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ABC MADRID 24-10-1987 página 105
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ABC MADRID 24-10-1987 página 105

  • EdiciónABC, MADRID
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GENTE S fama que hoy, a todo aquel que no colabora con el régimen, lo mandan a la caverna. Aquí, hasta que don Marcelino Santuola, buscando níscalos, encontró las grutas de Altamira, la caverna más celebrada de la historia era aquel antro subterráneo que alumbró Platón para construir al amor de la candela la socorrida alegoría del libro séptimo de La Hepública, aunque de ello hace ya mucho tiempo, concepto monstruoso que, corno bien observó Jonathan Swift, por algo suele pintarse con una guedeja por delante y una calva por detrás. Bueno, pues añádanle ustedes pelluzgón y antiparras y tendrán, en lugar de una representación del tiempo, el vivo retrato de ese monstruito común que llaman sociata: presupuestívoro roedor de monstruosa fecundidad. (No se olvide que España, de creer en algunas etimologías, querría decir tierra de conejos) En el delicioso mundo de los bestiarios ideológicos, el progre es el género, y el sociata, la especie. Una especie de bestezuela intelectualmenté absurda que, una vez ordenado asesor cultural y tocando el caramillo de la modernidad, sé propone atraemos, como a abubillas, a los extremos que H. G. Wells divisó con su máquina del tiempo: arriba, la modernidad de los ELOI: aristócratas delicados morando en ociosos jardines- monclovitas o manchegos- nutriéndose de frutales subvenciones, y alternando, ora en la ora en el teatro kabuki; jo, la caverna de los MORLOCKS: mendigos subterráneos sujetos a gabelas, moviendo inútilmente máquinas robinadas, y alternando, ora en ios galgos, ora en el boxeo. Puestos en fila, los sodatas constituyen una jerarquía semejante a la que con los cornudos estableció Fourier, y eran ochenta. Desde el cornudo en ciernes, que encabeza la formación, hasta el cornudo sedicioso, que la cierra, pasando por el cornudo trompeta, el cornudo por comida, el cornudo pedagogo, ei cornudo pretencioso, o el cornudo propagandista, que, como cualquier sociata del bosque, es aquel que va pregonando las dulzuras del hogar, excitando a cada uno a casarse afiliarse y gime sobre la desgracia de aquellos que se d e m o r a n en gozar como él. ¿Y de qué? Del cornudaje modernidad ¿A quién cuenta sus apologías del matrimonio? Con frecuencia al mismo que se los pone Lo dicho, un monstruo, el sociata, con su calva, su guedeja, su pelluzgón y sus antiparras. Visítelo en Bonolandia. Ignacio RUiZ QUINTANO E Bonolandia y apai- te I Cabañeros- l a Bonolandia alfonsina de los Chiquis, los Pepes, los Narcisos y los Pacitos- es la réplica cañí de la Disneylandia que pasó de largo Prepárate para gritar Q ERIDO monstruo, mi semejante, mi hermano, eres el martillazo en la frente del monumento a la estética light la convulsión de los cánones de la beautiful people la bofetada en la sien del plan Pond s, la sublimación del ma- quillaje en el grotesco infinito, la belleza del revés. Vienes de las tinieblas para iluminar nuestro lado siniestro. Todos arrastramos la person a l i d a d de un M r H y d e especialmente tras beber las pócimas que bullen en los escalofriantes laboratorios que son los disco- pubs. La horriptlancia de nuestra naturaleza monstruosa se desvela al estilo Donan Gray cuando amanece y el sol ilumina los rostros espeluznantes de los fantasmas que han consumido la última bondad de la noche. Sangre para Drácula, carne para Frankenstein, venganza para la Momia. El mundo está lleno de monstruos con legítimas aspiraciones. El mal es la manera más normal de constatar la vida. Nada más excitante para un espíritu en vías de aburrimien to que el beso del vampiro, el mordisco del licántropo, el abrazo del gorila gigante, el puntapié sorpresivo por parte del hombre invisible. El tedio de nuestra época necesita del antídoto del terror. Aunque los monstruos no tengan subvención, se les debe fomentar con el capital líquido de la imaginación ardiente que los genera. La deformidad es el crisol donde se destila la esencia de nuestra naturaleza real, el espejo que nos devuelve la imagen hiriente de nuestra quimera. El personaje simbólico de nuestra era, en que el terror tiene mil caras, es Lon Chaney, cuyo heredero en España viene a ser Paul Naschy. Hace cuarenta años, el grito de alarma era: ¿Qué es eso? ¿Una araña? ¡No la pises! ¡Puede ser Lon Chaney! Hoy puede decirse: ¿Qué es eso? ¿Mayra Gómez Kemp? ¡No la acribilles, puede ser Paul Naschy! La figura puede transformarse una y mil veces para adoptar todas las formas conocidas y desconocidas del horror. Detrás del monstruo siempre está el hombre, y dentro de éste, la sustancia que engendra el espanto amorfo de lo inconcebible. Los fantasmas de la razón se rebelan contra la armonía de soporífera hermosura, para despertar en la viva ebulloción de las sombras del pánico. La monstruosidad es un don al alcance de todos. O, lo que es lo mismo, la vida es una película de serie B. Prepárate para gritar. Jorge BERLANGA MONSTRUOS, ÑAM, ÑAM Jorge Berlanga Alaska Edi Clavo Ferni Presas Jaime de Urrutia Rosy Von Dona Joaquín Albaicín Beatriz Cortázar Maribel Verdú Carmen de Posadas ABC 105 SÁBADO 24- 10- 87

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