ambos países en las últimas décadas, tratando de explicar las raíces estructurales causantes de los estallidos permanentes de violencia y de la debilidad del sistema democrático, pese a tratarse de países donde la estabilidad política es mayor que en otras áreas de América Latina. Carlos D. MALAMUD los fundamentos de la lógica, tal es el caso de Leibniz. Otros, nos menos famosos e influyentes, han recomendado que nos apartáramos de ese remediavagos, tal el caso de Descartes. En la duda los hombres no se han abstenido y un curso de lógica parece inexcusable en la llamada formación del adolescente y aún de muchos universitarios actuales. Pero hoy- bostezos aparte- ya no existe la lógica sino muchas lógicas y entre ellas una que está en Aristóteles y que sólo nuestro siglo ha redescubierto, la lógica de la argumentación. Tendríamos que prestar atención especial a ella al diseñar los planes de enseñanza de la lógica en el secundario y en la Universidad. Se trata, simplemente, de que el curso de lógica (o parte de él) capacite para construir buenos argumentos y para descubrir malos argumentos. Una tontería de incalculables consecuencias prácticas si pensamos, por ejemplo, en el impacto que podría tener en el mundo de los profesionales. También si se advierte que su aprendizaje puede ser mucho más productivo que el de la lógica al uso para formar ciudadanos responsables. Los primeros maestros de este arte de construir argumentos fueron los sofistas: se aprendía a argumentar cuando se lograba engañar a los demás con la razón. Ese pecado original se propagó a Aristóteles cuya teoría de la tecnia argumental tiene todavía bastante de abogadesco. En parte de allí surgió el famoso arte de disputar de la escolástica, animado por disputantes que no están dispuestos a participar sin reservas mentales en un diálogo racional cooperativo sino en lograr que el adversario colabore involuntaria y hasta entusiastamente con el triunfo del oponente. A mediados de nuestro siglo Stephen Toul- min, con The Uses of Argurríent, y Chaim Perelman, encabezando el movimiento de La nueva retórica, inician una revalorización del gran tema. Poco después Johnstone funda en los Estados Unidos de América la revista Philosophy and Rhetoric y Hamblin publica Fallacies. Muy recientemente ha aparecido la revista Informal Logic, dirigida por Ralph Johnson. He nombrado muchos nombres, tal vez demasiados. Me interesa ahora señalar que esa hilera irregular está integrada por un inglés, un belga, un nortemaericano, un australiano y un canadiense. Nuestros países en cambio han sido renuentes a incorporarse a ese vasto movimiento de renovación. Por ello me parece necesario subrayar la importancia del pequeño volumen que comento. Un grupo de jóvenes filósofos mexicanos, junto con el uruguayo Carlos Pereda (residente en México y ahora profesor interino en Konstanz) contribuyen desde diferentes perspectivas al tema de la argumentación en filosofía. Alberto Vargas se ocupa de las refutaciones de Sócrates, lamenta que sea puramente negativas; su única novedad (como señaló Platón) radica en aplicar la máquina refutatoria a los dominios de la ética y del conocimiento. Como dije, la teoría de la argumentación más célebre es la de los Tópicos, de Aristóteles. Mauricio Beuchot destaca la importancia para toda la lógica aristotélica de los Tópicos; sin ellos, el silogismo no tiene materia en qué trabajar. José Díaz Estevez analiza la razón suicida es decir la actividad argumental que opera contra sí misma, el empleo autodestructivo que realizan los escépticos de la argumentación. Aquí un pequeño reparo. Parte de la argumentación de Díaz se apoya en la idea de que la concepción del dios engañador irrumpe sólo con Descartes. Tuilio Gregory ha mostrado una galería medieval agradablemente monstruosa de dioses engañeros. Las contribuciones de José M. d Teresa y de Isabel Cabrera versan sobre la argumentación trascendental que instaura Kant. Cabrera enriquece su ensayo con discusiones de tesis recientes. Hace poco decía Douglas Walton, un especialista, que no estamos muy seguros de lo que es, hablando con rigor, una falacia; Carlos Pereda propone una caracterización elegante y profunda que habrá que incorporar a la breve nómina de respuestas con que contamos. Finalmente, Edgar González Ruiz, de quien conozco su trabajo de graduación acerca de la falacia de petición de principio, ofrece una revisión histórica de teorías sobre esa falacia que incluye una interesante discusión de posiciones muy recientes. Muy a menudo una bella teoría filosófica es propuesta en pobre atuendo y prosa desmayada. No es éste, por fortuna, el caso. Aquí se habla de la argumentación estricta empleando buenos argumentos. Es un caso afortunado en que et decir es plenamente una muestra de lo que propone como valioso. Ezequiel DE O LASO

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