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ABC MADRID 13-12-1987 página 75
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ABC MADRID 13-12-1987 página 75

  • EdiciónABC, MADRID
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Alberti y la poesía oral S el ritmo. Es la posibilidad de hacer más completa la experiencia humana, de establecerla; la tendencia hacia la participación entre las cosas y la sensibilidad poética de ellas a través del lenguaje, hacia una posible comunicación ajena a la palabra estática, fósil, lejana del vigor imaginativo. Gomo sucede con el color, y con la línea, porque en la poesía de Alberti, en sus canciones, en sus baladas, en sus romances, en sus villancicos, en sus nanas, etcétera, se halla no tan sólo una interpretación plástica de la realidad con sus efectos sensoriales, sino sobre todo una versión dinámica de diversas situaciones, vivencias, de lo que Azorín llama conflictos íntimos observando, con su catalejo, al poeta de veintiocho años. La métrica, la forma: se trata del aliento, del quicio vivo del poema, no de una cobertura más o menos fermosa Y hay que trastocar, que fecundar la rima, la versificación tradicional, popular; aún más: identificarla con otras relaciones distintas de las habituales, llegando a la discordancia. Al juego, a la parodia, a la sátira y al tono burlesco. A las cadencias del sonido; en suma: a la vivacidad y a la sorpresa que conducen a la comunicación oral. Yeats piensa en una función del ritmo como serenidad dentro de una enajenación, de un hechizo. De una realización, se podría decir, desde sus primeros poemas hasta los últimos, te- niendo en cuenta el periplo gongorino en cal y en canto, la angelología o demonología y sus libros políticos y humanos que se pasean por la calle de un momento a otro, con la guerra civil al fondo Tanto sol en la guerra de pronto... al pie de la arboleda perdida y recobrada, recién ganada siempre en un caminar sin fronteras, con posada esencial en la pintura: Porque la vida ya volumen hablé. Está hablando la vida siempre; ahora desde el Paraná: Que la muerte mata el sueño. Pero yo tengo, yo tengo que seguir cantando. Como en el teatro donde el gesto, como el ritmo, adquiere tal independencia, tal pulso creador que la primitiva mimesis, lo que comenzó siendo pantomima se convierte en una configuración mágica. ¿La voz? ¿Canciones de origen culto? Fundamentalmente, el cancionero infantil. La dinámica de la rima. Hegel escribe: La naturaleza de los sentimientos y el modo de concepción deben traslucirse en la medida del verso; pues la inspiración lírica está, en más estrecha relación con el tiempo como elemento exterior de la trasmisión verbal que en la narración épica Y añade ahora bien: esta especie de espiri- E tualización del lenguaje debida a la significación interior de las palabras y a la preponderancia de las entonaciones se conforma enteramente a la naturaleza de la poesía lírica De ahí a la música hay un paso. De ahí, también, la radical sensorialidad de la poesía de Alberti, su palabra acuciante que llega al esfuerzo de la dicción como resume Vicente Aleixandre al oír recitar a nuestro gran poeta. Las posibilidades fonéticas de una palabra, cuanto más de una frase, aparte del proceso continuo, de las variaciones creadoras del lenguaje por su uso y por sus restauraciones y aniquilaciones, organizan y fundan el estilo a lo largo de la obra de Alberti. De su voz verdadera, lejana de la facilidad ripiosa, sin temple. El joven poeta, de veintiséis años, al cobrar el dinero del Premio Nacional de Literatura, se lo gastó, además de en helados, siempre muy coloreados, comprando las obras completas de Gil Vicente y el Cancionero de Barbieri, que transcribe y comenta el Cancionero musical de los siglos XV y XVI Barbieri copia la siguiente canción, cuyos protagonistas son Laureola y Leriano, héroes de la Cárcel de amor de Diego de San Pedro, editado en 1492. Desde luego, aunque Barbieri no lo anote, es una canción de corro: yo la he oído cantar (con algunas variantes, claro está) hace unos meses en Briviesca: La mi sola Laureola, la mi sola ¿sola sola. Yo, el cautive Leriano, aunque mucho estoy ufano herido de aquella mano que en el mundo es una sola. Ascendencia literario- populár. Como en las canciones de Alberti, tan plenas en su variedad y siempre teniendo encuenta el centro, el latido, repito, entre lo rítmico y lo conceptual, la intensificación del elemento sonoro en su función creadora e incluso, y esto es decisivo, como participación moral (tema qué desborda estos comentarios: tan relevante en la obra del poeta gaditano. Un amanecer, por fin, Salí del corazón de la meseta con mi hermano. Iba a empezar mi segundo libro. De canciones también. En mi cuadernillo de viaje ya estaba escrito el título: La amante ¿Qué hacía el poeta de mar a mar, desde las plateadas salinas de San Fernando a los foscos acantilados de las Asturias de Santillana según las palabras de Pedro Salinas? De nuevo Aleixandre recuerda puntualmente una lectura privada del libro: Rafael había empezado a decir sus estrofas. El seseo de Cádiz sonaba bien en esta orilla enjuta (Aravaca) El ritmo era también de allí abajo. Mas en las canciones, los nombres... Lerma, Burgos, Quihtanar, Salas de los Infantes... Los nombres andariegos, pisados por el poeta en los caminos castellanos, integrados én él habla del juglar ribereño... También juglares ribereños éramos, durante los años cincuenta, aquellos muchachos estudiantes salmantinos, zamoranos, burgaleses (y no sólo estudiantes, sino amigos carpiferos, herreros, escayolistas. quienes recitábamos dé memoria (Blas de Otero, gran admirador de Alberti, era testigo y parte) la canción 4 de La amante escrita en Aranda. de Duero: Madruga, la amante mía, madruga, gueyó lo quiero. En las barandas del Duero viendo pasar la alba fría. Yo te espero. No esperes que zarpe el día, que yo te espero. Pero la recitábamos mal: convertíamos el alba en agua -decíamos viendo pasar la agua fría seguramente porque nos parecía más normal, más real- y zarpar en pasar por la misma razón y, sobre todo, porque éramos de tierra adentro, ignorantes de la significación el verbo. ¡Quién le diría a un marinero en tierra que nos apropiábamos de su canción a nuestro capricho! No le gustó la anécdota cuando se la conté. Pero esos riesgos naturales tiene la poesía que llega a ser oral: que es de todos, coral. Y Alberti está cantando por nosotros y para nosotros, aureolado del viento y del salitre marinos. Claudio RODRÍGUEZ

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