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ABC MADRID 01-12-1987 página 3
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ABC MADRID 01-12-1987 página 3

  • EdiciónABC, MADRID
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EDITADO POR PRENSA ESPAÑOLA SOCIEDAD ANÓNIMA 1 DE DICIEMBRE 1987 ABC tar sobre el padre Larramendi en la dieciochesca cátedra del también padre Feijoo, y, algo más tarde, a intervenir, junto con el llorado Antonio Tovar y el ingrimo e integérrimo Julio Caro Baraja, en un cursillo intensivo sobre las lenguas y los pueblos prerromanos de Hispania. Todavía entonces la autoridad administrativa no había reconocido oficialmente los méritos didácticos y científicos de Michelena. Su silente labor constante en su oficina del tómbolo donostiarra sólo era apreciada en Salamanca, en Oviedo y por lingüistas foráneos o afincados fuera (Martinet, Lafon, Coraminas, etcétera) Un golpe propicio del azar lo llevó sucesivamente a la cátedra de Latín en el Instituto de Torrelavega y luego a la de Indoeuropeo de la Universidad de Salamanca, donde, como Unamuno, se hubiera quedado para siempre, si los coherentes imperativos de conciencia no le hubiesen inducido a regresar, ingenuo y confiado, a sus orígenes. ¿Hizo bien? ¿Hizo mal? Lo hecho, hecho está; son vacuas las especulaciones sobre el ex futuro (que decía don Miguel) son vanas las condicionales en el pasado. Y así, en tantos trienios de tristes decepciones y de jocundas y breves, si intensas, alegrías (por ejemplo: el deslumbramiento mío al leer la remesa de Tiempo de silencio) Koldo se convirtió en miembro imprescindible de mi mundo familiar: en Oviedo, en Madrid, en Salamanca, en la recogida y abisal intimidad- c o n Matilde- de Goikokalea en Rentería, hasta la última ¿quién lo hubiera previsto? entrevista, pocos meses hace, en el campus (todavía con tanto sustrato eclesiástico) del Fortis Victoriacus o Gazteiz, donde fue señero e indiscutible emeritus augustus (aunque, eheu! discutido por las fuerzas ominosas de la mediocridad salaz y de la inane violencia) Michelena fue un sabio, un insaciable aprehensor de conocimientos. Y no sólo lingüísticos, sino de toda laya. Contagiado del morbo literario en su adolescencia, pero de rigurosa mente matemática, descubrió, gracias a Jordá, en el confinamiento forzoso y adusto de Burgos- la- casa, las maravillas positivistas y fantásticas de la gramática histórica en el Manual de don Ramón REDACCIÓN ADMINISTRACIÓN TALLERES- SERRANO, 61 28006- MADRID FUNDADO EN 1905 POR DON TORCUATO LUCA DE TENA L otro día, el Jurado que concedió tan merecidamente a Rosa Chacel el premio nacional de las Letras 1987, hizo constar en acta el sentimiento por la muerte (el pasado 11 de octubre) de uno de los candidatos: el insigne lingüista Victoriano Luis Michelena Elissalt (según reza en el extinto escalafón de catedráticos universitarios del MEC) Sorprendido y confuso por su partida, no he podido, en este mes largo, atinar con el tono adecuado para la glosa exacta y sin pasión subjetiva de lo que representa la desaparición del amigo, del sabio, del hombre. Como amigo, se me agolpaban en desorden doloridos recuerdos vividos de muchos años; escenas sepias de momentos comunes en desengaños, esperanzas, ilusiones y tristezas; palabras y debates animados entre el entusiasmo incansable de él y el abúlico escepticismo mío. Yo hubiera querido organizar razonablemente todo ese abigarrado universo de truncas remembranzas; pero la pluma no me obedecía y, en caótico alboroto, se precipitaba la riada lúgubre del sentimiento. Me detenía, sin embargo, la mirada límpida de Michelena, invisible y contiguo, y su apacible, aunque nerviosa, admonición: ¡Calma! Vamos a ver. (Ya, querido Koldo, no vamos a ver nada. Pero me atengo a tu recomendación. Ya, con calma, te veo en la más alta esfera, impávido y benévolo, lejos ya de las salpicaduras del oscuro suelo, más allá del bien efímero y del inicuo mal de esta tierra, cuando, ya ni envidiado ni envidioso, te compasas definitivamente con el Jaungoiko en que creías. A Koldo Michelena lo conocí en mi Salamanca nativa, hace más de treinta años, de manera fortuita. Había leído artículos suyos en su densa prosa sembrada de ironía; había oído encomios de él al gran latinista don José Vallejo, pasmoso y preciso traductor, maestro también en la charla aguda e ingeniosa, y al prehistoriador Francisco Jordá, amigo entrañable, alcoyano de pro con más moral que el equipo epónimo, y compañero de fatigas de Koldo en el colegio burgalés de la posguerra. Una noche, descansando de las rudas tareas de un congreso de lingüistas, solitario en un café de la Plaza Mayor salmantina, descubrí sentados en un diván a dos caballeros discutiendo, con calor no desprovisto de mesura, sobre cuestiones lingüísticas. El vicio del oficio me impulsó a acercarme a jt semejante afejat ünor ttor na gro, desarticulado casi en sus ademanes; otro, más pequeño, de más tono y pausa, pero no menos enardecido de dicción. Eran Michelena y Molho. Ahí empezó nuestra amistad, entre copa y copa demorada, en un coloquio largo y andante, a través de las rúas silenciosas y en penumbra, hasta avanzada la madrugada, mientras discurríamos y bogábamos por todas las sirtes metodológicas de la ciencia. Después nos fuimos viendo, y pasaron años de moderada epístola y de separata cruzada. Vino Michelena a Oviedo a diser- E RESPONSO EN POR LOIS MICRELENA Menéndez Pidal. Ducho en plúrimas lenguas y empapado hasta el tuétano en su éusquera nativo, decidió aplicar a éste su sabiduría y su sagacidad. Poco a poco, recogiendo, analizando, cotejando datos y más datos, con paciente minucia, consiguió labrar una obra cumbre de la filología española de este siglo, comparable sólo a los Orígenes del español del gran maestro de Chamartín o al Diccionario de Coraminas: la Fonética histórica vasca. Perspicacia, hondura, objetiva frialdad, cautelosa ante las procelas de la imaginación, se alian hábilmente para construir un edificio recio y nítido con parvos materiales, consolidados con precisión, ensamblados con airosa agudeza, hasta rematarlo con el ramo de la obra bien hecha y durable. No es esta ocasión de demorarse en el pormenor de la copiosa labor filológica de Michelena, abierto a todos los caminos (aunque él, con modestia simpar, se consideraba sólo humilde neogramático) baste recorrer los apretados diez folios a doble columna de su bibliografía, incluida en las Symbolae a él ofrecidas con motivo de su jubilación burocrática. Su ansiedad cognoscitiva iba mucho más lejos del interés especial por las lenguas y por la literatura. Curioso de todo lo humano, maestro seguro y eterno aprendiz, se enredaba y disfrutaba con cualquier manifestación espiritual, desde las lucubraciones matemáticas hasta (y no era la menor de sus debilidades) la crítica y profunda apreciación de la más reciente actividad artística del hombre: el cine. ¡Qué delicia y qué sorpresa oír a Michelena sus comentarios inteligentes y sagaces sobre las últimas películas! ¡Qué erudición desplegada con contundencia y conocimiento de causa! Y en fin, sin necesidad de descender al detalle biográfico concreto, Michelena fue un hombre, nada menos que todo un hombre En esta época (acaso como en todas, pues no soy jeremíaco plañidor exacerbado de la circunstancia que nos ha cabido en suerte) en esta época, repito, de volubilidades interesadas y perniciosas, en que lo blanco ha derivado en negro (o al contrario) por muy calculadas cuenta y razón pragmáticas, surge insólita y ascética la figura de hombres como Michelena, bueno, leal y consecuente. Michelena, a sabiendas de lo inoportuno y aun nocivo, a contrapelo de sus conveniencias inmediatas, ha sido- edificante dechado- siempre fiel a sus cimientos, a su compromiso juvenil con la historia (la suya y la de su tierra y sas l t í a s) y t w n e a r t e reno y severo ideal a que aspiraban el manchego y el vizcaíno cervantinos de hacer prevalecer la verdad y el honor contra los vientos funestos y las mareas adversas. Koldo, buen amigo: en esta ausencia sempiterna, sit tibí térra leuis. Entre tanto, florezca indemne, en nuestros corazones (biotz- begietan) tu memoria pura y ejemplar. Emilio ALARCOS LLORACH de la Real Academia Española

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