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ABC MADRID 30-08-1987 página 115
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ABC MADRID 30-08-1987 página 115

  • EdiciónABC, MADRID
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DICCIONARIO ANALFABÉTICO RUZAFA, Abuaddala Mohamcd Bcn Culif. Gtrnial poeta del si lo XII. nacido en Valencia, Pese al enorme mírito de us versos, nunca consiguiú hacer famosos la totalidad de sus nombres. ARBtTRO. Señor que manda. Si loca el pilo y saca tarjetas, sólo suele mandar sobados y domingos. Si es a el a quien le focan las sirenas- -de la escolta, claro- -y usa coche oficial, manda todos los días de la semana hasta que le cesan y so convierte en- ex PEZÓN. Pez grande de la familia de los mamíferos, BRISCA- Juego de naipes en el cual se dan tres cartas a cada jugador. Nuestro panorama político es- de brisca pues a los electores súlo se le ofrecen Eres cartas ideolój icas para participar en el juego: derecha, centro c izquierda. Con la desventaja de que algunos hacen trampa y, en nombre de una sola ideología, juegan con lai iTcs cartas a la vez. GANDUL. Tunante, holgazán. Aplicase, por extensión, a cuauíos cobran el subsidio de paro sin tener derecho a ello. HEROINA. Alcaloide derivado de la morfina- Es erróneo íuponer que fue descubierto por Agustina de Aragün. Lo que sucede es que lau insi e patrióla protagonizó un íamoso acto heroico y. en lugar de llamarb -béroa la denonuaaron heToína ATORADO. Dkesc de los diesirm que ocupan los primeros lugares deí escalafón laurino y que. de tanto torear, ven loros por todas partes. Resulta arriesgado invitarles a cóaeles, exposiciones, hynqueics. bodas y oíros actos sociales, pues en cuanto lef. pieienlan y alguien, siempre tcrmirían preguntando: Y usted ¿a que ganadería pertenece? ENCERRAR. Meter a persona o cosa en sitio de donde no puede salir. Algunos opinan que, tratándose de delincuentes, suelen salir enseguida gracias a don Femando Lcdesma. ADÁN. Nombre del primer hombre y padre del género humano. El hecho de que, durarv te el franquismo, no se le concediera el- primer premio a la Natalidad- H con carácter postumo, se considera uno de los Erimeros errores que contríuycron a la caída del sistema Evaristo ACEVEDO m PERSECUCIÓN Y o ¡ba por la cartelera con mí modesto tsciscícntosj cuando de p r o n t o así, de improviso, inti iiadámenle me adelanta un coche deportivo. Su conductor me bn Ó una mirada insólenle, d e supeiiofidad, algo que humillaba mi oreullo y mi áifinidíid. Pisé el acelerador de mi pequeño coche y me puse a unos metros de su mecía. El individuo en cuestión aprctíi su aceleradorMarchaba a unos ciento cincuenia kilómeiros por hora. Pero yo, picado en mí amor propio, apretó el mío y no le deje Quc se separara demasiado. Y así anduvimos por espacio de veinte kílómcíros. Poro aquel mamarracho, muy seguro de si mismo, volvió a acelerar hasta que el cuentakilómetros marcaba los doscientos veinte por hora. Estaba claro que sólo quería humillarme. Y puse mi coche pegando aí suyo. Pero la historia no iba a acabar así. Hl repugnante sujeio aceleró ha Jía los trescientos por hora. Pero no mu dejé amilanar y conseguí p e g a r m e a el, de quien me s e p a r a b a a p e n a s unos cenlímciros. Cruiíáhamos los puebUis y las ciudades a una velocidad de vétiigo. La Policía nos seguía inútilmente. Apenas empegaban nuestra persecución tenían que abandcínar si no querían estrellarse contra cualquier árbol del camino, de nuevo í i y yo. solos, continuamos nuestra peripeda suicida. En el colmo de la desesperación, mí ncfastil contrincante puso at límite su coche. Ya marcaba los trescientos cincuenta kilómeiros por hora, Pero no aguanl m; ii de cincuenta segundos en esa situación. Se echó a un lado para que yo pasara triunfante con mi humilde Seiscieniosv. Y aí hacerlo le dirigí un gesto despectivo e insultantcLucgo me volví a casa, no sin antiís p; i. iaT por el taller, ya que. cuando me quise dar cuenta, comprobé que había hecho lodo cJ recorrido con las cuatro ruedas pinchadas, José Luis COLL 19

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