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ABC MADRID 30-10-1987 página 68
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ABC MADRID 30-10-1987 página 68

  • EdiciónABC, MADRID
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68 A B C RELIGIÓN VIERNES 30- 10- 87 I NTRODUCCIÓN: Al terminar este Sínodo, nosotros, obispos de la Iglesia católica, unidos con el sucesor de Pedro, nos dirigimos con profundo afecto a todos nuestros hermanos obispos, religiosos, religiosas y muy especialmente a los fieles cristianos laicos, hombres y mujeres, para compartir las experiencias de estos días. Puestos bajo la luz del espíritu del Señor Jesús, y en clima de comunión eclesial, hemos reflexionado sobre el tema Vocación y misión de los laicos en la Iglesia y en el mundo a los veinte años del Concilio Vaticano II para ayudarles en su vida y en su compromiso cristiano. La voz. de! mundo católico se hizo presente en la sa! a sinodal por la mediación de los representantes de todas las Conferencias Episcopales y de los fieles laicos nombrados por el Santo Padre. Sus testimonios y sugerencias han sido el eco de ia voz de todos vosotros. Así hemos sentido y vivido en el Aula la presencia de todas las Iglesias con sus dolores y sus angustias, pero también su vitalidad y sus esperanzas. Hemos visto en ia Iglesia la presencia del Señor resucitado, que la acompaña en esta hora decisiva de la historia. 1. En el camino de! Concilio: El Concilio Vaticano II, profundizando el misterio de la Iglesia, ha suscitado un dinamismo renovador, favoreciendo en todo el pueblo de Dios formas de participación y de empeño misionero de los laicos. Han surgido servicios y ministerios, grupos y movimientos, formas de colaboración y de diálogo. En situaciones difíciles, donde la libertad religiosa no es reconocida, los laicos han transmitido y mantenido la fe aun con el sacrificio de la vida. En lugares de primera evangelización, catequistas y otros laicos han proclamado el Evangelio y organizado las comunidades. Las nuevas condiciones dei mundo sujeto a cambios rápidos plantean desafíos nuevos en todos los ámbitos. En el mundo los laicos asumen desde su fe un papel insustituible. Son cada vez más numerosos los hombres y mujeres que se comprometen cristianamente en los campos de la cultura, de la ciencia, de la técnica, del trabajo, de la política y en múltiples formas del ejercicio del poder. 2. Nuevos desafíos: Pero el caminar en la historia enfrenta a la Iglesia a nuevos horizontes, a desafíos que la interpelan y que exigen respuestas nuevas. A todos los cristianos laicos, fieles a su vocación y comprometidos en la misión de la Iglesia, expresamos nuestra gratitud, nuestra confianza y nuestro apoyo. 3. El ser del laico cristiano. En reflexión común hemos tratado de profundizar en la identidad del cris- tiano laico, su dignidad y sus responsabilidades. Todos los cristianos, laicos, clérigos y religiosos, tienen una misma dignidad, siendo un único pueblo reunido en la unidad del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Esta dignidad emana del Bautismo, por el que la persona es incorporada a Cristo y a la comunidad de la Iglesia y llamada a una vida de santidad. Por el Bautismo, la Confirmación y la Eucaristía se compromete ai seguimiento de Cristo y a dar testimonio de El en su vida y, sobre todo, en su profesión. En este seguimiento personal y comunitario juegan su papel importante ios dones del Espíritu Santo, que Dios da a los individuos para bien de todos. La mayoría de los fieles laicos viven su ser de seguidores y discípulos de Cristo preferentemente en aquellos espacios que llamamos el mundo la familia, el ámbito de trabajo, ia comunidad local, etc. Ha sido siempre la tarea de los fieles laicos y debe ser hoy su programa, con fuerza mayor, impregnar estos Ayer, al concluirse las sesiones del Sínodo dedicado a los seglares, los padres sinodales enviaron a todos los cristianos del mundo un amplio mensaje en el que se resume la sustancia de los debates de la asamblea, al mismo tiempo que un éstos escuchan la llamada de Dios que los invita a vivir con Cristo y transformar el mundo. El Espíritu nos lleva a descubrir más claramente que hoy la santidad no es posible sin un compromiso con la justicia, sin una solidaridad con- -rpobres 7 r los y oprimidos. -El mode! o de santidad de los fieles laicos tiene que incorporar la dimensión social en la transformación del mundo según el plan de Dios. 5. La fuerza del Espíritu: Jesús resucitado es nuestra fuerza. Su espíritu renueva la historia y difunde sus dones para que la familia humana se consolide en la comunión de la cual la Iglesia es el sacramento. En razón de su pertenencia a la Iglesia, los fieles laicos son testigos y artífices de esa unidad que nace segundo documento, las cin cuatro proposiciones, era eií Papa para que éste pueda pi vez, el que será el fruto máx Sínodo. Dei mensaje dirigido seglares recogemos a contin práctica totalidad del mismo En la evangelización de! mundo ios seglares tienen un papel insustituible desde su fe. Proclamamos una vez más la dignidad de la mujer en todo igual que la del hombre. ambientes con el espíritu de Cristo. Así santifican el mundo y colaboran en la realización del Reino. Son igualmente llamados a testimoniar la buena noticia y dialogar con todos los hombres. Algunos fieles reciben el sacramento del orden, que les confiere una particular dignidad y los capacita para, en nombre de Cristo, cabeza y pastor, reunir a la comunidad y nutrirla con la palabra y ios sacramentos y mantenerla en la unidad. Otros están llamados a dar testimonio en la radicalidad en el amor de Dios mediante la práctica de los consejos evangélicos, en los institutos seglares o en las comunidades religiosas. 4. La vocación a la santidad: Todos estamos llamados a ser santos como el Padre que está en los cielos, según nuestra vocación específica. En nuestro tiempo, la sed de santidad crece siempre más en los corazones de los fieles cuando del misterio de la Trinidad y de la comunión eclesial. Nutridos por la palabra y por los sacramentos, miembros vivos en medio de la comunidad concreta, aprendimos a reconocer, con la ayuda del discernimiento de los pastores, los dones espirituales con que nos enriquece el Señor para el bien dé ia comunidad de fe y de la sociedad global. Como pastores manifestamos nuestra voluntad de reconocer, discernir, animar y coordinar tales dones y carismas. De esto surgen asociaciones y movimientos que cooperan eficazmente en la edificación de la Iglesia. Nuestra mirada agradecida va a la Acción Católica, que en tantos países ha dado frutos abundantes y que presenta nueva vitalidad, al igual que otras asociaciones tradicionales. El espíritu ayuda a responder a los nuevos desafíos suscitando también nuevos movimientos que dan alegría y esperanza a! a Iglesia universal. Será siempre un criterio válido de su autenticidad la integración armónica en la Iglesia local para contribuir a edificarla en la caridad con sus pastores. 6. Los ministerios y servicios: M De todas las Iglesias ha surgido una voz de gratitud para los fieles laicos, hombres y mujeres, que sin detenerse ni siquiera ante el martirio han edificado, con el clero, los religiosos y las religiosas, la Iglesia, sin límites de espacio ni de tiempo. La convicción general del derecho de los cristianos laicos a trabajar en la construcción de un mundo nuevo y la teología del Vaticano II han desarrollado una participación más amplia en la vida de la Iglesia y su acción en el mundo. 7. La familia: La familia cristiana, fundada sobre el sacramento del matrimonio, es el lugar privilegiado de la formación humana para el despertar, crecer e irradiar de la fe. Que ella sea la verdadera Iglesia doméstica donde se ore en común, se viva, como en arquetipo, el mandamiento del amor y donde la vida sea recibida, respetada y protegida. 8. La juventud: Hemos reconocido en los jóvenes una verdadera fuerza de la Iglesia de hoy y de mañana. Les reservamos una atención pastoral especial en nuestra solicitud pastoral. Les proponemos seguir a Cristo en la radicalidad de la Cruz y en las seguridades de la resurrección, fuente de su acción en la Iglesia, fundamento de un verdadero proyecto de vida y de una auténtica esperanza. 9. La mujer en la Iglesia y en el mundo: Inspirados en la palabra de Dios, reafirmamos la igual dignidad de la mujer y del hombre: Los hizo hombre y mujer. El pueblo de Dios está formado por los bautizados con igual dignidad y con misión común, aunque con modalidades y tareas diferentes. El pecado ofuscó la perfección del plan divino. Desaprobamos las discriminaciones, todavía hoy existentes en formas diversas. Nos alegramos por el reconocimiento de legítimos derechos que permiten a la mujer cumplir su misión en la Iglesia y en eí mundo.

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