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ABC MADRID 23-10-1987 página 3
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ABC MADRID 23-10-1987 página 3

  • EdiciónABC, MADRID
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EDITADO POR PRENSA ESPAÑOLA SOCIEDAD ANÓNIMA 23 DE OCTUBRE 1987 ABC REDACCIÓN ADMINISTRACIÓN TALLERES- SERRANO, 61 2800 6- MADRID FUNDADO EN 1905 POR DON TORCUATO LUCA DE TENA A habitación y ger de rueda y pedal, media (si tal remendando la ropa, espacio tiene volviendo viejos cuealgún sentido) en la La Academia Sueca concedió ayer el Premio Nobel de Literatura al poeta ruso, exiliado en llos de camisa, arreque vivíamos los tres Estados Unidos, Joseph Brodsky. Por cortesía de la editorial Versal publicamos, a continuaglando o adaptando tenía suelo de parción, un texto inédito que formará parte de la traducción de Menos que uno una suerte viejos gabanes. En quet, y mi madre se de autobiografía intelectual del galardonado, que aparecerá próximamente en español. cuanto a mi padre, oponía vivamente a su único momento en que los hombres de la familia, yo en par- más cerca que tni madre llegaría a ex- la silla era mientras leía el periódico, o ticular, anduviésemos en calcetines. In- presar algo de eso sería un día en que, cualquier otra cosa, en su mesa. A vesistía en que usáramos siempre zapatos mientras señalaba a un juego de porce- ces, por la noche, veían una película o o zapatillas. Al amonestarme sobre ello lana sumamente delicado, dijo: Esto será un concierto en nuestro televisor de evocaba una antigua superstición rusa: tuyo cuando te cases o cuando... y en- 1952. Luego seguían sentados... Así, trae mala suerte, decía, porque puede tonces se interrumpió. Y, una vez recuer- sentado en una silla en la habitación y presagiar una muerte en la familia. do haberla oído hablar por teléfono con media vacía, un vecino encontró a mi paNaturalmente, puede que sólo juzgase una amiga distante que según me ha- dre muerto hace un año. este hábito como incivilizado, como un bían dicho estaba enferma: recuerdo a gesto de mala educación. Los pies de mi madre salir de la cabina telefónica a los hombres huelen, y nos hallábamos la calle, donde yo la esperaba, con una en la era anterior a los desodorantes. expresión extraña en sus ojos escondiHabía sobrevivido su mujer en trece Además, pienso ahora que uno podía es- dos tras las gafas de montura de con- meses. De los setenta y ocho años de currirse fácilmente y caer sobre el par- cha. Me incliné hacia ella (yo era ya bas- su vida y los ochenta de ella, yo había quet pulimentado, sobre todo cuando se tante más alto) y le pregunté que le ha- pasado tan sólo treinta dos años con anda en calcetines. Y que si uno era vie- bía dicho aquella mujer, y mi madre ellos. Ignoro casi todo sobre cómo se cojo y débil, las consecuencias podían ser replicó, con la mirada perdida: Sabe nocieron, sobre sus relaciones; ni siquiedesastrosas. La afinidad del parquet con que se está muriendo y estuvo llorando ra sé en qué año se casaron. Ni sé la la madera, la tierra, etc. se ampliaba en por teléfono. forma en que vivieron los últimos once o mi cabeza a cualquier terreno situado Consideraban todo como algo natural: doce años de sus vidas, los años sin mí. bajo los piesxte nuestros parientes próxi- el sistema, su impotencia, su pobreza, su Y cómo nunca voy a saberlo, prefiero sumos y lejanos que vivían en la misma hijo travieso. Simplemente trataban de poner que la rutina siguió siendo la habiciudad. No importaba la distancia, era la sacar el mejor partido de todo: procurar tual, que quizá estaban mejor sin mí: misma tierra. Incluso vivir al otro lado del que hubiera comida en la mesa- y fuera tanto por el dinero como por no tener río, donde yo alquilaría más tarde un la comida que fuera, hacerla comestible; que preocuparse por si yo era detenido apartamento o una habitación para mí que durara- y aunque siempre vivíamos de nuevo. solo, no constituía una excusa, pues ha- al día, ahorrar unos pocos rublos para Sólo que yo no pude ayudarlos en su bía demasiados ríos y canales en aque- llevar al niño al cine, para visitar algún lla ciudad. Y aunque algunos de ellos museo, comprar libros, para golosinas. vejez, sólo que yo no estaba allí cuando eran lo bastante profundos para que na- Toda la vajilla, utensilios, trajes y ropa murieron. Digo esto no tanto por sentivegasen buques de gran calado, la blanca estaban siempre limpios, brillan- miento de culpabilidad como por el demuerte, pensaba yo, los encontraría con tes, planchados, remendados, almidona- seo egoísta de todo niño de seguir a sus aguas someras, en su forma subterrá- dos. El mantel estaba siempre inmacula- padres por todas las etapas de sus vinea, serpenteante bajo sus abdómenes. do y planchado, la lámpara colgada so- das; pues todo niño, de una u otra forbre él sin una mota de polvo, el parquet ma, repite lo que han sido sus padres. Podría argüir que, después de todo, uno reluciente y barrido. Lo sorprendente es que nunca se abu- desea aprender de sus padres sobre su Eramos tres en nuestra habitación y media: mi padre, mi madre y yo. Una fa- rrían. Cansados sí, pero no aburridos. futuro, sobre su vejez; uno desea tammilia, una típica familia rusa de la época. Casi todo su tiempo en la casa estaban bién aprender de ellos la última lección: La época era después de la guerra, y de pie: cocinando, lavando, moviéndose cómo morir. Incluso aunque uno no demuy pocas personas podían permitirse el entre la cocina colectiva de nuestro apar- see nada de eso, sabe que aprende de lujo de tener más de un hijo. Algunos ni tamento y nuestra habitación y media, ellos, aun sin proponérselo. ¿Seré yo siquiera podían tener el padre vivo o pre- atareados con esto o con lo otro en el así también cuando sea viejo? ¿Es este sente: el gran terror y la guerra hicieron hogar. Cuando se sentaban era, por su- problema cardíaco- o cualquier otroestragos en las grandes ciudades, sobre puesto, para las comidas, pero sobre hereditario? todo en la mía natal. Por consiguiente, todo recuerdo a mi madre en su sitia, inNi sé ni sabré jamás cómo se sintieron deberíamos considerarnos afortunados, clinada sobre su máquina de coser Sindurante esos años postreros de sus visobre todo al ser judíos. Los tres sobredas. Cuántas veces se sintieron atemorivivimos a la guerra (y digo los tres zados, cuántas preparados para morir, porque yo nací antes, en 1940) mis pacómo se aliviaron después, cómo confiadres, sin embargo, habían sobrevivido ban en que los tres volveríamos a reunirtambién a los años treinta. nos. Hijo decía mi madre por teléfono, Me imagino que se consideraban afor lo único que deseo en esta vida es vertunados, aunque jamás lo dijeran. Por lo te de nuevo. Eso es lo único que me general no eran muy conscientes de sí mantiene viva. Y un minuto más tarde: mismos, excepto cuando con la edad los ¿Qué estabas haciendo hace cinco miEDICIÓN INTERNACIONAL achaques comenzaron a aquejarles. Innutos, antes de que me llamaras? En cluso entonces no hablaban de sí misrealidad estaba fregando los platos mos y de la muerte en esa forma que Un medio publicitario único Eso está muy bien. Es algo bueno: freespanta o mueve a compasión al oyente. gar los platos. A veces es una tremenda para transmisión de mensajes Sencillamente refunfuñaban o se quejaterapia. comerciales a ciento sesenta ban de sus molestias, o discutían larganaciones mente sobre una u otra medicina. Lo Joseph BRODSKY L EN UNA HABITACIÓN Y MEDIA

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