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ABC MADRID 19-09-1987 página 113
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ABC MADRID 19-09-1987 página 113

  • EdiciónABC, MADRID
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GENTE Ricas y famosas Emociones fuertes AY que dejarse de sueños perdidos y convencerse de una vez por todas de que esto ha cambiado. Ni estamos en los años treinta ni nos vestimos de gala para salir a cenar. Ni mucho menos tenemos a Frank Sinatra como vecino de ring ni una estola de visón para cubrirnos los hombros. Pero no importa. Echándole un poco de imaginación y algo más del bolsillo decidimos que, tan. sólo por una noche, las emociones fuertes podían dar mucho más de sí. ¿Es qué hay algo más excitante que dos cuerpos en plena lucha mientras el sudor y la sangre empapan la lona del ring y las notas del jurado? Es todo un espectáculo en un ambiente de lo más estrambótico: boxeadores retirados; mujerzuelas pintadísimas, soldaditos de permiso, fanáticos del puñetazo, deportistas de última hora y forofos educados que se aburren en el fútbol o se duermen en los toros. Es una ocasión única para ver un K. O. en directo o cómo casi acaban con Carlos Solé tras un golpe bajo del chileno Eddy Molina. Las que tampoco salieron por la puerta grande, ni tan siquiera por la de servicio, fueron Las Virtudes. Dos humoristas peinadas a lo Cleopatra que por fallos técnicos (según contaban) dejaron a su público boquiabierto. Las chicas lo intentaron. Recurrieron a los chistes de rigor y al beneplácito de sus espectadores. Pero el humor es el humor y aunque el champagne ayudó a pasar el mal tragó las miradas que se lanzaron fueron fulminantes, casi tanto corno cuando Norma Duval decidió abandonar la sala. Sonriente y con su éxito asegurado sofocó el apuro de la organización y se despidió rodeada de flashes y admiradores. Pero como dicen que el último remate es el que cuenta, nos dejamos llevar por la nube del éxito y acabamos en la plaza de Santa Ana junto al cantante Miguel el Agujetas Sus triunfos no vienen de París pero en Chicago es todo un personaje. Un gitano de pura sangre que usa oro por dientes y cicatriz por pómulo. Primitivo, salvaje y artista és listo como él sólo. No hay más que ponerle una buena hembra de frente y el Agujetas como si de un gallo encrespado se tratara, afila su cintura y suelta en canto toda su pasión oral. Lo del nombre digo yo qué será por el día siguiente. Si es que sigue. Beatriz CORTÁZAR Si nosotras envidiamos lo que vosotros tenéis, ¿cómo es que vosotros corréis tras lo que tenemos nosotras? (Objeción de Kathleen Turner a la teoría freudiana de la envidia) yaparte más ralea es que se lo monten y triunfen. Yo no me vendo dice el mísero incorruptible, mientras fuma con odio la toba que arroja el opulento vendido. ¿Qué tiene ella que no tenga yo? dice la santa esposa mientras se depila el bigote y maldice al marido que se ha fugado con la secretaria. El empollón de Vicentito es marica dice el niño listo mientras su padre le mide las costillas con la correa en una mano y la cartilla de notas en otra. ¿Qué sería de la autoestima si los canallas de los otros no alcanzasen el éxito que uno no obtiene? La altura del orgullo es correlativa a la medida del fracaso, y si no fuera por la acción balsámica de la envidia cochina en nuestras dormidas conciencias, todos acabaríamos despreciándonos a nosotros mismos. Mientras tanto, nos reconocemos y nos regodeamos en el malestar envidioso. El sabor de los cejos hace que nos parezca un bicho apestoso, un Quasimodo con pústulas, el apuesto galán que bebe los besos de nuestra amada. Soltamos nuestras mejores risillas sarcásticas cuando barbudos iletrados con moscas volándoles alrededor de la calva ocupan elevadas poltronas ministeriales. Hacemos guiños sardónicos cuando una zurripanga de carrera acaba entrando en la alta aristocracia. Levantamos la ceja de perdonavidas cuando a alguien le sueltan una carretada de millones por enseñar su cuerpo serrano. Nos inflamos de amor propio oyendo las declaraciones de presidentes analfabetos. Los progresos de los demás echan carnaza a la cazuela de nuestro ego. Así nos sentimos mejor, pero sabiendo que todo lo debemos al infalible remedio de la cochina envidia. Jorge BERLANGA H La cochina envidia STAN verdes dijo la zorra, que no pudo alcanzar las uvas, y ese sentimiento de digno despecho es similar al que sentimos tantas y tantas veces cuando nuestra divinidad no es lo suficientemente recompensada. España está llena de hidalgos que se recrean en su E grandeza mordisqueando un mendrugo de pan al tiempo que desprecian con altivez al resto del mundo. ¿Pero hasta qué punto ese gallardo desprecio que cultivamos no es simple y llana envidia cochina? Lo que nos revienta de los arribistas, trepas, parvenúes y de- Sumario La envidia nacional Jorge Berlanga Carmen de Posadas Maribel Verdú Beatriz Cortázar El Hortelano Joaquín Albaicín Eduardo Bronchalo Marcos Ordóñez Rubí Santiago Auserón John Carradine, el envidioso Drácula de The blood of Dracula s castle SÁBADO 19- 9- 87

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