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ABC MADRID 01-11-1987 página 52
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  • EdiciónABC, MADRID
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52 ABC INTERNACIONAL Crisis institucional en Panamá DOMINGO 1- 11- 87 Las acusaciones de Díaz Herrera, detonante de la actual inestabilidad Cinco meses después no se vislumbra una posible solución El negro Muro del Tigre Mayor Miguel Salvatierra Hasta solo hace algunos meses se decía en Panamá, que nada se movía en el país sin el consentimiento de un hombre. moreno, de nariz achatada apodado Tigre Mayor o MAN, en alusión a las iniciales. Temido y admirado, con su habitual traje de campaña y sonrisa fácil, el general Manuel Antonio Noriega, controlaba todos los resortes del poder de este estratégico país en el istmo centroamericano. Hoy, el general Noriega está en el disparadero de todas las protestas y manifestaciones que desde hace meses exigen su destitución y el abandono de la tutela militar sobre la vida política panameña. Noriega heredó del casi mítico Ornar Torrijos un país estable con una excelente situación económica, sin graves violaciones de los derechos humanos y con unas Fuerzas Armadas con aspiraciones sociales que gozaban del respeto internacional tras firmar los tratados con Estado Unidos sobre el Canal. Herencia torrijista que hoy aparece en su ocaso tras los turbios y accidentados avatares que han culminado en la actual crisis. Panamá ha llegado a tener cinco presidentes en tres años, todos con la impronta del dedo dé la Guardia Nacional, el auténtico órgano de poder, que a su vez ha sufrido tres relevos desde la muerte en un accidente de aviación de Ornar Torrijos en 1981. Paralelamente a estos sobresaltos políticos, la economía panameña inició una imparable cuesta abajo. En medio de estas turbulencias, Noriega parecía estar por encima del bien y del mal. A salvo incluso de las acusaciones procedentes de Estados Unidos, en las que se denunciaba su implicación en el lavado de dinero procedente del tráfico de drogas. También se le acusó de entregar informaciones a Cuba sobre actividades norteamericanas en Panamá y, paralelamente, a la CÍA sobre Cuba y Nicaragua. El general superó éstas y otras denuncias hasta que el número dos en el mando, coronel Díaz Herrera, tras dos tentativas de golpe, emprendió una campaña contra él aún más virulenta si cabe que las anteriores. Fraude electoral, asesinato del guerrillero Spadafora e incluso la muerte de Torrijos se adjudican a la iniciativa del Tigre Mayor. Fue el detonante de la crisis que convirtió a Noriega en blanco de todas las críticas. Ahora, aunque se insiste en que sus días de poder están contados y que tiene una inmensa fortuna en Suiza, también se asegura que si se retira de la comandancia es hombre muerto. Ciudad de Panamá. Hermes Sucre Después de casi cinco meses de crisis, ios problemas sociales y económicos de los panameños se acentúan sin que se vislumbren soluciones entre el Gobierno que preside en la actualidad Eric Arturo Delvalie y los diversos grupos de oposición, que demandan la restitución de la democracia y una investigación, y en su caso castigo, para los funcionarios que han sido reiteradamente acusados de fraude, corrupción y asesinato. El ambiente de disconformidad se hizo patente mantienen el control sobre el país. Las prodesde el mes de mayo de 1984, cuando gru- testas callejeras han sido prohibidas por el pos oponentes al oficialismo acusaron al Gopresidente Eric Arturo Delvalie y los civilistas bierno de haber patrocinado un escandaloso que lo han intentado han sido dispersados fraude a favor de su candidato Nicolás Ardito Barletta. No obstante, fueron las declaraciones de junio del coronel rebelde Roberto Díaz Herrera las que encendieron la mecha que motivó la crisis. Militar de alta graduación, de cincuenta años de edad, Díaz Herrera asombró a los dos millones de panameños con sus repentinas acusaciones contra el comandante de las Fuerzas de Defensa, general Manuel Antonio Noriega, a quien responsabilizó de apadrinar el fraude de 1984, de supuestos delitos de corrupción y asesinato de enemigos políticos, especialmente del médico guerrillero Hugo Spadafora. También lo vinculó a la muerte del El Gobierno de Eric Arturo Delvalie sobrevive a la sombra del general Noriega líder Ornar Torrijos Herrera, el gran líder panameño que gobernó de 1968 a 1981 y que pereció en un accidente de aviación. Inmediatamente después que Díaz Herrera hiciera sus espectaculares declaraciones, decenas de miles de panameños, con una fuerte presencia de políticos de oposición y representantes de la ciase media, se lanzaron a las calles para exigir el nombramiento de una comisión independiente que investigara tan delicados cargos. Grupos oficialistas apedrearon la Embajada de los Estados Unidos, lo que motivó que se deterioraran las relaciones diplomáticas entre estas dos naciones. Panamá acusó a los Estados Unidos de injerencia en los problemas internos del país y de alentar la sección agrupada en la Cruzada Civilista Nacional, organización empresarial, política, religiosa, profesional y estudiantil que demanda un cambio de Gobierno y muy especialmente la salida del general Noriega. El Senado norteamericano pidió sanciones económicas contra el istmo, mientras que Panamá ha llevado su protesta a todos los foros internacionales. Hoy, después de cinco meses, Noriega no tiene aparentes intenciones de abandonar su cargo y las Fuerzas Armadas a su mando por las tropas gubernamentales. Pero la situación de crisis en Panamá vio agregarse un nuevo ingrediente. Roderick Esquivel, vicepresidente del Gobierno y presidente del Partido Liberal Nacional- hoy dividido en tres partes- se mostró en desacuerdo con la política gubernamental y reclamó el restablecimiento del diálogo para lograr una rápida democratización. Delvaüe despidió de los altos cargos públicos a todos los seguidores de Esquivel y a éste le anunció la ruptura de su partido con la Unión Nacional Democrática (UNADE) La crisis se mantiene; los civilistas siguen aspirando a lograr sus propósitos por medio de la resistencia pacífica; el Gobierno asegura que la oposición busca una escalada al poder con la ayuda de enemigos tradicionales de Panamá en los Estados Unidos, y el pueblo siente ya los rigores de una situación jamás vivida en el país. Lo cierto es que ambos grupos tienen razones a su favor. No obstante, todavía no se ha podido concertar el diálogo que pueda poner fin a la pugna que mantiene a muchos panameños hastiados. Pese a todo, el país sigue en aparente calma y continúa siendo una región de paz en la convulsionada Centroamérica.

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