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ABC MADRID 17-09-1987 página 42
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ABC MADRID 17-09-1987 página 42

  • EdiciónABC, MADRID
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42 A ABC CULTURA iUEVES 17- 9- 87 El estudio de Alberto Giacometti G UANDO Osiris, envuelto en una luz verde, se me apareció súbitamente- pues su nicho está excavado a ras de la pared- tuve miedo. ¿Fueron mis ojos los primeros en percibirle? No, fueron mis hombros, y también mi nuca, como aplastada por una mano o una masa que me obligaba a hundirme a través de los milenios de Egipto. Tuve mentalmente que inclinarme e incluso encogerme ante esa estatuilla de mirada y sonrisa duras. Se trataba realmente de un dios; de aquél precisamente, del inexorable (me refiero, como puede imaginarse, a Osiris, en pie, en la cripta del Louvre) Tenía miedo porque, sin riesgo de errar, se trataba de un dios. Algunas de las estatuas de Giacometti provocan en mí una emoción muy cercana a este terror y una fascinación casi igualmente grande. También despiertan en mí otro curioso sentimiento: me resultan familiares, andan por la calle. No obstante, vienen del fondo de los tiempos y están en los orígenes de todo. Se acercan y se retiran sin cesar, en su soberana inmovilidad. Si intento dominarlas, romper la distancia que nos separa (sin cólera, furor ni rayos; simplemente debido a la distancia existente entre ellas y yo, que no había captado por su extrema densidad y reducción quetesdaba una apariencia de inmediatez) se apartan vertiginosamente. La distancia se despliega. ¿Adonde van? Mientras aún puede vérselas, ¿dónde estát No llego a captar bien lo que en arte se llama un innovador. ¿Debería ser comprendida una obra por las generaciones futuras? ¿Por qué? ¿Qué es lo que eso significa? ¿Supone que podrán utilizarla? ¿Para qué? Dibujo de Giacometti No, el destino de la obra de arte no son las generaciones jóvenes, sino que se ofrece al pueblo innumerables de los muertos. Que la acepten o que la rechacen. Pero los muertos atosque mé refiero, no han estado nunca vivos... o yo olvido que ha sido así. Llegaron a estarlo lo suficiente como para que su vida llenase iá función de hacerles pasar esa tranquila orilla desde la que esperan una señal procedente de aquí, y que la reconozcan. Estando, pues, aquí presentes, ¿dónde están las figuras de Giacometti de las que hablaba, sino en la muerte? De ella surgen cada vez que nuestra mirada las llama al lado nuestro. Giacometti no trabaja ni para sus contemporáneos ni para las generaciones futuras. Los muertos, por fin, reciben las esculturas No llego á verlo. Lo que sí percibo más cla- que esperaban. ramente- aunque en leve proporción- es ¿Lo había dicho ya? Todo objeto dibujado que toda obra de arte, si quiere alcanzar las o pintado por Giacometti nos ofrece y nos dimás altas cimas, debe pacientemente, cui- rige su pensamiento más amistoso, nías afecdándose minuciosamente desde los inicios de tuoso. Nunca se nos aparece eri forma dessu creación, penetrar milenios y llegar si le es concertante. ¡No quiere aparentar ser un posible a la noche inmemorial habitada por monstruo! Desde muy lejos, por el contrario, los muertos que van a reconocerse en la hace emanar una especie de amistad y de obra. paz que dan confianza. Si nos inquietan es. por su extrema pureza e individualidad. Estar de acuerdo con tales objetos (manzana, botella, suspensión, mesa, palmera) exige el rechazo de todo compromiso. He escrito que de los objetos de Giacometti se desprende una especie de amistad; que parecen dirigirnos un pensamiento de amistad... Tal vez sea exagerar algo. De Vermeer podía decirse tal cosa, pero con Giacometti la situación varía; no es debido a que se haga más humano -por su utilidad y por el uso incesante del hombre- por lo que el objeto pintado por Giacometti nos conmueve y nos conforta, ni por estar revestido de lo mejor, lo más amable y lo más sensible de la presencia humana sino, por el contrario, porque es, simplemente, este objeto en toda su ingenua frescura. Es él y nada más. Es él, en su total soledad. Lo he expresado mal, ¿verdad? Probemos de otra manera. Creo que, para abordar los objetos, el ojo y el lápiz de Giacometti se desprenden de toda premeditación servil. Giacometti rechaza la moda actual que, bajo el pretexto de envilecer- antes era ennoblecer- al objeto, deposita en él alguna especie de tinte humano, sea éste delicado, cruel o tierno. Ante una impresión, Giacometti dice: Es una suspensión. Ahí está. Y nada más. Y esta súbita comprobación ilumina al pintor. La suspensión. Así pasará al papel, en su más ingenua desnudez. El arte de Giacometti no es, pues, un arte social, que establece entre los objetos un lazo social- e l hombre y sus secrecionessería, más bien, un arte de vagabundos aristócratas, tan puros que el nexo que podría unirlos sería el reconocimiento de la soledad de cada objeto, de cada ser. Estoy solo- parece decir el objeto- estoy, pues, cogido en una necesidad contra la cual nadie puede hacer nada. Si no soy más que lo que soy, soy indestructible. Siendo lo que soy, y sin reserva, mi soledad conoce la vuestra. Jean GENET Derriére le miroir Maeghi Edil, París, 1957) ECHAMOS EL RESTO! OPORTUNIDAD ÚNICA! SOLO HASTA EL 22 DE SEPTIEMBRE Abnmosel sábado y el domingo, de 9 a mOOhrs. ininterrumpidamente, y entregamos en 24 hrs. v. A vw. Calidad, Servicio y Precio en conreipo Profesor Woksman, 1 Í Sótano (Semiesquma Padre Damián) Tel. 457 á 9 06 45768 55

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