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ABC MADRID 07-11-1987 página 63
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ABC MADRID 07-11-1987 página 63

  • EdiciónABC, MADRID
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7 noviembre- 1987 ABC ABC X 1 -Infantil -Novela El Cascanueces y el rey de los ratones Ilustraciones de Francisco Meléndez. Mondadóri España, S. A. Madrid, 1987. 94 páginas. 1.400 pesetas El señor de la coca Pedro Casáis Editorial Planeta. Barcelona, 1987. 255 páginas. 975 pesetas E. T. A. Hoffmann De todos los escritores románticos alemanes, Hoffmann- auténtico renovador de la literatura de su época- es el más cercano a nosotros por su fantástico universo en el que se mezclan el sueño y la realidad y donde aparecen muñecos que hablan, seres de carne y hueso y fabulosos países inventados. De una de sus aficiones predilectas, contar cuentos a los hijos de sus amigos, nace en 1817 el Cascanueces, un relato dentro de la mejor tradición de Andersen. El famoso muñeco de madera de Nürem- Francisco Meléndez berg nunca hubiera sospechado lo que iba a suceder cuando aquella noche los niños abrieron los paquetes que rodeaban el árbol de Navidad. Su presencia sería el inicio de una feroz batalla entre los muñecos y el ejército de ratones, en la que el Cascanueces pondría a prueba su valor y su audacia. La pequeña María viajaría finalmente con él a un país imaginario. La edición de este clásico infantil, en una excelente traducción de Carmen Bravo Villasante, está dentro del movimiento de recuperación de los cuentos célebres en toda su integridad, sin la operación de descafeinado a que habían sido sometidos. Los grandes ilustradores se vuelcan hoy hacia estas obras, como es el caso del norteamericano Maurice Sendak, cuyo último Cascanueces incluye parte de los decorados que realizó, por encargo, para una nueva ópera. El responsable de los dibujos de esta edición es un joven ilustrador aragonés, Francisco Meléndez, cuyos trabajos empiezan a tenerse muy en cuenta. Refinado esteta y genuino autodidacta, su mundo pictórico no recibe más influencias que las de sus predilecciones artísticas, que van desde el románico aragonés hasta el neoclásico del siglo XVIII. Grabador y litógrafo, aplica también su destreza al lápiz y el bolígrafo y consigue para este Cascanueces exquisitos petimetres de empolvadas pelucas, elegantes húsares y surrealistas paisajes. Todo ello dotado de una atmósfera poética e inquietante que recuerda a veces a Grandville. Austero en- el color, elige para esta obra suaves tonalidades entre el rosa y el esmeralda, con un tratamiento que. semeja las antiguas ilustraciones coloreadas a mano. La labor de Francisco Meléndez acaba de ser reconocida con el Premio Nacional de Ilustración por los dibujos realizados para el libro La oveja negra y demás fábulas publicado por Alfaguara. María SOLÉ La mayoría de los narradores españoles del presente no evoluciona: o bien repite incansablemente el mismo esquema narrativo, variando sólo por lo que respecta al tema o a la trama, o bien salta de aquí para allá, adoptando sucesivamente diversos esquemas ajenos. Pedro Casáis- sin duda, el mejor autor español de novela negra- se cuenta entre los integrantes de esa minoría que sí evoluciona, que va cambiando orgánicamente y que explora hasta su término el camino adoptado, lo que prueba que siempre tuvo fe en la riqueza de posibilidades que él mismo prometía y que es capaz de sacar un máximo partido de ellas: su última novela hasta la fecha, El señor de la coca, lleva a la perfección los supuestos sobre los que se asentaban las precedentes, trascendiéndolos. El señor de la coca, en efecto, ofrece, quintaesenciados, los elementos que están en la base del tipo de novela negra establecido por Pedro Casáis- u n tipo de novela negra que adapta con un máximo de eficacia a las circunstancias españolas del presente los principios que aseguraron la importancia de la novela negra de los maestros norteamericanos del género- y, al mismo tiempo, otros elementos nuevos que, sin atentar contra la coherencia fundada a partir de los anteriores, amplía el campo de acción de los mismo, afirmando, por una parte, los lazos con la novela popular, y por otra, con la novela psicológica y con la novela social, a fin de evitar la reificación de los presupuestos de partida de la serie de novelas dentro de la cual se inscribe. Desde mi punto de vista, en El señor de la coca, Pedro Casáis ha reforzado los lazos con la novela popular- con esa novela popular que se encuentra en la base de muchas obras de Balzac, Dickens y Dostoievsky- no sólo para evitar la reificación de que hablo, sino también, para hacer que su novela no se desequilibre como consecuencia de la potenciación de los aspectos psicológicos y sociales que, paralelamente, lleva a cabo; para evitar, en consecuencia, que se convierta en un híbrido y escapar así a los escollos en los cuales han naufragado los últimos libros de Le Carré. A, este fin se ha valido fundamentalmente de dos medios: dividir su novela en capítulos más cortos y, obviamente, más numerosos- l o que le ha permitido hacer un mayor uso del suspende, lo ha forzado a una mayor invención en el orden de las situaciones y a dotar a su libro de una estructura más compleja- y multiplicar los puntos de vista en función de los cuales la historia es narrada- l o cual le ha proporcionado una libertad mayor de cara a los personajes y le ha permitido poner en práctica múltiples técnicas narrativas a las que no podía recurrir cuando sus novelas eran contadas desde la pespectiva del protagonista dé las mismas- Y ello hace de El señor de la coca una novela de lectura mayormente apasionante que las que la precedieron, no obstante, poseer una mayor carga psicológica y social que éstas. La más intensa conexión con la novela psicológica de El señor de la coca, a la que aludí anteriormente, es conseguida, por su parte, por Pedro Casáis, merced á tres cambios importantes que ha llevado a cabo en su relación con sus personajes. Ante todo, y como consecuencia de que no narra la novela desde el punto de vista exclusivo de su protagonista, concede Pedro Casáis a éste una mayor autonomía, le permite que, viva al margen del relato, y esto redunda en beneficio tanto de ia complejidad de Salinas como de una cierta desconceptuación de sus posiciones vitales- que dejan entrever, así, la parte de. sombra que las sustentan. Luego, presta una mayor atención a los personajes secundarios, que son vistos desde dentro- y no ya, prioritariamente, como instrumentos al servicio de la trama o con una función de contraste de cara al protagonista- y adquieren, como fruto de ello, independencia con respecto a quien los creó. Y por último, ejercer un menor control sobre la lengua de todos los personajes- ahora le interesa tanto lo que son como lo que hacen, e intenta captar sus secretos a través de sus peculiaridades lingüísticas- lo que le concede un distanciamiento con respecto a ésta que permite aflorar la ironía y acentuar la pluralidad estilística de las voces de la narración. En cuanto al incremento de la carga social de la novela, hay. que señalar que el mismo se debe no soló al mayor conocimiento que de la incidencia de la drogadicción y del tráfico de drogas en la sociedad española- y en concreto, en la catalana- va consiguiendo el autor a través de las investigaciones previas a la esritura de cada uno de sus libros, sino también, a la valiente reacción cívica de Pedro Casáis ante la magnitud de los descubrimientos que va llevando a cabo, y que ese incremento se traduce, de manera primordial, en un énfasis sobre el carácter habitual, generalizado, de las prácticas inmorales que denuncia- El señor dala coca muestra que los negocios sucios de la droga no pueden ser achacados a individualidades aisladas y poco representativas, ni al mundo del hampa- y en un cúmulo importante de datos inéditos que Casáis tiene a habilidad de suministrar sin rastro alguno de didactismo o de moralismo al uso. Leopoldo AZANCOf

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