ABC MADRID 12-10-1987 página 73
- EdiciónABC, MADRID
- Página73
- Fecha de publicación12/10/1987
- ID0001615304
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LUNES 12- 10- 87 ABC m A B C 73 de Quito y en el consenso de Cartagena fueron ignoradas por sus destinatarios. Es indispensable liberar la capacidad creadora de la iniciativa privada de los técnicos y trabajadores latinoamericanos. Es preciso romper el dique de la deuda y abrir nuevos cauces a las inversiones con los países industrializados y el resto del mundo. América Latina no puede esperar más tiempo a que los problemas se solucionen espontáneamente. Tampoco puede admitir condiciones que implican subordinar la política económica a los dictados de los acreedores. La deuda se ha constituido en una severa amenaza a la decisión soberana de nuestros Estados, que debe rechazarse en el ejercicio responsable de la autodeterminación. Esto impone la solidaridad latinoamericana y las negociación conjunta. No existe alternativa. Es necesario formular una advertencia final. La deuda es un problema grave, pero sólo uno de los desafíos que enfrentan tas pueblos y las democracias latinoamericanos 1. Los problemas de atraso y pobreza ya existían antes de 1980 y subsistirán después de una aventual solución del problema de la deuda. Debemos asumir plenamente la responsabilidad de los retos y de nuestro futuro. Poner la casa en orden, evitar la fuga de capitales, afrontar la inflación, distribuir el ingreso con justicia, luchar contra la pobreza, elevar la eficiencia del Estado, respaldar la iniciativa privada y consolidar definitivamente la democracia como estilo de vida. La libertad y la seguridad de nuestros países dependen de nuestra firmeza en defender su acción soberana y promover las iransformaciones que demandan nuestros pueblos. Pero la solución de la crisis de la deuda es una condición necesaria para liberar recuros, crecer y asumir la posición que nos corresponde en el mundo contemporáneo. Nadie puede hacer por los latinoamericanos lo que impone un mejor destino, ni puede impedir las decisiones necesarias para afianzar el desarrollo en un ámbito de justicia y libertad. Iberoamérica no puede esperar a que sus problemas se solucionen espontáneamente Declaración y propuestas de personalidades de la región Veinte personalidades de diez países iberoamericanos firmaron el 4 de mayo de 1987 una declaración y una propuesta de solución a la crisis de la deuda exterior. El documento es un paso adelante del consenso de Cartagena y reflaja con rotundidad el punto de vista de los países afectados por el peso de los 382.000 millones de dólares, un dique que imposibilita la llegada de nuevas inversiones y el desarrollo de la región. En los últimos años la América Latina ha realizado un esfuerzo extraordinario para resolver, la crisis de la deuda externa. Por diversas vi as. cada uno de nuestros países ha procurado compatibilizar las necesidades internas eon ei pago de la deuda. Al mismo tiempo los dirigentes de las democracias latinoamericanas han reclamado un diálogo político eon los acreedores para encontrar soluciones de fondo y señalado que no se puede pagar a costa del desarrollo económico y con el empobrecimiento. Se han alcanzado también algunos logros en la reducción de la transferencia de recursos y en la refinanciación a largo plazo de las amortizaciones de parte de los pasivos extemos. Sin embargo, subsiste el problema fundamental de que la América Latina continúe realizando un esfuerzo desmesurado é injusto. Para resolverlo es necesario modificar los términos de la negociación entre deudores y acreedores. La respuesta a estos desafíos radica en la decisión firme y solidaria de América Latina. El mantenimiento de la situación imperante se convertiría en una irresponsabilidad ante los pueblos y la democracia. Se está agotando la paciencia de las mayorías ciudadanas. La crisis de la deuda externa tiene tres responsables, pero sólo los deudores están soportando su elevado coste. Los Bancos acreedores la generaron con sus imprudentes políticas de préstamos. -Los países industriales la multiplicaron. con el aumento de las tasas dé interés, el proteccionismo, su actitud de indiferencia ante la caída de los productos primarios y otras calamidades que han golpeado a la América Latina. Nuestros países pueden y deben pagar sus propios errores, pero no pueden asumir los de sus acreedores. El sacrificio en los últimos años no puede mantenerse. Desde 1981 América Latina ha pagado más de 130.000 millones de dólares. Pese a esto, la deuda anterior ha aumentado en casi 100.000 millones de dólares. La contrapartida ha sido más inflación, baja de salarios, estancamiento económico y tensiones sociales cada vez más graves. El producto por habitante ha caído en casi un 10 por 100 desde 1980. El esfuerzo de América Latina no fue compensado con la reiniciación del financiamiento internacional. Con el paso de estos años los créditos otorgados son menores. La deuda, por tanto, viene siendo pagada con los recursos propios de los países deudores. La inversión y el consumo de la América Latina han quedado desvinculados del crédito internacional: se financian con la producción y las exportaciones de nuestros países. La inversión es hoy menor que el ahorro interno, porque el 50 por 100 del ahorro neto y la tercera parte de las exportaciones, en promedio, se desti- nan a pagar solamente los intereses de la deuda. El crédito internacional sirve para presentar los balances de los Bancos acreedores. Quita y no agrega a los recursos disponibles en la América Latina. Ló que se discute hoy con los prestamistas es lo que llevan, no lo que traen. Y no hay perspectiva alguna de que la situación se modifique en el futuro previsible. Todos los consejos de los acreedores persiguen! o mismo: más ajuste y sacrificio para pagar la deuda. América Latina tiene que reforzar la iniciativa de incitar la negociación política de la deuda. La respaldan múltiples antecedentes en el Derecho Internacional, la experiencia histórica y la práctica cotidiana de las relaciones internacionales. Lamentablemente, las construtivas propuestas formuladas en la Conferencia Propuestas La solidaridad de América Latina y la negociación conjunta, como respuesta a esta crisis. Los deudores tienen que hacer lo mismo que sus acreedores: negociar juntos y fortalecer a través de la unión su capacidad negociadora. t La fijación de un límite al pago de la deuda en proporción de las exportaciones o hasta el 2 por 100 del producto. i I La cooperación regional con el desaJ rrollo de las economías de menor ingreso y dimensión, apoyando su participación en los acuerdos que surjan de estas proposiciones. Los recursos resultantes de esa cooperación, y que se habrían asignado al servicio de la deuda, podrían destinarse en cada nación a inversiones sociales. Para este fin, bien podría constituirse un Fondo Especial o fortalecer los fondos existentes con el propósito primordial de atender planes de vivienda, educación, nutrición y salud y, también, para comprar dentro de América Latina y el Garibe. Convocar inmediatamente al SELA, a nivel de cancilleres y ministros de Economía o Finanzas, para formalizar el Acuerdo y proponer los servicios de la deuda dentro de los límites antes señalados, atendiendo a las particularidades y niveles de exportaciones y producción de bienes y servicios de cada país. Incorporar en el texto del Acuerdo cláusulas similares a las que existen en el Club de París y los steering committees como la moratoria cruzada en caso de sanciones a uno de los miembros del Acuerdo. Iniciar una negociación global y política con los acreedores, una vez adoptada la resolución latinoamericana. Esta negociación debe abarcar todos los intereses en juego para tomar en cuenta, también, el coste de la crisis de la deuda externa para los trabajadores y empresarios de los Estados Unidos, Europa y Japón, provocado por la violenta caída de las importaciones latinoamericanas resultante del ajuste. Buenos Aires, 4 de mayo de 1987