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ABC MADRID 19-12-1987 página 64
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ABC MADRID 19-12-1987 página 64

  • EdiciónABC, MADRID
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IV ABC ABG 19 diciembre- 1987 Sus búsquedas sin sentido por los laberintos de la noche se resuelven en la llegada al Teatro de la Luna donde un grotesco personaje que es Arlequín o el demonio, pero también su espejo lo ataca duramente por su medianía constitutiva y su cobardía vital. Este salto desde la sátira social al planteamiento metafísico sitúa el relato en el ámbito de lo poético. Difícil mixtura la del expresionismo y el lirismo narrativo, que SánchezOstiz consigue aunar con elegancia y sin forzar los mecanismo internos de la acción. Quizá podría pensarse en un exceso de ambición por parte del narrador, pero éste advierte ya en las páginas iniciales que en la noche de su novela mostrará la cara oculta de las cosas, como si la ciudad hubiera asistido a un desfile de música militar china en su majestuoso camino de la nada a la eternidad Mis objeciones a El pasaje de la Luna no van por ahí. Sí creo que el protagonista resulta algo desvaído, en el sentido de que su perfii personal no resulta suficientemente mostrado o sugerido en la novela, y lo mismo cabe decir de su acompañante, Eduardo Osten, el amigo íntimo, cuya función, más allá de sus contornos carnavalescos- éstos sí claros- resulta problemática. Hay en el relato, además, algunos excursos narrativos que a mi juicio constituyen tiempos muertos en el desarrollo argumental. Y alguna que otra vez, ciertas tosquedades técnicas. Son, seguramente, los tributos de una primera noveía. No bastan, de todos modos, para contrarrestar sus logros artísticos. Sánchez- Ostiz tiene una prosa muy bella, moderna, dúctil, de epítesis e imaginería novedosas, que casi siempre orilla el verbalismo y en la que se transparentan una voz y una dicción no míméticas. Ciertas dependencias galdosianas- así la merienda de los canónigos, capítulo 3- no velan tales características. El pasaje de la Luna es un texto de excelente nivel. Sólo un narrador dotado podía roturar en una última perspectiva metafísica la crónica social, confiriéndole al relato entero una capacidad superior de aprehensión del mundo. Este cambio exigía también el del tono narrativo, cosa que logra, con el consecuente abandono del registro irónico o paródico. Tal integración de planos y la calidad de estilo de Sánchez- Ostiz hacen de la obra un título no soslayable. Es digna de subrayar, por ejemplo, la precisión y riqueza con que el narrador capta las sensaciones nocturnas, y en especial la sabiduría con que va reiterando el elemento dorsal de la niebla. Todo el final es abundante en sustancias narrativas y simbólicas y está ejecutado con la mejor sobriedad. Miguel Sánchez- Ostiz se ha situado en un puesto de avanzadilla de la actual novela española. El y Antonio Muñoz Molina son las dos revelaciones de este 1987. Podrían incluso trazarse ciertas concordancias entre ellos, pero tal análisis excedería los límites de esta nota. Estos dos nombres indican, por sí solos, que el panorama narrativo se encuentra en plena renovación. Miguel GARCÍA- POSADA T RAS la b u e n a acogida dispensada a Tánger Bar (Seix B a r r a l 1987) resulta de evidente oportunidad esta reimpresión de El pasaje de la luna, la primera novela larga de Miguel Sánchez- Ostiz (n. 1950) publicada en 1984, en edición de reducido alcance. Para la mayoría de los lectores se tratará en verdad de una obra nueva. El pasaje de la luna demuestra la realidad de un auténtico novelista. Sánchez- Ostiz parte de un universo de referencia que conoce bien: Pamplona, su ciudad natal, en los años veinte. No renuncia a imponer la presencia de determinados elementos ambientales y, sobre todo, ideológicos de la ciudad; pero está lejos de hacer del espacio urbano una categoría significante e inclusiva de la totalidad representada. A veces, es cierto, algunos datos se filtran con precisión que se diría costumbrista; pero un análisis atento revelará que son puntos de apoyo sobre los que levantar otro mundo: el de la noche, el de los ámbitos marginales y festivos, por donde transita el protagonista de la novela, el profesor de Lógica Enrique Estébanez. Mundo nocturno, atravesado reiteradamente por un elemento ambiental, que se instituye en clave simbólica: la niebla. Pues todo el relato discurre en un clima brumoso y gradualmente proyectado hacia la fantasmagoría. Es la noche en que se desarrolla El pasaje de la luna una noche iniciática, en la que el personaje central, un misántropo recluido en su gabinete, vive las horas más intensas de su existencía y acaba enfrentado con sus propios fantasmas en enfrentamiento de efectos irreversibles: con el amanecer marchará en un tren sin retorno. El pasaje de la luna Miguel Sánchez- Ostiz Seix Barral, 1987. 187 páginas. 856 pesetas vive esa noche el protagonista. Con vigor expresivo, con humor también, el narrador se deleita en demoradas descripciones de ambientes. Son sintomáticas las largas acumulaciones nominales, el semantismo distorsionador, la ironía continuada, la captación en es- La peripecia del protagonista, aunque vertebradora del desenvolvimiento del relato, no lo subsume. Parece nítida la intención del narrador de alojar esa peripecia en el ya consignado mundo nocturno, con un doble propósito: articular el conflicto del protagonista un cobarde ante la vida- y mostrar, con señales de concepción y estilo, de filiación expresionista, ese mundo festivo, dominado por la extravagancia, la gula y, en general, el desorden. Y es aquí donde intervienen los elementos ideológicos del universo del discurso: el reaccionarismo navarro actúa de contraste con ese mundo marginal de la noche, que lo parodia, se burla de él y muestra sus fallas. El planteamiento carnavalesco resulta notorio: cenas literarias en honor de pomposos vates, que acaban disueltas en la chanza y el escándalo; cabarets, cafetines y otros antros similares que celebran la lujuria y la transgresión; personajes- decadentes o vitalistas empedernidos- que viven otra vida al margen de la oficial... Desde la crónica de la noche, el narrador, que cuenta en un registro acentuadamente irónico, efectúa excursos arguméntales- e n saltos hacia atrás o hacia delante- que potencian el contraste entre la reaccionaria ciudad oficial y la otra ciudad, subterránea o nocturna, que bebe, fornica, fuma opio, juega desesperadamente, se chancea o tiene extrañas familiaridades con la muerte en su club de suicidas. La presentación dialéctica de este universo posee en El pasaje de la Luna casi tanta relevancia como el relato de la aventura que corzo violento de personajes y situaciones. La sátira, zumbona, cáustica, modula muchas páginas. La Pamplona oficial es el blanco preferente, aunque el mundo nocturno y sus ramificaciones tampoco quedan exentos de la reflexión paródica del cronista. Valga el retrato del decadente marqués de Agós. Es clara la poética expresionista de. Sánchez- Ostiz, con ejes de referencia que, sin obturar la propia voz, pueden cifrarse en valle- e l Valle de El ruedo ibérico- y en Gombrowicz. El resurgimiento del grotesco en la última novela española es un fenómeno digno de atención. Pero este expresionismo no limita el texto a las coordenadas de la sátira social. La historia del protagonista- Flor de invernadero pusilánime, toxicómano, solitario encerrado en su gabinete de la plaza del Castillo- termina por desembocar en el plano de lo metafísico. Personaje desarraigado, esa noche será crucial para él, según he anticipado. Incapaz de vivir, perplejo existencialmente, una echadora de cartas le anunciará su cercano destino sombrío con lenguaje enigmático que el propio desarrollo narrativo aclarará y mostrará en términos tangibles y en un movimiento de traslación de la realidad al sueño, de lo visible a lo invisible, de la vida a la muerte, que comienza en e) capítulo 4 Madame Héléne Scouffi nombre de la echadora de cartas) y culmina en los capítulos 8 y 9 El hotel del cisne y El coche sin número Tal como la adivina le pronostica, Enrique Estébanez atravesará El pasaje de la luna en un insólito viaje y terminará encontrándose frente a un estanque, en cuyas aguas la luna no se refleja y éso querrá decir que sales de un sueño para entrar en otro

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