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ABC MADRID 05-09-1987 página 60
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ABC MADRID 05-09-1987 página 60

  • EdiciónABC, MADRID
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XVI ABC ABC Hiera río La última palabra 5 septiembre- 1987 Digo: -Holly, cariño. Te quiero. Allá abajo alguien se apoya sobre el claxon, hace una pausa, vuelve a apoyarse. Holly se seca los ojos. Dice: -Prepárame una copa. Ésta está aguada. Deja que toquen sus jodidas bocinas. Me la sopla. Me largaré a Nevada. -N o te vayas a Nevada- d i g o- Estás diciendo tonterías- digo. -No digo tonterías- d i c e- No es ninguna tontería irse a Nevada. Tú puedes quedarte aquí con tu chica de la limpieza. Yo me voy a Nevada. O eso, o me mato. ¡Holly! -digo. ¡N i Holly ni nada! -dice. Se sienta en el sofá y sube las rodillas hasta pegarlas a la barbilla. -Ponme otro trago, hijo de perra- dice. Y sigue- Que les den por el culo a esos bocineros. Que se vayan a hacer sus marranadas al otro motel. ¿No es allí donde ahora trabaja tu mujer de la limpieza? ¡Ponme otro trago, hijo de perra! Aprieta los labios y me dedica esa mirada especial. La bebida es algo extraño. Cuando miro hacia atrás y pienso en ello veo que todas las decisiones importantes las hemos tomado mientras bebíamos. Hasta cuando hablábamos de la necesidad de beber menos: nos sentábamos en la mesa de la cocina o en la de picnic de afuera con un cartón de seis latas o una botella de whisky Cuando pensábamos instalarlos aquí, estuvimos un par de noches bebiendo mientras sopesábamos los pros y los contras. Sirvo lo que queda de Teacher s en los vasos y pongo cubitos de hielo y unos chorritos de agua. Holly se levanta del sofá y se echa en la cama. Dice: ¿L o has hecho con ella en esta cama? No tengo nada que decir. Dentro de mí noto que no tengo palabras. -Le alargo el vaso y me siento en la silla. Apuro mi copa y pienso que ya nunca será lo mismo. ¿Duane? -dice. ¿Holly? Mi corazón late más. Espero. Holly era mi verdadero amor. Lo de Juanita era cinco días a la semana, entre las diez y las once. Lo hacíamos en cualquiera de los cuartos que estuviera limpiando. Yo entraba donde ella estaba trabajando y cerraba la puerta a mi espalda. Pero) a mayoría de las veces era en la 11. La 11 era nuestra habitación de la suerte. Eramos muy cariñosos el uno con el otro. Pero rápidos. Era estupendo. Creo que Holly quizá podría haberlo soportado. Creo que lo que tenía que haber hecho era intentarlo de verdad. Yo, por mi parte, conservaba mi empleo nocturno. Hasta un mono era capaz de hacer ese trabajo. Pero las cosas comenzaron a empeorar vertiginosamente. Nos faltaban fuerzas para seguir, así de simple. Dejé de limpiar la piscina. Se llenó de un légamo verde y los clientes ya no puedieron usarla. Ya no arreglé más grifos ni puse más azulejos ni hice más retoques de pintura. Bien, la verdad es que estábamos empinando el codo a conciencia. Si bebes en serio, la bebida exige una gran cantidad de tiempo y de esfuerzo. Holly tampoco registraba a los huéspedes como es debido. O les cobraba demasiado o cobraba menos de la cuenta. A veces ponía a tres personas en un cuarto con una sola cama, y otras a una soia persona en donde la cama era enorme. Había quejas, cómo no, y a veces hasta hubo gritos. La gente liaba sus bártulos y se iba a otra parte. Y lo siguiente fue una carta de la dirección de la empresa. Y luego otra, certificada. Hay llamadas telefónicas. Alguien va a venir de la ciudad. Pero hemos dejado de preocuparnos: las cosas están así. Sabíamos que nuestros días estaban contados. Habíamos echado a perder nuestras vidas y nos estábamos preparando para recibir la sacudida. Holly es unamujer inteligente. Fue la primera en saberlo. Entonces, aquel sábado por la mañana, nos despertamos después de pasarnos una noche dándole vueltas a la situación. Abrimos los ojos y nos volvimos para mirarnos el uno al otro. Los dos lo sabíamos, desde entonces. Habíamos llegado al final de algo, y la cuestión era encontrar el modo de empezar otra vez. Nos levantamos y nos vestimos, tomamos café y decidimos discutirlo. Sin que nada nos interrumpiera. Ni el teléfono ni los clientes. Fue entonces cuando eché mano del Teacher s. Cerramos con llave y nos subimos aquí, con hielo, vasos, botellas. Antes que nada vimos la televisión en color y retozamos un poco y dejamos que el teléfono sonara abajo. Para comer, fuimos a sacar patatas fritas al queso de la máquina. Teníamos esa extraña sensación de que, ahora que nos dábamos cuenta de que ya había sucedido todo, podía suceder cualquier cosa. ¿Y cuando éramos unos chiquillos, antes de casarnos? -dice Holly- Cuando teníamos grandes planes y esperanzas, ¿recuerdas? Estaba sentada en la cama, abrazándose a las rodillas y sosteniendo el vaso. -L o recuerdo, Holly. -N o fuiste el primero, ¿sabes? El primero fue Wyatt. Figúrate. Wyatt. Y tú te llamas Duane. Wyatt y Duane. Quién sabe lo que me estaba perdiendo durante aquellos años... Tú lo eras todo para mí, como en la canción. Digo: -E r e s una mujer maravillosa, Holly. Sé que has tenido oportunidades. ¡Pero no aproveché las de esta dase! -d i c e- No era capaz de salirme del matrimonio. -Holly, por favor- d i j o- Basta ya, cariño. Dejemos de torturarnos. ¿Qué crees que podríamos hacer ahora? -Escucha- d i c e- ¿Recuerdas aquella vez que llegamos a una vieja granja, más allá de Yakima, pasado Terrace Heights, cuando recorríamos en coche los alrededores, y estuvimos en aquel pequeño camino de tierra y hada calor y había mucho polvo? ¿Recuerdas que seguimos y que llegamos a aquella casa vieja y preguntaste si nos podían dar un poco de agua? ¿Nos imaginas a los dos hadéndolo ahora? ¿Ir a una casa a pedir un vaso de agua? Aquellos viejos estarán ya muertos. Uno al lado del otro, por allí, en algún cementerio. ¿Te acuerdas que nos dijeron que pasáramos a tomar pastel? ¿Y que luego nos enseñaron los alrededores? ¿Y que había un belvedere allá atrás, andando un trecho? ¿No era allá atrás, bajo unos árboles? Tenía un pequeño techo puntiagudo y se le había ido la pintura y sobre los escalones crecía maleza. Y la mujer dijo que años antes, quiero decir muchos años atrás, solían ir tipos a tocar allí el domingo, y que la gente se sentaba a escuchar la música. Yo pensé que también nosotros estañamos así cuando nos hiciéramos viejos. Con dignidad. Y en un sitio fijo. Y que la gente vendría a nuestra puerta. Así, de pronto, no sé qué dedr. Luego digo: -Holly, también recordaremos todo esto un día. Diremos: ¿te acuerdas del motel con toda aquella mierda en la piscina? -digo- ¿Comprendes lo que digo, Holly? Pero Holly sigue sentada allí en la cama con el vaso. Veo que no, que no entiende. Voy hasta la ventana y miro a través de la cortina. Alguien dice algo allá abajo y zarandea la puerta de la oficina. Me quedo donde estoy. Ruego para que Holly haga algún gesto. Ruego para que se me manifieste. Oigo cómo arranca un coche. Luego otro. Proyectan los faros sobre el edificio y, uno después de otro, se retiran y se sumergen en el tráfico. -Duane- dice Holly. También en esto tenía razón ella. v.

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