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ABC MADRID 08-10-1987 página 3
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ABC MADRID 08-10-1987 página 3

  • EdiciónABC, MADRID
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EDITADO POR PRENSA ESPAÑOLA SOCIEDAD ANÓNIMA 8 DE OCTUBRE 1987 ABC EDMONDO DE AMICIS muchos españoles que aprendieron a leer en ese libro. Me gustaría saber por qué conductos ideológicos ese libro se impuso en España, qué fervor verdiano y garibaldino le hizo subir al podio escolar, qué político barbado con una República o Monarquía de bronce en las venas- mejor aún, qué monarquía republicana, pues la ambigüedad siempre acierta- firmó el acuerdo de sugestionar a los niños con el patriotismo operístico de signo verista que eclosiona en ese libro entrañable, melancólico, severo y casero como un mueble de la época del rey Amadeo. Confieso mi ignorancia. Pero de entonces tiene que venir la cosa. Ese libro tuvo que colgar como girón idealista en la punta de la espada de don Juan Prim. ¡No digo nada! Y hasta los años cuarenta de este siglo ese libro de sensatos hombrecitos con delantal de ralladillo ha tenido vigencia en nuestro país. Yo confieso que aquellas historias del tamborcillo sardo, aquellas aventuras épico- docentes entre los Apeninos y los Andes, me gustaban menos que los cuentos de Elena Fortún o los de Richmal Cropton- l a del malospelos de Guillermo- Cuentos dulcemente inmorales, al lado del ejemplarizante Corazón El libro Corazón sobado y con las puntas de la encuademación redondeadas por el uso, se despegaba bastante de la estantería cubista que ya tenía en mi habitación y, lo uno por lo otro, pedía que su puesto fuese ocupado por los condensados volúmenes de Aguilar con los Episodios nacionales de Galdós, que fue lo que ocurrió. Mi viejo Corazón se perdió. Y ahora lo siento. No siento por ese libro una nostalgia verdadera, sino una nostalgia literaria y de ornamentación, porque me recuerda Italia, el Risorgimento y esa misma juventud macchiaiola y garibaldina ese verismo musical, esas galerías comerciales, catedrales laicas de Milán y de Ñapóles, todo el decorado de una Italia ochocentista al que le ha llegado su turno en televisión, pero que yo conocía de mucho antes y que ahora reconozco en sus límites más precisos gracias a los buenos directores de cine y al buen hacer por hacer de los italianos, sin que se lo mande y se lo pague- t a r d e- un Ministerio. Su viaje por Spagna -que, por cierto, ya fue traducido aquí hace mucho tiempoleído en su salsa, una edición original en italiano con sabrosa encuademación de época- -me ha gustado más aún que la película Una habitación con vistas en donde los ingleses exclaman varias veces a lo largo de su desarrollo: ¡Italia mía! Sorprende y casi maravilla el encuentro de ese joven- viejo escritor, apaciguado por el ideal unificador de su país, enfrentándose él también con sorpresa y maravilla al batiburrillo jotero español de nuestra política. Entonces fue jotero, porque se exaltaba la gesta independentista de Zaragoza, y no REDACCIÓN ADMINISTRACIÓN TALLERES- SERRANO, 61 28006- MADRID FUNDADO EN 1905 POR DON TORCUATO LUCA DE TENA ITALIA mía! Eso es algo que podemos exclamar todos porque Italia es un museo. Es tanto como decir mi museo del Louvre, mi museo del Prado. Italia es la guapa de Europa. La buena sociedad inglesa se ha acostumbrado a añorar Italia y a exclamar lo mismo, ¡Italia mía! cuando quiere olvidar penas e impuestos, cuando quiere olvidar a la propia Gran Bretaña. En verdad, todos los europeos, al querer desprenderse del disgusto cotidiano que significa la política de sus respectivos países, pueden exclamar esa frase, que parece ha sido muy exclamada por varios artistas moribundos, procedentes de aquel país, antes de doblar el pescuezo. Es una frase troquelada para el éxtasis y para la agonía. Y es la frase más al margen de la política ocasional y de la situación adventicia. La política en Italia sigue siendo política codiciosa y conspiradora de los estados condales, ducales y principescos del Renacimiento, política de folletón y de melodrama en costume d epoque La salud política de Italia se basa en que toda ella se produce en otro tablado que en el de la vida política, y a los italianos les concierne tanto como los productos de Cinecitta, en el plano fantasmal del cine. ¿No será esto lo que produce el pequeño milagro italiano de estos momentos? En sánscrito, la palabra arte significa hacer por hacer el porque sí más insolente del instinto ornamental de la especie humana. Haciendo por hacer, el italiano de hoy paga todas sus facturas de petróleo con diseño De esa Italia vengo y a esa Italia volveré muy en breve. La última vez, paseando por las callejuelas que, próximas a la piazza Dante de Ñapóles, se adornan con la gustosísima presencia de varias librerías de ocasión- q u e no de viejo porque en Italia todo es viejo y nuevo a la vez, sin discriminaciones provincianas- me encontré con un libro de Edmondo de Amicis, Spagna en su edición, supongo que primera, de 1873. Edmondo de Amicis, el autor de Corazón Un famoso de época discreto, un famoso que no es ningún genio, un famoso del corazón. Cosa que no sucede aquí, en España, donde no existen clásicos discretos, clásicos menores, sino energúmenos apocalípticos, hombres que para darse a conocer se han hecho primero una banqueta de volúmenes publicados para poder esperar bien sentados. Amicis es todavía para su país ese joven verdiano, de levita y bastón, lleno de fervor patriótico y cuyas virtudes han sido como dictadas en solfa por la Scala de Milán. Italia le dedica una serie televisiva, hecha con todo el refinamiento ambiental que acostumbra, como si aún estuvieran de servicio aquellos deliciosos pintores llamados los macchiaioli -l o s manchistas- que tenían la facultad genial de hacer con el sol de Italia una tablita Tantas tablitas y tantos cuadritos de género, hechos por hacer y sin pretensiones académicas, le han dado a la televisión italiana modelos sin cuento para que la imagen cinematográfica de época no sea una chapuza, como lo es entre nosotros. La serie Cuore ha encantado también a ¡I sevillanesco y rumbero c o m o a h o r a en que se exaltan independentismos más brumosos. Pero entonces como ahora, el batiburrillo existía y arranca una sonrisa encontrarse con él a través del manso gracejo del Amicis. He aquí cómo están las cosas escribe. Era dicho en dos palabras. Existen cinco partidos principales: el absolutista, el moderado, el conservador, el radical y el republicano. El absolutista se divide en dos: carlistas puros y carlistas disidentes. El moderado también se divide en dos: el uno pide a Isabel II y el otro pide a don Alfonso. El partido conservador en cuatro, reténgalo bien en la mente: los canovistas, capitaneado por Cánovas del Castillo; los ex montpensieristas, capitaneado por Ríos Rosas; los fronterizos, capitaneados por el general Serrano; los progresistas históricos, capitaneado por Sagasta. El partido radical en cuatro: progresistas demócratas, su jefe Zorrilla (el político, se entiende) los cimbrios su jefe Martos; los demócratas, su jefe Ribero; los economistas, su jefe Rodríguez. El partido republicano en tres: los unitarios, jefe García Ruiz; los federales, su jefe Figueras; los socialistas, su jefe Garrido. Los socialistas a su vez aún se dividen en dos: socialistas de la Internacional y socialistas sin Internacional. En todo, dieciséis partidos. Estos dieciséis partidos se subdividen también. Martos tiende a constituir su partido; Candau otro partido; Moret un tercer partido; Ríos Rosas, P ¡y Margad y Castelar van incluso preparando cada uno un partido propio. Así pues, son ventidós partidos, parte ya hechos, parte por hacer. Añádase a esto los partidarios de la república con don Amadeo al frente y los partidarios de su esposa, que quieren ponerte la zancadilla a don Amadeo; los partidarios de la monarquía del Espartero, los partidarios de la monarquía con Montpensier; los republicanos a condición de que no se deje Cuba, los republicanos a condición de que Cuba se deje; los que no han renunciado aún al príncipe de Hohenzollem, los que aspiran a la unión con Portugal; serían pues treinta partidos. Queriendo afinar más todavía, aún se puede subdividir; pero más vale hacerse una idea clara de cómo van las cosas. Sagasta apoya a los unionistas. Zorrilla se apoya en los republicanos. Serrano estaría dispuesto a apoyarse en los moderados; los moderados, ocasionalmente, se comprometerían con los absolutistas, los cuales, entretanto, dan la mano a los republicanos, que se unen con una parte de los radicales para mandaf en concierto con el Ministerio Sagasta, demasiado conservador para los progresistas y demasiado liberal para los unionistas, que temen a los federales; en tanto que los federales no muestran a su vez una gran confianza en los radicales, siempre basculantes entre los demócratas y los sagastinos. ¿Se hace usted una idea clara? -Clara como el ámbar. He aquí un cuadrito de género con gracia, una pincelada, una bella macchia Francisco NIEVA

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