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ABC MADRID 21-10-1987 página 3
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ABC MADRID 21-10-1987 página 3

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EDITADO POR PRENSA ESPAÑOLA SOCIEDAD ANÓNIMA 21 DE OCTUBRE 1987 ABC hecho sistema, y nadie se preocupaba por la enorme legión de los que se hundían en la miseria y la ignorancia. El liberalismo, según esa mitología, era la expresión ideológica del desprecio y la explotación de los más humildes y de los más débiles, que sólo en el socialismo iban a encontrar una oportunidad de redención. Se ignora así, deliberadamente, que las propias raíces del Estado de Bienestar pueden encontrarse en pensadores tan ajenos al socialismo como Montesquieu ¡que tanta alergia produce en Guerra, ideólogo de la renovación socialista! el cual escribía ya en El espíritu de las leyes: Las limosnas que se dan a un hombre desnudo en la calle no satisfacen las obligaciones del Estado, el cual debe a todos los ciudadanos una subsistencia segura, el alimento, un vestido decoroso y un género de vida que no sea c o n t r a r i o a la s a l u d Y Francois Ewald, defensor a ultranza del Estado de Bienestar y autor de la mejor obra sobre sus orígenes en Francia (L Etat Providence, París, 1986) se ve obligado a reconocer: La actitud liberal (frente a la pobreza) no es, ciertamente, la de retirada, desinterés o desenganché. Cristaliza, más bien, en una nueva experiencia de la pobreza, una nueva patética de la miseria una nueva sensibilidad que, lejos de rechazarla a la periferia del cuerpo social, la pone, por el contrario, y por mucho tiempo, en su mismo centro. La defensa que hoy hacen los socialistas del Estado de Bienestar suele basarse en la llamada economía dual (instalados versus marginados) que- e n sustitución del viejo antagonismo ricos- pobres, burguesesproletarios- suele concretarse en el más moderno esquema de los tres tercios: el reducido puñado de los beneficiarios directos del sistema; el más amplio sector intermedio, de los que, a mucha distancia de los anteriores, ven mejorar su nivel de vida, y, finalmente, los centrifugados por el sistema, que pagan por todos y que podrían constituir en torno a una quinta parte de la población (los ocho millones de pobres que, según ciertas estadísticas, existen en España) Para lograr la plena integración de este último sector los socialistas creen REDACCIÓN ADMINISTRACIÓN TALLERES- SERRANO, 61 28006- MADRID FUNDADO EN 1905 POR DON TORCUATO LUCA DE TENA N sus denodados esfuerzos por buscarse una nueva identidad- tras la pérdida de vigencia de los viejos mitos fundacionales- los socialistas se han agarrado, como a un clavo ardiendo, al concepto de Estado de Bienestar. Que toda la reflexión teórica, a la que tan intensamente se viene dedicando el socialismo, acabe siempre en este obligado asidero es ya una muestra patente de la miseria ideológica y del desasosiego en que se debate toda la izquierda europea. Porque ni por sus orígenes, ni por algunas de las formas en que se ha concretado, pertenece el Estado de Bienestar al acervo doctrinal propio y o exclusivo del socialismo. Y menos aún del marxismo. E EL MALESTAR DEL ESTADO DE BIENESTAR Tal y como se ha plasmado en la práctica occidental de los últimos cuarenta o cincuenta años, el Estado de Bienestar es el fruto de un compromiso o, si se quiere, de un consenso al que han contribuido corrientes ideológicas y fuerzas políticas muy diversas. Entre ellas, por supuesto, hay que incluir al socialismo, sobre todo en su variante socialdemócrata, revisionista, y domesticada, según la ortodoxia marxista, por su renuncia al cambio de sociedad inmediato y radical por medio de la revolución. Pero sólo el sectarismo o una lamentable ignorancia pueden desconocer el papel que, para bien o para mal, tuvieron en la teoría y en la práctica del Estado de Bienestar la democracia cristiana, inspirada en la doctrina social de la Iglesia, o partidos netamente situados en la derecha, como los gaullistas franceses. Por no hablar de precursores tan dudosamente progresistas como Bismarck y pasando por alto la proclividad a las políticas sociales y al Estado Social de los regímenes autoritarios de derecha, incluido el franquismo. Porque en nuestro país el diseño de un cierto modelo de Estado de Bienestar se realiza en el régimen anterior, cuya legislación en la materia ha pasado casi tal cual al vigente ordenamiento jurídico, encontrando, además, en sindicatos y partidos de izquierda sus más fervorosos defensores. Resulta, en suma, que el Estado de Bienestar es un concepto mostrenco, cuya paternidad nadie puede reclamar en exclusiva, y menos aún los socialistas. Es más, para la ortodoxia marxista las políticas propias del Estado de Bienestar no han sido sino una astuta operación de fascinación del capitalismo para corromper al proletariado, integrándole en el sistema y haciéndole perder su conciencia de clase y su ímpetu revolucionario. Que esa misma idea, considerada antes como emasculadora, sea hoy la gran esperanza del socialismo es una evidencia de su desorientación doctrinal y de la incertidumbre que le atenaza. Pero los socialistas no sólo se quieren apropiar de un concepto o modelo de Estado que no les pertenece, sino que, yendo aún más lejos, siguen reclamando para ellos la exclusiva de la sensibilidad social. Según su mitología, antes del socialismo imperaba la ley de la jungla, el egoísmo que es preciso mantener a ultranza, q resucitar si es preciso, al Estado de Bienestar. Y ello pese a su inviabilidad manifiesta, que dimana del principio mismo de la institución que, como dice el propio Ewald, no es otro que la separación de lo económico y de lo social, la voluntad de construir un orden social que no casa con las variaciones de la economía Los well aristas son, así, nuevos alquimistas que tratan de sacar abundancia de la escasez. Tan bonito como irreal; tan enteroecedor como una versión actualizada de Alicia en el País de las Maravillas. Partiendo de tales premisas, se explica el malestar en que se debate, agonizando, la quijotesca idea del Estado de Bienestar, trasunto secularizado del Paraíso Terrenal. Esta idea de un Estado convertido, como dice King, en compañía de responsabilidad ilimitada dedicada a la actividad de asegurar a toda persona en cualquier momento frente a cualquier riesgo comprometido, en suma, a la cobertura de todas las necesidades y riesgos sociales de todos los ciudadanos, desde la cuna a la tumba carece de futuro. A su inviabilidad económica habría que añadir los efectos perniciosos que produce en los estilos de vida, trabajo, moralidad, etcétera, ya estudiados en varios países. Citemos, de pasada, el libro de Charles Murray Losing Ground: American Social Policy, 1950- 1980, que ha demostrado cómo ciertos programas contra la pobreza premian de hecho a la pobreza con el resultado de producir más pobres. Murray ha suscitado una enfebrecida polémica porque se ha atrevido a afirmar, con el apoyo de datos, que en muchos aspectos importantes de la vida, las cosas empeoraron para los pobres precisamente desde que intensificamos nuestro empeño en ayudarlos El rostro amable del Estado providente encubre demasiadas vergüenzas, y no es la menor la pérdida de libertad, entregada por el ciudadano a cambio de una engañosa seguridad, que al final es la del cerdo bien estabulado y con el pienso a su hora. Porque el Estado de Bienestar se parece, en muchas de sus formulaciones, a la Animal Farm de George Orwell: inexistencia de necesidades como contrapartida de una absoluta docilidad. La superación del Estado de Bienestar no significa, sin embargo, el abandono de la función de asistencia social, ya reconocida por liberales como Montesquieu o Tocqueville. Otro liberal actual, Hayek, a menudo considerado como expresión del liberalismo puro y d u r o lo ha r e c o n o c i d o claramente: La seguridad de que cualquier individuo pueda en todo momento contar con un nivel mínimo de ingresos, es decir, la existencia de una especie de red de seguridad por debajo de la cual nadie puede caer... parece no sólo protección legítima contra ciertos riesgos que a todos pueden afectar, sino mecanismo incluso imprescindible a la gran sociedad. Alejandro MUÑOZ ALONSO EDICIÓN INTERNACIONAL Para hacer llegar sus mensajes comerciales a todo el mundo.

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