ABC MADRID 09-10-1987 página 18

18 ABC OPINIÓN VIERNES 9- 10- 87 Planetario NUESTROS AGUJEROS NEGROS Los españoles descubrimos con sorpresa y asombro que mientras los altos personajes del Estado y las autonomías estrenan con frecuencia, cada uno, su Opel Senator blindado del Gobierno, ¡pobre! cuando sale a esos países del extranjero para salvar la paz, la libertad de Nicaragua o el futuro socialista de Europa, viaja en aviones no se diga que de segunda mano, ¡hasta de cuarta mano! que no me lo invento yo, que lo leo en los diarios. Y por si ese detalle de gran ahorro de la Administración fuera poco, los mismos diarios, si serán chismosos, dicen que el mismísimo director general de la Aviación Civil se justifica del follón que cada dos por tres organizan los rayos malévolos al confundir la estación de control aéreo de Paracuellos, diciendo que los aparatos para impedir el nocivo efecto de las travesuras meteorológicas son demasiado caros. Ni las vidas más augustas preocupan a los administradores del Tesoro, ni las de esas gentes, de seguro despreciables por anónimas, que diariamente aterrizan en Barajas, pese al latazo que dan al que llega las lentísimas cintas rulantes por donde perezosamente aparecen las maletas. Para que luego los maliciosos, malintencionados, malévolos anden propalando por ahí la inadmisible trola de que los organismos oficiales dilapidan, qué digo millones con me, quizá de merdocracia, billones con b de baya bida que te pegas, macho de las jerarquías más votadas. Aquí se administra a cara de perro. Aviones matusalénicos para visitas ultramarinas de prestigio. Instalaciones vetustas que se acatarran en cuanto relampaguea, para garantizar la seguridad del tránsito aéreo sobre la mismísima capital de la nación, si es que realmente ésta es una nación y Madrid su capital. ¿Quién nos iba a decir en pleno progreso, cuando el crecimiento económico, según dicen quienes lo manejan, es mayor que el de nuestros consocios europeos, que nosotros tenemos que comprar aviones matusalénicos de esos que ya han dejado de fabricarse por obsoletos, como dirían los señores diputados? Los servicios de los contróladores aéreos, tan propicios a dormirse cuando se trata de pedir más ventajas, se colapsan en cuanto el maldito rayo hace de las suyas en Paracuellos. Los aviones se averian, por fortuna con la discreción de hacerlo en tierra. Y todo por la enérgica voluntad dé ser sobrio del Estado, cuyos déficit se cuentan por billones. ¿A dónde se van los dineros? ¿Qué agujeros negros tiene el sistema que da para tantas y tan diversas movidas y no dapara un avión decente, último modelo, comparable al Opel Senator blindado del señor presidente del Senado? -Lástima que se haya marchado ya el admirable físico, inglés señor Hawking, especialista en agujeros negros, sin que se lo preguntáramos. Hay que ver de qué manera más tonta perdemos las mejores ocasiones. Lorenzo LÓPEZ SANCHO L LA COLA DEL CUPONAZO H ETE aquí que nos creíamos que en España había dos colas imposibles de superar: la cola de los parados y la cola de los colocados al olor de este México lindo, pero no querido, en que se nos está convirtiendo la nación. Y hete aquí que cuando nos creíamos que esas dos colas eran el símbolo de la situación, viene una tercera cola, la del cuponazo, para decirnos lo que en verdad está aquí pasando. Lo que aquí está pasando es que la Bolsa irá divinamente, y la Banca todo lo espléndidamente que denuncian de cuando en cuando los izquierdosos montaraces aún no domeñados por un adecuado acercamiento al perol; pero la economía que cuenta, la del bolsillo de la María que llama a Encarna Sánchez, ésa va cada vez peor. De otra forma no se explica que cada vez se juegue más. Esto ha sido llamado el Estado Tahúr, y se han quedado cortos. El que ha resultado un tahúr del Mississippí ha sido González y no Suárez. Dicen que estamos en el Estado fiscal, como Suecia. Puede ser. También estamos en el Estado Tahúr, como Las Vegas. Aquí se divorcia la gente mucho más que en Las Vegas; cuándo él señor cura se escapa con la diputada se va á Madrid, no a Reno, Nevada. Aquí se juega la gente mucho más las pestañas que en Las Vegas y Atlanta City juntos. Toda España es Las Vegas, y renuncio a la fácil enumeración de los juegos de azar a disposición del respetable. Simplemente esbozo impresionistamente algunos apuntes: la más modesta taberna de pueblo es un cuarto de kilo de Caesar Palace, con tantas maquinitas. Cuando las señoras dicen a la tata, a las cinco de la tarde, que van a recoger a los niños del autobús del colé no van a tal, que los recoge la abuela: van al bingo. Los catalanes, que en todo van por delante, hasta tendrán dentro de poco la autonómica, también llamada el 6- 49, que parece un numerito nuevo del Kamasutra. Y en esto, llegan los ciegos y pegan el cuponazo, nombre de suyo contundente y traumático. El tejerazo, el gonzalazo y el cuponazo componen la más reciente historia patria. Llegan los ciegos y los que tumban con su cola no son figurantes: son loteros. Comprenderán ustedes que es una ñangada. Déle usted una administración de loterías a la cuñada del primo de uno del partido en Murcia para que ahora no venda un décimo, con el cuponazo, la quiniela, la Primitiva y lo que nos echen. Los loteros están que se suben por las paredes, y con razón. El Estado aún no ha quitado el monopolio de Campsa, ni el monopolio de Iberia, ni el monopolio de Renfe, ni el monopolio del PSOE, pero ha suprimido el monopolio de las loterías. Los loteros siguen cobrando el escaso porcentaje de sus ventas, mientras otros, que lo ven más claro, se quedan con los porcentajes de las ventas y con los beneficios, con el santo y la limosna. Ya no sólo es tahúr el Estado, es tahúr la sociedad entera. Aquí ha habido una victoria, que ha sido la victoria del PSOE, sin heridos ni mutilados. Para parecerse más al franquismo, hasta se han inventado beneficiados sociales. El franquismo dio las loterías a las viudas de guerra. El felipismo dio primero las loterías a los amigos- de. Guerra y ahora los arruina permitiendo el cuponazo. Gane usted unas elecciones para esto, para que los ciegos sean los reyes en un país de tuertos. Antonio BURGOS